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Valle Salvaje Capítulo 306 || La grave situación de Luisa mientras Adriana ruega ayuda [AVANCE]
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CortometrajesTranscripción
00:00El capítulo que acabamos de recorrer deja a Valle Salvaje en un estado de tensión extrema
00:19donde cada victoria parece esconder una derrota aún más profunda y donde cada sacrificio abre
00:26nuevas heridas. Luisa ha escapado de las garras de la muerte, pero su cuerpo debilitado y su espíritu
00:32quebrado son testimonio vivo del horror que sufrió en aquella celda. Su salvación no ha sido gratuita,
00:39Alejo ha pagado el precio más alto entregando su libertad, su futuro y la posibilidad de una vida
00:44junto a la mujer que ama. El sacrificio que realizó, empujado por la desesperación, ha marcado un antes
00:51y un después en su historia. José Luis, por su parte, comienza a enfrentar una verdad incómoda,
00:56sus decisiones, sus mentiras y su ambición han destruido a su propia familia. Aunque intenta
01:01aferrarse a la idea del legado, por primera vez se asoma al espejo de sus crímenes y siente el peso
01:08de lo que ha hecho. Victoria, lejos de mostrar debilidad, se aferra aún más a su poder, hundiendo
01:14a quienes amenazan su control. Su crueldad hacia Matilde revela que está dispuesta a aplastar
01:21cualquier atisbo de rebelión, incluso si proviene de alguien que alguna vez consideró parte de la
01:26familia. En medio de estas sombras emergen pequeños destellos de luz, el amor persistente de Alejo y
01:32Luisa, la valentía de Matilde al enfrentarse a su opresora, la determinación de Bárbara y Leonardo
01:39para reconstruir lo perdido y el apoyo incansable de personajes como Adriana Rafael Pepa y Mercedes.
01:46Pero nada de esto borra el peligro creciente que representa Damaso, cuyo regreso promete desatar
01:52un vendaval capaz de derribar incluso los cimientos de la Casa Grande. Así concluye este capítulo con
01:58almas desgarradas secretos a punto de estallar y un valle entero suspendido al borde del abismo.
02:03La celda de la Santa Hermandad permanecía sumida en una penumbra casi irrespirable, un lugar donde
02:10el olor a humedad, encierro y resignación se mezclaba con el frío de las paredes de piedra.
02:16Adriana llegó corriendo seguida de cerca por el capitán Escobedo y el horror que encontró al
02:22cruzar la puerta le arrebató el aliento. Allí, tendida sobre el suelo helado, estaba Luisa. Su cuerpo
02:30y hacía inmóvil su piel tan pálida que parecía cera consumida por la falta de luz. Y su vestido
02:35roto y manchado evidenciaba los días interminables de encierro injusto que había soportado. Luisa
02:41gritó a Adriana arrodillándose de golpe junto a su amiga. Temblorosa tomó su rostro entre
02:46las manos. La piel de Luisa estaba fría, demasiado fría. Sus labios agrietados parecían incapaces
02:52de pronunciar palabra alguna. No reaccionaba, no se movía su respiración, era tan débil que Adriana
02:58tuvo que inclinarse para comprobar si su pecho aún se agitaba. El capitán Escobedo se arrodilló al
03:03otro lado de Luisa y buscó su pulso con dedos firmes pero tensos. Durante unos segundos que
03:09parecieron eternos no dijo nada. Finalmente murmuró, está viva. Adriana exhaló un suspiro ahogado mezcla
03:16de alivio y desesperación. Pero apenas, añadió el capitán, tiene varios días sin comer ni beber. Su
03:23cuerpo se está rindiendo. Adriana sintió que la indignación le quemaba la garganta. Tenemos que
03:29sacarla de aquí, ahora mismo, exigió. No puede permanecer en este agujero inmundo ni un minuto
03:34más. El capitán frunció el ceño. Doña Adriana lo comprendo, pero no puedo liberarla así sin más.
03:41Sigue siendo una prisionera acusada de sacrilegio. Sacrilegio gritó ella con furia. Llaman justicia a
03:49dejar morir a una mujer inocente. A permitir que se consuma en una celda como un animal. ¿Dónde está
03:55el honor de la santa hermandad? Las palabras de Adriana calaron profundo. Escobedo había visto
04:00morir a muchos prisioneros demasiados quizá, pero la mirada de ella, una mezcla de súplica y
04:05determinación, lo obligaba a cuestionar lo que siempre había aceptado sin dudar. Si muere bajo su custodia,
04:12continuó Adriana con voz firme. ¿Cómo explicará que no recibió atención médica? ¿Cómo justificará
04:19la muerte de una mujer sin juicio alguno? El capitán respiró hondo sopesando lo inevitable.
