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  • hace 5 minutos
̀Valle Salvaje Capítulo 305 || La visita aterradora de Victoria [AVANCE]
Transcripción
00:00El episodio culmina en un punto decisivo para Valle Salvaje, donde la lucha por la vida,
00:19la verdad y la justicia se entrelaza con la caída emocional y moral de los personajes.
00:25Adriana, agotada pero impulsada por un amor fraternal inquebrantable, se enfrenta directamente al capitán
00:33Escobedo y desmonta con valentía la cruel conspiración que pretendía dejar morir a
00:39Luisa antes del juicio. Su determinación, reforzada por la copia de la carta incriminatoria, doblega
00:47finalmente la resistencia del capitán y obliga a la hermandad a ofrecer ayuda médica urgente.
00:53Este acto heroico marca el inicio de un cambio irreversible. Ya nadie podrá ignorar la injusticia
01:00cometida. Al mismo tiempo, se profundizan otras grietas en el valle. Eva, guiada por sus propias
01:08inseguridades, deja escapar un odio racional hacia Luisa que revela más sobre su dolor interno que
01:15sobre la muchacha inocente a la que acusa. Francisco, con serenidad y compasión, intenta
01:22traerla de vuelta a la cordura, evidenciando el contraste entre el resentimiento ciego y la empatía
01:28genuina. Por otro lado, Mercedes y Damaso consolidan una inesperada alianza en medio del caos, una unión
01:37que podría tener consecuencias decisivas contra la manipulación de Victoria. Pero quizá el momento
01:43más emotivo y el que define el episodio, llega cuando Luisa abre los ojos por primera vez tras días
01:51al borde de la muerte. Su susurro, quiero vivir, no solo devuelve esperanza a Adriana, sino que también
01:59enciende una chispa de fuerza en Alejo, quien finalmente llega para pedir perdón y sostener su
02:06mano. La vida, aunque frágil, resurge. El valle queda, así, en un estado de tensión máxima, sostenido por la
02:16promesa de que la verdad, tarde o temprano, deberá salir a la luz. El cementerio de valle salvaje está
02:24envuelto en un silencio espeso cuando Matilde llega, con la mirada baja y el paso inseguro,
02:31ha venido buscando paz, quizás, perdón, quizás, la claridad que su corazón no encuentra desde que
02:38se permitió amar nuevamente, pero no está sola. A unos pasos de la tumba de Gaspar, erguida como una
02:46estatua de mármol, Victoria Salcedo la espera, Matilde se detiene en seco. Su respiración se corta,
02:55Doña Victoria, no sabía que estaba aquí. Victoria la dé a la cabeza, con una sonrisa que parece
03:02amable, pero no hay calidez en ella. No podía saberlo. Nunca sabes nada, ¿verdad, Matilde? El tono es suave,
03:12pero cada palabra va cargada de veneno. Matilde traga saliva y se acerca lentamente a la tumba. Deja
03:20unas flores frescas, intentando ignorar la presencia de la duquesa. Gaspar susurra con voz temblorosa,
03:29tocando la lápida, perdóname. Victoria da un paso adelante. ¿Perdón por qué, Matilde? Pregunta con falsa
03:38curiosidad. ¿Por seguir viva? ¿Por cometer errores? ¿O por olvidar tan rápido? Matilde levanta la mirada,
03:47herida. Yo no he olvidado. Victoria sonríe, cruel, astuta. Ah, no, yo diría que sí. Te vi hoy. Con
03:58Atanasio. La sangre de Matilde se hiela. Sus manos tiemblan sobre la lápida. Doña Victoria,
04:08yo. No hace falta que lo niegues. La interrumpe la duquesa. Lo vi con mis propios ojos. Vi cómo lo
04:16besabas. Cómo lo tocabas. Matilde baja la cabeza. Lágrimas resbalando silenciosas. Él me quiere. Yo
04:26lo quiero. Victoria se acerca aún más, hasta quedar casi a su lado. ¿Y crees? Susurra que Gaspar
04:35estaría orgulloso de verte así, de verte manoseando a otro hombre sobre la misma tierra que lo cubre.
04:43Matilde ahoga un sollozo y retrocede como si la hubieran golpeado. No diga eso. No es justo.
04:51Lo justo no existe. Matilde dice Victoria con calma. Lo que existe es el deber. Y tu deber era
05:00honrar a tu marido. Mantener su memoria. Ser la viuda que él merecía. Matilde aprieta los puños.