04:24Finalmente cedió. Permitiré que un galeno la examine aquí mismo. Si confirma que su condición
04:29es tan grave como usted dice, consideraré su traslado, pero seguirá bajo arresto. Lo que sea
04:35necesario, respondió Adriana con voz quebrada. Solo sálvenla. Mientras el capitán salía a buscar al
04:41galeno, Adriana se quedó a solas con Luisa. Tomó su mano fría y la apretó como si pudiera
04:47transferirle vida a través del contacto. Luisa, escúchame, susurró dejando que las lágrimas
04:53cayeran libremente. No te rindas. No después de todo lo que has luchado. Piensa en Evaristo,
05:00piensa en Alejo. Piensa en todos los que te amamos. Como si esas palabras fueran un puente
05:05entre la consciencia y la oscuridad, donde Luisa se hundía, sus párpados temblaron. Un gemido
05:11apenas audible escapó de sus labios. Ah, Adriana, sí soy yo, respondió ella acercándose más. Estoy
05:20aquí, no te voy a dejar. Luisa abrió los ojos lentamente. La miró sin creer que fuera real
05:26temerosa de que fuera otra alucinación provocada por el hambre. No deberías haber venido. Este lugar
05:33está maldito. Calla, dijo Adriana, acariciando su frente. No gastes fuerzas. El galeno ya viene.
05:39Pero Luisa negó débilmente. Es tarde. Lo sé. Mi cuerpo ya no quiere luchar. No digas eso,
05:46exclamó Adriana, con una ferocidad que surgió de lo más profundo de su alma. Eres inocente. Voy a
05:51sacarte de aquí, Luisa. Te lo juro por mi vida. La joven exhausta dejó escapar una lágrima solitaria.
05:57Quizá, quizá merezco morir aquí. No rugió Adriana, incapaz de aceptar aquel destino. En ese
06:04instante, su promesa se convirtió en un juramento sagrado. Y mientras el eco de sus palabras resonaba
06:10entre las piedras frías de la celda, el galeno llegaba corriendo, marcando el inicio de una lucha
06:16desesperada por la vida de Luisa. La casa grande respiraba un aire cargado de tensión, como si cada
06:21pared supiera que el equilibrio del poder estaba a punto de romperse. Victoria Salcedo permanecía de
06:28pie junto a esa ventana, mirando el horizonte con una frialdad calculada que solo ella dominaba. Sus
06:34dedos tamborileaban suavemente contra el vidrio, un gesto que delataba la inquietud que trataba de
06:40ocultar. José Luis, por su parte, caminaba de un lado a otro como un animal enjaulado, incapaz de
06:46contener la furia que lo consumía desde la inesperada aparición de Damaso. ¡Ese maldito...! gruñó
06:53finalmente apretando los puños con tanto fuerza que sus nudillos palidecieron. ¿Quién demonios se cree
06:59para irrumpir en mi casa como si fuera suya? Para desestabilizar todo lo que hemos construido,
07:04Victoria se volvió hacia él con una mezcla de serenidad y determinación. La sombra del pasado
07:09había regresado a su vida y sabía que si no mantenía el control, todo podía desmoronarse.
07:16Damaso siempre ha sabido atacar donde duele, respondió con voz baja pero firme. Pero solo
07:22podrá destruirnos si permitimos que nos divida. Esas palabras pesaban, porque aunque nadie lo decía
07:28en voz alta, ambos sabían lo que significaba la presencia de Damaso, un peligro para su matrimonio,
07:33para su poder y para la narrativa cuidadosamente construida sobre la muerte de su primer esposo.
07:39Él había regresado como un fantasma dispuesto a arrancarles el alma.
07:43No sé cuánto tiempo podré contenerme, confesó José Luis, deteniéndose finalmente frente a ella.
07:49Cada vez que lo veo caminar por estos pasillos, siento que la sangre me hierve. Lo sé, respondió
07:54Victoria con una mezcla inquietante de comprensión y manipulación. Pero no podemos actuar precipitadamente.
08:01Él aún tiene cartas que no ha jugado, secretos que no podemos permitir que salgan a la luz. La mención
08:07de los secretos hizo que el silencio los envolviera como una manta helada. Ambos recordaban cada
08:13crimen, cada mentira, cada manipulación que habían cometido juntos. Desde el complot contra
08:18Luisa hasta los intentos de asesinato contra Pedrito pasando por la muerte de Pilara, la lista
08:23era interminable. José Luis apartó la mirada y se dirigió hacia la chimenea, donde las llamas
08:29danzaban reflejando su propio tormento. A veces me pregunto cómo llegamos a este punto, murmuró.