05:10He pasado año sola. Llorando. Sin apoyo de nadie. Ni siquiera de usted. Victoria sonríe. Amarga.
05:20¿Y ahora crees que es momento de rehacer tu vida? ¿Con quién? ¿Con Atanasio? Él no es un hombre
05:28para ti. Él carga secretos. Y tú cargas fantasmas. Ambos están destinados a destruirse.
05:37Matilde niña lentamente. Él me da paz. ¿Paz? Victoria ríe suavemente. ¿Eso llamas paz?
05:46¿Crees que podrás vivir tranquila sabiendo que estás traicionando a Gaspar? ¿Que todos te juzgan? ¿Que
05:53Atanasio puede arrastrarte a su propia ruina? Matilde siente que el aire escapa de sus pulmones.
06:00¿La culpa la aplasta? Yo… yo no sé qué hacer. Victoria posa una mano en su hombro. Es un gesto suave,
06:10pero sus palabras son dagas. Déjalo, Matilde. Aleja te duele. O chufrirás. Y él también. Las lágrimas caen una tras otra.
06:24Matilde apenas puede mantenerse en pie. ¿Por qué? ¿Por qué me hace esto?
06:30Victoria se inclina a su oído. Porque te estoy protegiendo. Porque conozco la verdad que tú te niegas a ver.
06:40Luego se aparta. Deja una última mirada de triunfo y se marcha por el sendero del cementerio,
06:47dejando a Matilde sola frente a la tumba, temblando, deshecha, convencida de que amar a Atanasio es un pecado
06:56imperdonable. Matilde se arrodilla, apoya la frente en la fría piedra y rompe a llorar como si el alma se
07:04le desgarrara. La jugada de victoria ha sido perfecta y el corazón de Matilde queda en ruinas. El amanecer
07:13cae sobre Valle Salvaje con un silencio extraño, casi insoportable. Adriana no ha dormido nada. Ha pasado
07:22la noche entera con los ojos abiertos, escuchando su propio corazón golpearle el pecho como un tambor
07:29de guerra. Cada minuto que Luisa pasa en aquella celda es un minuto más cerca de la muerte y ella
07:35ya no puede permitirse seguir esperando permisos, intermediarios o misericordias que nunca llegan.
07:42Cuando por fin se levanta, lo hace con una determinación dura, afilada. Se viste sin pensar,
07:49se recoge el cabello apresuradamente y sale de la casa pequeña con un único objetivo,
07:56llegar a la sede de la Santa Hermandad antes de que sea demasiado tarde. El aire frío de la mañana
08:02apenas la toca, camina tan rápido que parece que vuela. La culpa, el miedo y la rabia le queman el
08:11estómago, pero es la desesperación lo que la impulsa. Su amiga, su hermana del alma,
08:17está muriéndose lentamente y ella no lo permitirá. Cuando llega al edificio de la hermandad, dos hermanos
08:26armados la detienen en la entrada. Debe esperar a que el capitán autorice la visita, dice uno con
08:33tono seco. Adriana no se detiene. No pienso esperar más, responde con una firmeza que sorprende
08:41incluso a los guardias. El capitán Escobedo aparece en la puerta interior, con la armadura aún sin
08:49abrochar del todo. Doña Adriana, ya le he dicho que no puede entrar cuando quiera. Y yo ya le he dicho
08:56que Luisa está muriéndose lo interrumpe, avanzando hacia él sin miedo. Si no me deja entrar, su muerte
09:03será responsabilidad suya. Escobedo frunce el ceño. ¿La muchacha será atendida según? ¿Atendida?
09:13Adriana casi ríe, pero no por humor. Ni siquiera le han dado medicinas, no han llamado a un médico,
09:21la están dejando morir. El capitán intenta mantener el gesto autoritario, pero la mirada de Adriana,
09:30ardiente y desesperada, lo desarma por dentro. Doña Adriana, hay protocolos balbucea. Sus protocolos
09:39están matándola. En ese instante aparece Rafael, que había seguido a Adriana al notar su ausencia y
09:48se planta detrás de ella. Su presencia refuerza la tensión, pero también su legitimidad. No pienso
09:57dejarla sola, declara Rafael mirando directamente al capitán. Si Luisa muere sin atención, será usted
10:05quien dé explicaciones al consejo. Escobedo aprieta la mandíbula. Está atrapado entre órdenes superiores
10:13y la mirada implacable de los dos jóvenes. Adriana da un paso más, reduciendo cualquier distancia de
10:21autoridad entre ellos. O abre la puerta, o asumiré que es cómplice de un asesinato. El silencio cae como
10:30un cuchillo. Finalmente, escobedo se ha dicho. De acuerdo, pero solo usted podrá entrar. Adriana
10:40asiente sin agradecerle. No hay tiempo para formalidades. Camina por el pasillo estrecho que
10:47lleva a las celdas, con pasos cada vez más rápidos, casi torpes, sintiendo que su corazón va a salirse
10:54del pecho. Cuando llega frente a la celda de Luisa, se detiene, respira hondo. Estoy aquí,
11:03te susurra antes siquiera de verla. Pero al asomarse entre los barrotes, su cuerpo entero se paraliza.