08:36Cómo nuestras vidas se convirtieron en esta maraña de amenazas, chantajes y sombras,
08:41Victoria se acercó por detrás y posó una mano en su hombro. Era un gesto suave, casi maternal,
08:46que contrastaba con la frialdad que la caracterizaba. Llegamos aquí porque quisimos más, dijo sin vacilar,
08:52porque no aceptamos lo que el destino pretendía darnos. Ambicionamos, luchamos y ganamos.
08:57José Luis inhaló hondo, como intentando ahogar un remordimiento que amenazaba con salir a flote.
09:03Durante años había creído que nada podía afectarlo, que todo sacrificio era válido para
09:08preservar su poder. Pero la visión de Luisa desfalleciendo en la celda consecuencia directa
09:13de sus maquinaciones había dejado una grieta inesperada en su conciencia. Victoria, en cambio,
09:18parecía impermeable. Para ella, lo ocurrido con Luisa era un simple movimiento dentro de un tablero
09:24mucho más grande. Su verdadero temor era damaso. Ese hombre conocía su verdadera naturaleza,
09:30sabía demasiado, y ahora caminaba por Valle Salvaje con la determinación de alguien que ha
09:35regresado para reclamar justicia o venganza. Lo único que debemos hacer, continuó Victoria,
09:41es mantenernos unidos. Si él ve una sola fisura entre nosotros, la aprovechará para destruirnos,
09:47para destruir todo lo que hemos levantado. José Luis cerró los ojos un instante. No sé si aún
09:53tengo fuerzas para continuar con esta farsa. Victoria lo miró con una mezcla de sorpresa
09:57y desprecio, disfrazado de lástima. La fuerza no es opcional, José Luis. Si queremos sobrevivir,
10:03debemos mostrarnos implacables. Un silencio denso cayó entre ellos. Entonces, tras un instante de duda,
10:09la duquesa añadió, recuerda que no solo está en juego nuestro nombre, también está en juego el futuro
10:16de todos los que dependen de nosotros. Era una manipulación perfecta, fina, directa. Y funcionó.
10:23José Luis asintió lentamente, recuperando la máscara de dureza que llevaba años usando como
10:28escudo. Afuera, el viento golpeó los ventanales como un presagio. Damaso estaba cerca acechando. Y
10:34aunque la casa grande seguía en pie, ya no era un lugar seguro. El tablero se había movido. El verdadero
10:40peligro apenas comenzaba. La casa pequeña, tan humilde en comparación con la casa grande,
10:45parecía respirar un aire más cálido. Pero ese calor no alcanzaba a San Matilde. En la mesa de
10:50la cocina, el vestido de novia que confeccionaba se extendía como un recordatorio doloroso de un
10:56futuro que quizá nunca llegaría. Intentaba concentrarse en las delicadas puntadas, pero
11:01sus manos temblaban demasiado. Su mente no estaba en la tela, sino en el peso de los secretos que llevaba
11:07encima en la amenaza constante que sabía que la acechaba desde hacía días. La puerta trasera se
11:13abrió con suavidad. Matilde levantó la vista y lo vio entrar Atanasio, tan sigiloso como una sombra
11:19pero tan lleno de luz para ella. Por un segundo, una chispa de alegría cruzó su rostro antes de que
11:25el miedo se lo arrebatara. «No deberías estar aquí», susurró, mirando inquieta hacia la entrada.
11:31«Victoria tiene ojos en todas partes. Si nos descubre juntos…» «Tuve cuidado», respondió él acercándose.
11:36«Nadie me vio entrar». Ella soltó un suspiro tembloroso. Recordaba cada mirada inquisitiva
11:41de Victoria, cada palabra cargada de doble sentido. La duquesa sospechaba algo y cuando
11:48Victoria sospechaba la tragedia, siempre estaba cerca. Atanasio murmuró Matilde con voz rota.
11:55«Ella lo sabe. Puedo verlo en sus ojos». Él tomó sus manos entre las suyas. Tal vez ha llegado el
12:00momento de dejar de escondernos. Matilde entreabrió los labios sorprendida. «¿Qué quieres decir que
12:06he pensado en nosotros, en lo que somos, en lo que podríamos ser? No podemos seguir viviendo
12:12en miedo. Matilde, deberíamos irnos de Valle Salvaje, comenzar una vida nueva lejos de todo
12:17esto». El corazón de ella se detuvo. Era lo que había soñado, lo que había deseado en silencio,
12:22lo que había imaginado en noches interminables, mientras el recuerdo de Gaspar la asfixiaba.
12:28Pero también sabía que pedir libertad en Valle Salvaje era como pedir alas a un prisionero.
12:34«Yo…», susurró. «Siempre pensé que mi lugar estaba aquí». Atanasio la miró con ternura y
12:41grávedad. Y ahora Matilde tragó saliva al recordar todo lo vivido un matrimonio sin amor,
12:47las mentiras de la familia Salcedo, el dolor acumulado, el amor prohibido que había encontrado
12:52en Atanasio casi por accidente. «Ahora entiendo que mi lugar no es un sitio», murmuró ella. «Mi
13:00lugar está donde estés tú». Atanasio sonrió, una sonrisa que prometía libertad, vida futuro. Pero
13:07justo cuando el momento parecía transformarse en una promesa, unos pasos resonaron en el pasillo.
13:14Él se apartó de inmediato. La puerta se abrió de golpe. Victoria Salcedo entró. Sus ojos siempre
13:19afilados escrutaron la escena Matilde junto al vestido de novia. Atanasio, demasiado cerca,
13:25la tensión impregnando el aire como un perfume evidente. Don Atanasio dijo Victoria con una voz
13:31que destilaba veneno disfrazado de cortesía. «Se puede saber qué hace usted». En la casa pequeña,
13:37Atanasio mantuvo una neutralidad admirable. «Doña Victoria, vine a revisar unos documentos que don José
13:44Luis necesita para el inventario». Victoria arqueó una ceja. «En la cocina me indicaron que algunos
13:50registros antiguos estaban en el almacén detrás de esta habitación». Victoria lo observó con el
13:55mismo instinto con el que un depredador evalúa a su presa. Luego, su mirada cayó sobre Matilde,
14:02sobre el vestido, sobre las manos temblorosas. Y algo en su expresión cambió, ya no era solo sospecha,
14:08era sentencia. Matilde dijo con una dulzura falsa que heló la sangre en las venas de la joven.
14:14«¿Sabes qué día es hoy?» Matilde sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. «Para mí es un
14:20día más, Doña Victoria». Victoria entrecerró los ojos. «Hoy se cumple un año de la muerte de mi hijo,
14:25de tu esposo Gaspar. Y dices que es un día cualquiera». El golpe emocional fue devastador.
14:30Matilde palideció. Había olvidado. Lo había olvidado por completo. Victoria se acercó con una
14:36calma aterradora. «Vas a venir conmigo ahora mismo. Visitaremos su tumba y mostrarás el respeto
14:42que su memoria merece». Matilde no tuvo opción. «Sí, Doña Victoria». Antes de salir, Victoria lanzó una
14:49última estocada a Atanasio. «Y usted, don Atanasio, regrese a la casa grande. Será mejor no poner a
14:56prueba la paciencia de mi esposo». Atanasio asintió impotente. Sus ojos siguieron a Matilde hasta que la
15:02puerta se cerró tras ella. Sabía que algo terrible estaba por ocurrir. El camino hacia el Campo Santo
15:08fue silencioso, pero el verdadero tormento comenzó al llegar a la tumba de Gaspar. Victoria se arrodilló,
15:14lloró, habló con su hijo y luego se volvió hacia Matilde con una dureza de acero. Lo que siguió fue un
15:21ataque verbal despiadado, un juicio cruel sobre su duelo, su lealtad y su honor. Cuando Matilde se defendió
15:28hablando de Irene de la verdad sobre la muerte de Gaspar Victoria, respondió con una bofetada
15:33brutal. Aquel golpe no solo marcó su piel, marcó un antes y un después. Porque por primera vez Matilde
15:39no se desmoronó, se mantuvo firme. Y Victoria, al ver ese brillo de rebelión en su mirada, sonrió con
15:45frialdad. «Si intentas huir con él, susurró, te destruiré. Haré que todo el valle te desprecie. La
15:51verdad será lo que yo decida». Matilde sintió cómo el miedo la estrangulaba, pero una chispa ardió en su
15:56interior. Victoria podía vigilar su cuerpo, pero no podía controlar su corazón, ni su deseo de
16:02libertad. La sala principal de la Casa Grande estaba sumida en un silencio inquietante cuando
16:07Leonardo se dejó caer en uno de los sillones con el ceño fruncido y la mirada perdida en un punto
16:13invisible. Su mente era un laberinto de ideas, miedos y certezas que chocaban entre sí. Irene lo
16:20observaba desde la distancia con el corazón encogido. Había acompañado a Leonardo en el viaje a Burgos,
16:25había compartido con él noches de incertidumbre y días de peligro. Y durante ese trayecto, sin
16:31darse cuenta, algo dentro de ella había cambiado para siempre. Por encima de todo, dijo, finalmente
16:38Leonardo rompiendo el silencio, «está el hecho incuestionable de que no voy a aceptar esa boda».
16:44Su voz arrastraba la firmeza de alguien que ya ha tomado una decisión, alguien que no teme enfrentar
16:51consecuencias. «Mi padre puede ordenar, manipular, pero no voy a unirme a nadie que no amo». Irene
16:58tragó saliva. Aquellas palabras sinceras y dolorosamente claras le atravesaron el pecho.