11:10Luisa está en el suelo. Inmóvil. Su piel pálida. Sus labios secos. Su respiración casi
11:22inexistente. Luisa, grita Adriana, golpeando los barrotes con las manos. Capitán, abra ya esta
11:31celda. El capitán corre hacia ella al escuchar el grito. Adriana se gira, fuera de sí, y lo mira con
11:40un odio que jamás había sentido en su vida. Si muere, será por su culpa. Le grita, ábrala. Ahora.
11:50El capitán, ahora sí visiblemente alarmado, ordena a los guardias que traigan las llaves.
11:56Adriana se arrodilla frente a los barrotes, llorando mientras intenta llamar a su amiga.
12:02Luisa, por favor, asista. Pero Luisa no mueve ni un dedo. Y así comienza la batalla más desesperada
12:12que Adriana haya librado jamás. El sonido metálico de las llaves contra los barrotes retumba como un
12:20golpe seco dentro del pecho de Adriana. Cada segundo que tarda el capitán Escobedo en abrir la celda,
12:26es un segundo que Luisa no tiene. Cuando finalmente el cerrojo cede, Adriana se lanza al interior sin
12:33esperar permiso, arrodillándose junto al cuerpo inerte de su amiga. Luisa, su voz se quiebra mientras
12:41toma su rostro entre las manos. Por favor mírame. Responde. Pero Luisa no responde. Su piel está helada,
12:52sus labios casi morados, su respiración apenas perceptible. Adriana siente un terror que le
13:00perfora el alma. La abraza sin miedo a las consecuencias, sin pensar en reglamentos ni en
13:07castigos. Solo existe el pánico. Copitán Troigo Oguó ahora mismo ordena con el tono cortante de quien ya
13:17nos suplica. Escobedo vacila, como si aún dudara si obedecer. No puedo dejar el área sin supervisión.
13:26Adriana se gira hacia él con un fuego en los ojos que silencia cualquier réplica. Está muriéndose.
13:34¿Quiere cargar un cadáver en sus manos? ¿Eso quiere? El capitán traga saliva y finalmente obedece.
13:41Traed agua y mantas. Ordena a los guardias. Mientras tanto, Adriana coloca la cabeza de Luisa
13:49sobre su regazo. Le acaricia la frente con una dulzura desesperada. Estoy aquí, susurra. No me
13:58dejes. No, ahora. Rafael aparece en el umbral de la celda, con el rostro desencajado. ¿Sigue viva?
14:07Adriana asiente con un hilo de voz. Pero no por mucho tiempo, si no hacemos algo. Rafael se arrodilla
14:16al otro lado de Luisa, intentando no perder la calma. Luisa, soy yo, Rafael. ¿Me escuchas? Nada.
14:27La monja que custodia el bloque llega apresurada con un cuenco de agua. Adriana toma un paño,
14:34lo humedece y lo pasa por los labios resecos de Luisa. Intentando que reaccione, la joven emite
14:42un sonido débil, casi un suspiro, pero no abre los ojos. Adriana mira al capitán con furia contenida.
14:51¿Cómo ha podido permitir esto? Ella lleva días sin comer, días. Escobedo aprieta los dientes,
14:59no podía obligarla a alimentarse y, según el reglamento, el reglamento no justifica permitir
15:08que una prisionera se muera en el suelo, grita Adriana, levantándose de golpe. Rafael interviene
15:16antes de que la situación se descontrole. Capitán, su deber es custodiar, no ejecutar,
15:23y esto, señala a Luisa, es ejecución por abandono. Escobedo baja la mirada. Por primera
15:32vez parece consciente de la gravedad real del caso. Llamaré al médico disfinalmonte. No lo
15:40detiene Adriana. Lo traerá ahora y escoltado. No confiaré en que cumpla su palabra. El capitán
15:50naciente, derrotado. Está bien. Lo traeré personalmente. Cuando Escobedo se marcha, Adriana
15:58vuelve a arrodillarse junto a Luisa. Esta vez no llora. Tiembla. Luisa, ¿por qué tijindis? ¿Por
16:07qué no peleas? Un leve movimiento en los dedos de Luisa hace que Adriana se incline más.