17:04«¿Y cuál es su plan?», preguntó, aunque temía escuchar la respuesta. «Negarme», respondió él con
17:08una simpleza demoledora. «Ya se lo dije. Mi corazón pertenece a Bárbara, a nadie más». Ese nombre,
17:14el nombre que Irene llevaba semanas intentando olvidar, ignorar, arrancar de su memoria. Bárbara,
17:22la mujer que él amaba, la mujer que él seguiría amando hasta el último aliento. Intentó sonreír,
17:28intentó fingir indiferencia, pero sus manos temblaron. Leonardo no lo notó, pero alguien más
17:33oculto en las sombras del pasillo sí lo haría más tarde. «Leonardo», comenzó Irene, pero su voz se
17:39quebró. El silencio que siguió fue insoportablemente pesado. «Tenía que decirlo,
17:44ya no podía guardarlo. Hay algo que necesito que sepa». Él la miró con curiosidad y amabilidad.
17:51Ese fue su error. La amabilidad siempre había sido su condena. «No he tenido el valor antes»,
17:57susurró ella. «¿El valor para qué?», preguntó él. Irene cerró los ojos un instante y al abrirlos
18:02estaban llenos de lágrimas contenidas. «Para hablarle de mis sentimientos». Las palabras quedaron
18:07suspendidas entre ellos como un golpe de viento que apaga una llama. Leonardo parpadeó incrédulo.
18:13Sus sentimientos repitió casi en voz baja. Ella asintió sin poder evitar que las lágrimas escaparan.
18:19«Sé que usted ama a Bárbara. Lo he sabido desde siempre. Pero después del viaje a Burgos,
18:24después de todo lo que pasamos, me di cuenta de que lo que siento por usted ya no es amistad. No puedo
18:31seguir fingiendo». El silencio se volvió insoportable. Leonardo se levantó y caminó hacia la ventana,
18:37Irene creyó que iba a marcharse, pero solo respiró hondo luchando con su respuesta. «Irene,
18:43me siento honrado. De verdad. Pero no puedo corresponderla. Mi corazón ya tiene dueña».
18:48Ella sonrió débilmente entre lágrimas. No esperaba otra cosa. Solo necesitaba que lo supiera.
18:55La conversación habría terminado ahí, pero la tragedia ya estaba en movimiento. Porque mientras
19:00Irene se secaba las lágrimas con dignidad y Leonardo intentaba ofrecer palabras de consuelo,
19:05un pequeño par de ojos observaba desde el pasillo. Pedrito Salcedo, el niño que había visto más
19:12muerte y traición que cualquier adulto en el valle. Y entendió lo suficiente para saber que
19:17su hermana necesitaba escuchar toda esa verdad. Cuando Leonardo salió y el pasillo quedó vacío,
19:23Pedrito caminó con paso decidido hacia la habitación donde estaba su hermana. Bárbara estaba sentada
19:29sola mirando por la ventana como si buscara respuestas en el cielo gris. Bárbara dijo
19:33Pedrito con voz seria. Ella sonrió sin saber aún que el niño traía consigo una verdad que iba a
19:39cambiarle el corazón. «¿Qué ocurre, pequeño?» «Necesito hablar contigo», dijo él tomando asiento
19:44junto a ella. «Es sobre don Leonardo». El semblante de Bárbara se tensó. «No quiero hablar de él». «Pero
19:50tienes que escucharme», insistió Pedrito con una madurez que estremeció incluso a ella.
19:54«Escuché algo, algo importante». Y entonces, con una claridad pasmosa para un niño de su edad,
20:01contó cada palabra que Leonardo le dijo a Irene, cada confesión, cada verdad, que amaba a Bárbara,
20:07que nunca quiso a Irene, que lucharía por ella, aun si eso significaba enfrentarse a su padre.
20:12Bárbara parpadeó incrédula. «¿Cómo sabes todo eso?» «¿Porque escucho?» respondió él sin más. «¿Y
20:19porque nadie parece darse cuenta de que existo? Pero yo veo, yo oigo, y sé que te ama,
20:24Bárbara». La voz del niño se quebró un poco. «Y sé que vas a sufrir si no hablas con él. No
20:30quiero que sufras». Bárbara sintió que el mundo se detenía. El dolor que la había estado consumiendo
20:36durante semanas perdía fuerza, reemplazado por un hilo tembloroso de esperanza. «Pedrito»,
20:42murmuró abrazándolo. «No sabía. Habla con él», insistió el niño. «El amor de verdad no se deja
20:48morir». Sus palabras tan pequeñas y tan inmensas resonaron en el corazón de Bárbara. Y por primera
20:54vez, desde el escándalo del beso, se permitió imaginar la posibilidad de perdonar. La cocina de
21:01la casa grande hervía con el ruido habitual de ollas cucharones y pasos acelerados, pero debajo de
21:07esa apariencia cotidiana se escondía otra clase de tensión. Eva, la cocinera veterana, estaba
21:13plantada en medio de la habitación con los brazos cruzados y una expresión que podía cortar el aire.