16:14¿Escuchaste eso? Pregunta, con esperanza. Rafael afirma. Sí, está reaccionando. Pero
16:23está muy débil. Adriana respira hondo. No dejaré que muera. Juro que no. Pueden encerrarme. Pueden
16:33juzgarme. Pero no la perderé. Mientras esperan al médico, el silencio se apodera de la celda. Un
16:42silencio cargado de miedo, de culpa y de un amor fraternal tan profundo que parece capaz de sostener
16:49la vida por sí mismo. Adriana toma la mano de Luisa y se la aprieta con fuerza. Aguanta,
16:57por favor. Aguanta. Y por primera vez en horas, el pecho de Luisa se eleva un poco más, como si
17:04escuchara la súplica de su amiga desde algún rincón oscuro donde aún lucha por quedarse en este mundo.
17:11El médico llega finalmente escoltado por el capitán Escobedo. Cruzan el pasillo con pasos
17:18urgentes, mientras Adriana intenta mantener a Luisa, consciente acariciando suavemente su rostro. La
17:26celda, fría y húmeda, parece un lugar indigno para un ser humano y mucho menos para alguien tan
17:33inocente como Luisa. El médico, al verla, palidece. Capitán, esta joven está en estado crítico porque
17:43no fui avisado, Anches. Adriana lanza al capitán una mirada tan fulminante que él no puede sostenerla,
17:51porque estaban dejando que muriera, dice ella con voz baja, temblorosa, pero cargada de una rabia que
17:58arde. El médico se inclina sobre Luisa, revisa sus signos vitales, palpa su abdomen hundido y
18:06observa con preocupación la extrema delgadez de la joven. Está muy deshidratada y su pulso es
18:14peligrosamente débil. Si hubiera tardado unas horas más, no habría nada que hacer. Adriana cierra los ojos
18:22con dolor. Entonces, chágalo, haga lo que tenga que hacer. El médico asiente, ordena que traigan más
18:31agua, vendas calientes y que le abran la camisa delgadas para facilitar la respiración. Luisa emite
18:38un pequeño gemido cuando la tocan, pero no despierta. Reaccionó. Eso es buena señal, dice el médico.
18:46Necesita cuidados constantes. No puede quedarse en esta celda, en estas condiciones. El capitán se
18:55endereza. No puedo trasladarla sin orden oficial. Basta, capitán, interrumpe Adriana. Un traslado
19:04médico no requiere órdenes del consejo, solo humanidad. Escobedo duda. Mira a Rafael, luego al
19:13médico. Finalmente a la muchacha agonizante. Suspira. ¿De acuerdo? ¿Pero será un traslado temporal?
19:22¿Bajo supervisión? Adriana no discute. Solo quiere salvarla. Pero antes de que puedan moverla,
19:31Adriana se incorpora, respira hondo y saca de su bolso la copia de la carta secreta que Atanasio le
19:38entregó horas antes. Se planta frente al capitán. Ahora escúcheme con mucha atención, dice.
19:47Desplegando el papel frente a él, ya no estamos hablando solo de negligencia. Estamos hablando
19:54de una ejecución encubierta, planeada, ordenada desde arriba. Escobedo frunce el ceño. ¿Qué dice
20:03esa carta? Adriana da un paso hacia él. Fierma, decidida. Dice que su santo tribunal recibió
20:12instrucciones para dejar morir a Luisa antes del juicio. Dice que la talla fue colocada
20:19deliberadamente para acusarla y dice que usted debía hacer que pareciera un accidente. El capitán se queda
20:28helado. Eso es imposible. No he recibido ninguna instrucción así, porque esto iba por otro canal.
20:37Uno que usted no controla, explica Adriana, manteniendo el papel frente a él, pero ahora que lo sabe,
20:46si no actúa, será cómplice. El capitán traga saliva. Rafael interviene, con voz firme. Si esta carta
20:56llega al consejo real, usted será juzgado también, pero si colabora con nosotros y garantiza la seguridad
21:04de Luisa, su nombre quedará limpio. Escobedo respira profundamente. Siente que el suelo se mueve. De
21:13acuerdo, de acuerdo. La trasladaremos y tendrá asistencia completa. No permitiré que muera bajo mi
21:22responsabilidad. Adriana baja la carta lentamente. No bajo su responsabilidad. No bajo la nuestra. No
21:31bajo la de nadie, más que la de quienes la incriminaron. El capitán asiente. Lo prometo. El
21:39médico y dos hermanos de la hermandad colocan una manta bajo el cuerpo debilitado de Luisa y la
21:46levantan con extremo cuidado. Mientras la llevan hacia la salida, Adriana camina a su lado, sosteniendo
21:54su mano, murmurando, «Te tengo, Luisa. Te tengo. No te suelto». Y aunque Luisa sigue inconsciente,
22:04algo en su respiración parece cambiar levemente, debilmente, pero suficiente para que Adriana crea
22:13que aún hay esperanza. Mientras la vida de Luisa pende de un hilo en la sede de la Santa Hermandad,
22:20en la casa pequeña se libra otra batalla, una más silenciosa, pero igualmente peligrosa. Mercedes se
22:28prepara para salir cuando Damaso aparece en la entrada. Sus ojos cargan dudas, cansancio y una
22:35sombra de resentimiento que la hace detenerse en seco. «Necesitamos hablar», dice él con voz firme,
22:42aunque quebrada por dentro. Mercedes respira hondo. «Ha sabido por horas que este momento
22:50llegaría. Si vienes a repetir los rumores de victoria, no pienso escucharlos. Damaso aprieta
22:57la mandíbula. No vengo a hipichir nada. Vengo a saber la verdad». Se miran fiamente. «Hay ira,
23:06pero también un cariño profundo que ninguno quiere admitir en voz alta». Damaso continúa.
23:13Ella vino a verme. Admite con un tono amargo. «Victoria, me dijo que tú estabas moviendo
23:20influencias contra mí. Que estabas mintiendo. Que llogabas conmigo». Mercedes suelta a una risa
23:29seca. «¿Y tú la creíste?». Damaso no responde. Esa falta de respuesta duele más que cualquier
23:38palabra. «He creído muchas cosas en mi vida, Mercedes, y casi todas me han destruido», dice él
23:46al fin. «No sabía si esta sería otra». Mercedes baja la mirada. Sus manos tiemblan. «Damaso,
23:55yo no estoy en guerra contigo. No tengo razones para usar tu nombre contra la casa grande. Yo no soy
24:03victoria». Él se acerca un paso. «Entonces dime, ¿qué estás haciendo?». «Dim que busca». Mercedes levanta la
24:13mirada y lo enfrenta. «Estoy buscando justicia». «Para Bernardo». «Para mí». «Para todos los que hemos
24:21sufrido bajo su poder. Eso es todo». Damaso respira hondo. Por un instante, el resentimiento se
24:30transforma en comprensión. Entonces, lo de Victoria eran mentiras». «Sí», responde Mercedes, contundente.
24:40«Ella quiere desarmarte. Quiere usarte. Quiere que dudes de todos, incluso de ti mismo». Damaso
24:48traga saliva. «Y lo está logrando». Mercedes da un paso más. Con el rostro lleno de una sinceridad
24:57dolorosa. «¿No quiero ser tu enemiga, Damaso?». «Nunca quise». Ella observa detenidamente. Por primera
25:06vez desde que regresó, baja la guardia. «Yo tampoco quiero ser lo tuyo». El silencio que sigue es
25:14profundo. «Casi sanador». Mercedes suspira. «Si vas a quedarte en el valle, necesitarás aliados». Y no
25:24hablo de alianzas de papel, hablo de gente que te diga la verdad, aunque duela. «¿Y tú serías esa
25:31persona?», pregunta él con suavidad. «Sí», responde sin dudar. Él asiente lentamente. «Entonces,
25:41estamos juntos en esto». No es una declaración romántica, no es una promesa eterna, pero es un
25:49pacto, un acuerdo silencioso entre dos almas heridas que, por primera vez en mucho tiempo,
25:57están del mismo lado. Cuando Mercedes se marcha, Damaso queda en la puerta, observándola alejarse.