21:19Frente a ella, Pepa intentaba mantener la calma mientras Francisco, sentado en una silla,
21:25parecía querer hundirse en ella para desaparecer. Amadeo, por su parte, se debatía entre intervenir
21:31o dejar que la tormenta siguiera su curso. «Lo único que digo», exclamó Eva con voz dura como
21:36una sartén de hierro, «es que necesito un juez imparcial para este concurso de postres».
21:41«Imparcial», se entiende Francisco, respiró hondo. «¿Pero por qué no puedo ser yo ese juez?»,
21:48Eva bufó con ironía. «¡Ay, sí tú! Antes de que empiece ya estarías dándole la victoria a Pepa.
21:53Todos lo sabemos». Francisco abrió la boca para protestar, pero sus mejillas se tiñeron de un
21:58rojo inconfundible. Pepa lo notó y quiso intervenir, pero Eva levantó una mano dramáticamente. «No me
22:05vengas con excusas», añadió la cocinera. «Una competición debe ser seria transparente. Un asunto
22:11de honor profesional». Pepa soltó una risa nerviosa. «Eva solo era un juego. No tiene que
22:16convertirse en una guerra». «No es un simple juego», respondió Eva con los ojos muy abiertos. «Es mi
22:23reputación la que está en juego». «Mi legado», Amadeo intentando calmarla, posó una mano en su hombro.
22:29«Cariño, no hay necesidad de tanta tensión». «Quizá...» «Tú cállate», lo interrumpió ella sin
22:35contemplaciones. «Bastante tengo lidiando con tus ocurrencias como para que ahora me digas cómo
22:40manejar mi cocina». Francisco carraspeó incómodo. «Yo solo digo que nada, tú no dices nada»,
22:45replicó Eva señalándolo con el cucharón. «Tú, don Romeo de los fogones, lo que hiciste fue manipular
22:50a todo el mundo». Pepa arqueó una ceja. «Manipular», y ese fue el instante en el que el mundo se detuvo.
22:56Amadeo soltó un suspiro dramático. Francisco se pasó una mano por el cuello. Eva fingió inspeccionar sus
23:02uñas. «¿Qué quiere decir con eso?», Francisco insistió Pepa, esta vez con un tono que no admitía
23:07evasivas. Francisco tragó saliva. La verdad estaba a punto de salir y no había escapatoria posible.
23:13«Está bien», murmuró finalmente. «Supongo que debo decirlo». Pepa lo miró fijamente. «El torneo de
23:20postres no fue solo para divertirnos», confesó él con voz baja, casi apenada. «Lo organicé a... lo
23:27organicé para distraerte». La respiración de Pepa se detuvo. «Te veía sufrir cada día por Luisa»,
23:32continuó Francisco. «Te veía triste, apagada sin fuerzas». Y pensé, pensé que si te daba algo bonito
23:39en que ocuparte algo dulce, algo que te hiciera sonreír, tal vez podría ayudarte aunque fuera
23:44un poco. Pepa sintió un nudo en la garganta. Sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas, pero no eran
23:49de dolor, eran de profunda gratitud. Eva cruzó los brazos ofendida. «Y yo que... yo solo fui la
23:57marioneta de tu plan». «No fue un plan romántico», balbuceó Francisco, aunque su expresión lo traicionaba.
24:04«Claro que lo fue», espetó Eva, aunque sus ojos brillaban con un destello que sugería algo más cercano
24:10a la ternura que a la rabia. «Pero lo admito, me entretuvo. Y además quedó claro que mi postre es
24:17superior». Pepa no pudo evitar reír entre lágrimas. «Eva gané yo la primera ronda». «Por suerte». «Solo
24:24por suerte, niña», replicó Eva sacudiendo la mano como si espantara moscas. Entre risas reproches
24:30teatrales y el habitual caos culinario, la tensión comenzó a disiparse. Francisco, todavía nervioso,
24:36bajó la mirada cuando Pepa se acercó a él. «¿De verdad hiciste todo eso solo para que yo sonriera?»,
24:44murmuró ella. Francisco asintió sin atreverse a mirarla directamente. No soportaba verte sufrir.
24:50Tenía que hacer algo. Y entonces Pepa lo abrazó. Un abrazo cálido e inesperado que detuvo el tiempo.
24:58Francisco Torpe, como siempre, levantó las manos antes de decidirse a devolverle el gesto.