26:04Mercedes no sabe lo que les espera, pero algo dentro de él se afloja, como si un nudo se deshiciera
26:11por fin. Mercedes, por su parte, camina con un alivio extraño. No ha resuelto todo. No ha salvado
26:19a Bernardo, pero ha recuperado una alianza que Victoria creyó destruir. Y en un valle gobernado
26:27por conspiraciones, traiciones y silencios, recuperar una alianza honesta es casi un
26:33milagro. Un milagro necesario para lo que está por venir. El hallazgo de la carta que incrimina
26:40Victoria y José Luis ha cambiado por completo el pulso de Valle Salvaje, y Atanasio lo siente como
26:47una carga que aprieta el pecho con cada latido. Esa mañana, después de horas sin dormir, busca a Matilde
26:54para hablar con ella lejos de cualquier oído indiscreto, la encuentra en la parte trasera
27:00de la casa pequeña, preparando ropa para lavar, con el rostro pálido y los ojos cansados, como si
27:06hubiera pasado la noche luchando contra un fantasma invisible. Tenemos que hablar, dice Atanasio,
27:13en voz baja. Matilde deja lo que tiene entre manos. Siente en su tono algo que la inquieta.
27:21¿Qué ocurrió ahora? Atanasio mira a su alrededor antes de acercarse un paso.
27:28¿He encontrado algo? ¿Algo que puede cambiarlo todo? Matilde lo observa con el corazón acelerado.
27:36¿Bueno o malo? Es una oportunidad, pero también un riesgo enorme, responde él. Ella baja la mirada,
27:45sin saberse alegrarse o temerlo. Atanasio toma aire. Con esta carta, podríamos destruir a los
27:52responsables de todo lo que le han hecho a Luisa. ¿Podríamos hacer justicia por fin? Matilde lo
27:59escucha, pero su expresión se ensombrece. ¿Y qué hay de nosotros? Pregunta con voz temblorosa.
28:07¿Cuándo haremos justicia para nosotros mismos? ¿Cuándo dejaremos de vivir con miedo?
28:12Atanasio siente el golpe directo en el pecho. Metzila. Ella alza la vista y en sus ojos hay más dolor que
28:21esperanza. Tú tienes una misión, una guerra, una deuda con el pasado y yo, yo ya no sé cuánto más
28:32puedo soportar. Atanasio acerca su mano a su mejilla, acariciándola con una ternura que no suele
28:40permitirse. Si quisiera, podríamos marcharnos hoy mismo, susurra. Tú y yo, lejos, a un lugar donde
28:50nadie pueda hacernos daño. Matilde siente las lágrimas brotar. ¿Lo dices en serio? Él asiente. Sí, pero si nos
29:02vamos, la lucha termina. No habrá justicia para Luisa, ni para los demás. Él atraga saliva. ¿Y si
29:11quedamos atrapados aquí para siempre? ¿Y si Victoria nos destruye antes de que puedas hacer algo?
29:18Atanasio cierra los ojos un instante, sabiendo que sus miedos son reales. Haré lo que sea para
29:25protegerte. Lo lloro. Matilde se queda en silencio. Solo el sonido distante del viento acompaña el
29:33momento. Después, en un impulso que nace del miedo y del amor, ella da un paso hacia él, lo toma del
29:41rostro y lo besa. Un beso profundo, desesperado, lleno de una verdad que ninguno había pronunciado
29:49antes. Atanasio responde al beso, rodeándola con los brazos. Por un instante, el mundo desaparece.
29:59No hay cartas. No hay conspiraciones. No hay amenazas. Solo ellos dos y el anhelo de un futuro
30:07posible. Pero el destino o la crueldad del valle interviene sin misericordia. A unos metros, escondida
30:17detrás de una columna del corredor exterior, Victoria Salcedo observa la escena con una expresión que
30:23combina sorpresa, desprecio y una peligrosa sonrisa de triunfo. No hace un sonido. No dice una palabra.
30:33Solo observa. Cuando Matilde y Atanasio se separan, ajenos a la presencia de la duquesa, Victoria da un
30:41paso atrás silencioso y se marcha. Su mente, ya trabajando a toda velocidad, ha encontrado
30:48carne fresca para su crueldad. Ha encontrado el punto débil. Matilde. Ese mismo día, cuando el sol
30:57comienza a ponerse, Matilde siente el impulso de visitar la tumba de Gaspar, quizás para apaciguar
31:04la culpa que aún la atormenta. Pero no sabe que Victoria se le adelanta y la espera allí, lista
31:11para usar el recuerdo del difunto como arma. Y Matilde, inocente, vulnerable, enamorada, aún no
31:20comprende que está entrando en la trampa que Victoria lleva años perfeccionando. Rafael regresa a la casa
31:27pequeña con el gesto endurecido por la rabia y el dolor acumulado. La carta incriminatoria hallada
31:33por Atanasio todavía arde en su memoria. Ha comprendido, al fin con absoluta claridad,
31:41la magnitud de la traición. Su padre quiere que Luisa muera, no por justicia ni por religión,
31:47sino por conveniencia. Ese descubrimiento lo obligó a enfrentar una verdad aún más amarga.
31:55José Luis es capaz de sacrificar cualquier vida, incluida la de una muchacha inocente,
32:01para preservar su poder. Encuentra a Alejo, sentado solo, en el mismo banco, donde últimamente
32:09ha pasado horas enteras sin hablar con nadie, sus ojos vacíos miran al suelo como si buscara
32:16respuestas en la tierra. Rafael se detiene front a él. Tenemos que hablar, dice, sin rodeos.
32:24Alejo apensparpa de, no quiero escuchar más mentiras. No son mentiras, lo corta Rafael. Es la verdad. Y es peor
32:36de lo que imaginas. Alejo levanta finalmente la vista. Hay miedo en sus ojos. ¿Un miedo profundo? ¿Qué quieres
32:45decir? Rafael se sienta junto a él? Suspira, como quien sabe que está a punto de destruir lo poco
32:53que queda intacto entre ambos. La talla por la que acusan a Luisa, no estaba en sus manos por casualidad.
33:01¿Fue colocada ahí? Alejo se tensa. ¿Por qué? Por Tomás, bajo órdenes de victoria, explica Rafael,
33:11y con la aprobación de nuestro padre. El silencio cae como una loza. Alejo abre la boca,
33:19pero no sale sonido alguno. Finalmente logra pronunciar. ¿Mi padre aprobó esto? Si confirmara
33:28Rafael todo fue una conspiración, una sentencia de muerte disfrazada de castigo religioso. Alejo se pone
33:37de pie de golpe, tambaleándose como si el suelo se hubiera movido bajo él. Eso no puede ser. Es mi
33:44padre. Mi padre no es un asesino. Lo es, dice Rafael suavemente, con dolor. ¿Y tú lo sabes? En el fondo,
33:54siempre lo supiste. Alejo se lleva las manos al rostro. Respira agitadamente. Pero, ¿por qué Luisa?
34:04Ella no hizo nada. Ella, ella, solo intentó ayudarme. Sus palabras se rompen. Ella me amó como nadie lo ha
34:15hecho nunca. Rafael se acerca y lo sujeta de los hombros. Precisamente por eso. La eligieron porque
34:24era un blanco fácil. Porque sabían que tú no tendrías fuerzas para defenderla. Cuando creyeras
34:31en su culpa, Alejo se derrumba. Llorando en silencio, la dejé sola. La abandoné cuando más me
34:40necesitaba. Aún no es tarde, afirma Rafael con firmeza. ¿Puedes luchar por ella ahora? ¿Cómo?
34:49Pregunta Alejo. ¿Desesperado? Me tienen vigilado. ¿No me permite entrar? Me prohibirón ferla. Dicen que
34:59ya no tengo ningún derecho. Entonces rompe las prohibiciones, dice Rafael. Habla con la hermandad.
35:07Grita si es necesario. Oblígalos a escucharte. Haz que se sepa la verdad. Si no lo haces,
35:16Luisa morirá convencida de que la traicionaste. Alejo. Aprieta los dientes. La culpa, el amor y la
35:25rabia se mezclan en su interior como un torbellino. ¿No puedo permitir que muera, susurra?
35:31Rafael asiente. Entonces, Luisa, aunque tengas que enfrentarte a nuestro padre, Alejo tiembla.
35:41El miedo a José Luis es profundo, casi instintivo. Si lo hago, me destruirá. Si no lo haces,
35:50te destruirás tú mismo, responde Rafael. El silencio vuelve a envolverlos, pero algo dentro de
35:58lejos cambia. Lentamente levanta el rostro. Sus ojos, aún rojos por las lágrimas, muestran una
36:07determinación nueva, apenas nacida, pero real. Entonces, ¿lo haré? Iré hasta el capitán Escobedo.
36:16¿Lo exigiré ver a Luisa? No importa el castigo. No importa lo que mi padre intente. No la dejaré morir sin
36:26luchar. Rafael aprieta su hombro. Eso es lo que ella necesita. Eso es lo que siempre quiso de ti.