25:02«Gracias», susurró ella. Eva resopló con exageración. «Ay, por favor, pueden dejar el romance
25:07para después. Tenemos un postre pendiente». Pero nadie le hizo caso. En esa cocina, por primera
25:13vez en días, la risa volvió a llenar el aire. Nadie sabía aún que muy cerca de allí, en la
25:19Santa Hermandad, Luisa estaba al borde de la muerte. Pero por unos minutos, en ese pequeño
25:24rincón de la casa grande, la vida se sintió menos cruel. El galeno terminó de examinar a Luisa bajo la
25:31tenue luz de la celda, y su expresión lo dijo todo antes incluso de pronunciar palabra.
25:37Adriana sintió que el corazón se le hacía trizas mientras observaba al hombre cerrar su
25:41maletín con movimientos graves casi fúnebres. Afuera, en el pasillo, el silencio era tan profundo
25:47que incluso el goteo distante de agua parecía un trueno. Su condición es crítica, declaró
25:53finalmente el galeno mirando al capitán Escobedo, y luego a Adriana. «Deshidratación severa,
25:58desnutrición extrema y principios de neumonía». Las palabras cayeron como piedras. «La celda húmeda
26:04y fría no la dejará sobrevivir mucho más». Adriana sintió que las piernas se le debilitaban. Se aferró
26:10a la pared tratando de contener el temblor de sus manos. «¿Entonces puede salvarla? Puedo
26:15estabilizarla, pero si permanece aquí, no pasará de unos días». Un nudo de angustia subió por la garganta
26:22de Adriana. Miró al capitán Escobedo con desesperación ardiente. «Por favor, déjela venir conmigo.
26:28Yo cuidaré de ella. Lo juro por mi vida». El capitán guardó silencio. La duda en su mirada
26:33era evidente, pero también lo era la carga de responsabilidad sobre sus hombros. «Necesito
26:38garantías», respondió al fin. «Las que quieran o suyas. Necesito garantías de alguien con verdadera
26:45autoridad». Adriana frunció el ceño. «¿Quién el duque de Valle Salvaje?». «Don José Luis Galvez de
26:50Aguirre». «El aire se congeló». «José Luis». El mismo hombre cuya crueldad había llevado a Luisa a esa
26:56celda. El hombre que orquestó cada pieza del complot. El hombre que había usado el poder
27:02de su apellido para destruirla. Adriana sintió que la injusticia le ardía por dentro como un fuego
27:07imposible de extinguir. Quiere decirme que la única persona que puede salvarla es precisamente quien la
27:14condenó. «Así son las leyes», respondió Escobedo. «Si él garantiza su custodia, puedo trasladarla».
27:21Adriana cerró los ojos con fuerza. Sabía que tenía que ir. Sabía que, aunque la idea la revolviera por
27:27dentro, José Luis era la única pieza capaz de mover la balanza. «Iré a hablar con él», declaró con
27:32voz firme. «Y volveré con su garantía». En la casa grande José Luis no sabía que esa conversación estaba
27:38a punto de poner a prueba la última chispa de humanidad que le quedaba. Rafael estaba frente
27:43a él con el rostro marcado por la frustración. «Padre, debe haber algo que pueda hacer. Nadie cree
27:48realmente que Luisa sea culpable». José Luis levantó la vista con gesto cansado pero frío.
27:53«Esa mujer está condenada. La evidencia es clara». «Evidencia». «El testimonio de un ladrón». «Una
28:00talla que nadie la vio tomar». «Rafael, no discutiré contigo. Hay procesos que deben seguirse». Antes de que
28:06pudiera continuar, Alejo irrumpió en la habitación pálido, agotado casi tembloroso. «Padre, Adriana acaba
28:13de llegar. Luisa está muriendo. Si no la sacan de la celda, no resistirá». El gesto de José Luis,
28:18cambió. «No mucho, pero lo suficiente. Una grieta en la armadura. Un destello de algo cercano al
28:26remordimiento». Rafael con voz tensa añadió «Nadie le pide que rompa la ley, solo que use su
28:32autoridad para salvar una vida». José Luis caminó hacia la chimenea. Las sombras oscilaban sobre su
28:37rostro, haciéndolo parecer más viejo, más cansado. «Si hago esto, si intervengo, pondré en duda mi
28:43reputación. Mi apellido». Alejo dio un paso adelante. «Se lo ruego, haré lo que sea». Y ahí fue donde todo
28:50cambió. José Luis se giró lentamente con la mirada afilada y calculadora. «Lo que sea, el silencio se
28:56volvió insoportable». «Si», respondió Alejo, sin dudar. «José Luis avanzó hacia él. Quiero que
29:04regreses a la casa grande, que vuelvas a ser mi hijo, y que renuncies para siempre a la idea de
29:09casarte con esa mujer». Alejo sintió que el mundo se le desplomaba. Era una sentencia, un precio
29:15monstruosamente ilegal para cualquier corazón que amara. «Padre, eso es mi decisión, lo cortó José
29:20Luis. ¿La vida de Luisa o tu vida con ella? Elige». Alejo cerró los ojos. Pensó en Luisa agonizando,
29:27en su sonrisa, en su amor, en su promesa, y supo que no había elección. «Está bien», susurró. «Acepto».