36:36Alejo, respira hondo. ¿Voy ahora mismo? Y así, con el corazón hecho pedazos pero lleno de una nueva
36:44fuerza, Alejo se pone en marcha. Sabe que está desafiando a la persona más peligrosa del valle,
36:52su propio padre, pero esta vez no piensa retroceder. Mientras Alejo corre hacia la sede de la Santa
37:00Hermandad decidido enfrentar a quien sea necesario para ver a Luisa, en la casa pequeña la tensión
37:06emocional continúa creciendo como una tormenta que nadie puede detener. Eva, incapaz de controlar su
37:13rabia y su frustración, estalla contra cualquiera que se cruce en su camino. Su odio irracional hacia
37:21Luisa, alimentado por su resentimiento, su inseguridad y el veneno de las habladurías,
37:28se aviva aún más al enterarse de que Adriana la ha visitado sin permiso.
37:33No entiendo por qué siguen perdiendo tiempo con esa muchacha, grita Eva, golpeando la mesa con
37:40fuerza. Ella nos ha traído desgracias desde que llegó. Francisco, que la ha escuchado desde el
37:48pasillo, se acerca lentamente. Sus ojos, cansados por el miedo y la indignación, se clavan en ella con
37:57una mezcla de tristeza y desaprobación. Eva dice con voz controlada, pero firme. Luisa no tiene la
38:07culpa de nada. Está sufriendo. Y tú, tú estás hablando desde el miedo, no desde el corazón. ¿Desde
38:16el miedo? Responde ella, casi riéndose con amargura. Todo esto es culpa suya. Si ella no hubiera hecho nada,
38:25no estaría en esa celda. Francisco suspira. ¿Se acerca otro paso? ¿Estás ciega por tu propio dolor?
38:35Luisa se sacrificó por nosotros. ¿Y aún así la desprecias? Porque siempre se llevan la atención,
38:43explota Eva. Siempre ella, siempre Adriana, siempre las mismas. Y yo, yo no soy nadie. La última frase
38:53sale como un sollozo disfrazado. Francisco se da cuenta, finalmente, de que su rabia es solo una
39:01máscara. Se acerca y posa una mano suave en su hombro. Eva, tú no eres nadie solo cuando tú decides
39:09serlo. Y estás equivocada con Luisa. Ella tiembla, pero no responde. Cuando la veas, cuando entiendas lo que
39:19estás sufriendo, te arrepentirás de estas palabras, añade él, sin dureza, pero con verdad. Eva aparta la
39:28mirada, como una niña a la que han enfrentado con su propio reflejo. Mientras tanto, en la sede de la
39:36hermandad, Adriana permanece junto a Luisa, sosteniéndole la mano mientras el médico continúa
39:42estabilizándola. La respiración de la joven es tan débil que cada exhalación parece un milagro.
39:49—Por favor, aguanta —murmura Adriana, con lágrimas deslizándose por sus mejillas. De pronto,
39:57un pequeño movimiento en los párpados de Luisa hace que Adriana contenga el aliento.
40:02Luisa, susurró, inclinándose más. La joven llime muy suavemente. Luego, como si luchara desde el fondo
40:14de un abismo oscuro, sus ojos se abren apenas unos milímetros. Adriana deja escapar un grito ahogado
40:21de emoción. Luisa, Luisa, mírame. Estoy aquí. Luisa párpadea, confundida. Sus labios se mueven,
40:33pero no se escucha ningún sonido. El médico se acerca. Está reaccionando, dice. Es buena señal.
40:42Luisa intenta hablar, y esta vez un murmullo casi inaudible llega a los oídos de Adriana.
40:48—Quiero —pausa —respira con dificultad —vivir. Adriana rompe a llorar, pero esta vez no de miedo,
40:58de alivio. —Sí, sí, Luisa, vas a vivir, te lo prometo. El médico sonríe brevemente. Entonces,
41:08tiene posibilidades. Afuera, justo en ese momento, Alejo llega corriendo y grita pidiendo ver a Luisa.
41:16El capitán Escobedo sorprendentemente no se niega. Parece que la carta de Adriana y la presión moral
41:24empiezan a surtir efecto. La puerta se abre. Alejo entra. Y cuando ve a Luisa, viva débiles sus ojos,
41:34pero abiertos, cae de rodillas a pocos pasos de ella. —Luisa, soy yo —susurra,
41:42con lágrimas cayendo sin control. Perdóname. Por favor, perdóname. Luisa intenta mover los dedos de la
41:52mano. Alejo la toma con delicadeza. Y aunque ella no puede hablar, una lágrima rueda por su mejilla.
42:01Es suficiente. Es un milagro. Y así, en la noche más oscura del valle, una chispa de vida vuelve a
42:10encenderse.
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