29:34Rafael se llevó una mano al rostro horrorizado. José Luis, en cambio, sonrió satisfecho. Sabía
29:40que elegirías correctamente. Alejo sintió que algo dentro de él se rompía para siempre. Pero
29:45también, muy en el fondo, una nueva y peligrosa determinación empezaba a nacer. Mientras tanto,
29:51en la celda, Adriana sostenía la mano de Luisa. «No te rindas, te lo ruego». Y en ese momento los
29:57pasos del duque resonaron por el pasillo. Luisa viviría, pero a un precio tan devastador que ninguno
30:04de ellos imaginaba cuánto iba a costar. El carruaje avanzaba lentamente por el sendero hacia la casa
30:10pequeña, escoltado por dos guardias y seguido muy de cerca por el caballo de Alejo, cuyo jinete llevaba
30:17el rostro endurecido por un sufrimiento que apenas podía contener. Dentro del carruaje, envuelta en
30:23mantas gruesas, viajaba Luisa, pálida, febril, apenas consciente. Pero viva. Y esa simple palabra,
30:29viva, era lo único que permitía a Alejo seguir respirando. Cuando el carruaje se detuvo frente
30:35a la puerta de la casa, Pepa salió corriendo con las manos temblorosas y los ojos hinchados de tanto
30:40llorar. Mercedes, Adriana y Matilde, aún con la mejilla marcada por el golpe de victoria,
30:46llegaron detrás conteniendo el aliento. Todos necesitaban ver a Luisa con vida para creer que
30:52aquel tormento no había terminado en tragedia. La puerta del carruaje se abrió y Alejo apareció
30:58cargando a Luisa en brazos. Era una imagen devastadora, él agotado con el alma hecha a
31:03pedazos. Ella débil como una hoja en otoño apoyada contra su pecho como algo sagrado.
31:08—Luisa —sollozó Pepa, acercando la mano para tocarla. —Hermana, estás aquí. Estás viva.
31:16Los ojos de Luisa se abrieron apenas lo suficiente para ver malas personas que la rodeaban. Lágrimas
31:22silenciosas rodaron por sus mejillas. No podía hablar, pero su mirada decía,
31:26—Todo estoy aquí. No me rendí. Alejo la sostuvo con más fuerza.
31:31—Ya estás a salvo —murmuró contra su cabello. —Ya pasó todo. Lo peor quedó atrás.
31:37Pero él sabía que no era verdad. Lo peor no había quedado atrás. Lo peor era lo que acababa de hacer,
31:43lo que había sacrificado. Luisa fue llevada a una habitación cálida preparada especialmente para su
31:49recuperación. La chimenea ardía suavemente, las sábanas eran limpias y el aire olía a hierbas
31:55medicinales. Adriana se encargó de acomodarla. Pepa no soltó su mano ni un segundo y el galeno comenzó
32:03inmediatamente a atenderla, revisando su respiración humedad, en la piel, signos de fiebre, todo con una
32:10concentración feroz. Se recuperará, sentenció el galeno tras algunos minutos, pero necesitará descanso
32:15alimentos suaves y cuidados constantes. Su cuerpo ha estado demasiado cerca del límite. Pepa rompió en
32:21lágrimas y abrazó a Adriana. —Gracias, gracias por no dejarla morir. Mientras todas atendían a Luisa,
32:28Alejo permanecía quieto en la esquina de la habitación como una sombra. Su expresión era
32:33una mezcla insoportable de alivio y agonía. Rafael entró poco después y lo encontró allí rígido con
32:40los puños apretados. —Lo lograste —susurró Rafael, poniéndole una mano en el hombro. —La salvaste.
32:46Alejo lo miró con una sonrisa rota. —La salvé… no sé si esa es la palabra. —Claro que sí.
32:51—Está viva gracias a ti —no dijo Alejo con voz casi apagada. —Está viva por el precio que pagué.
32:57Rafael sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Alejo… ¿Qué te pidió padre exactamente? Alejo
33:03tragó saliva, incapaz de mirar a su hermano. Que volviera, pues, a la casa grande. Que retomara
33:09mi lugar como su hijo y que renunciara a casarme con ella. Rafael cerró los ojos. Aquello era peor
33:15de lo que imaginaba. —Dios mío, Alejo. —¿Qué otra opción tenía? —murmuró él. —Si no aceptaba
33:21a Luisa, moría en esa celda. Él lo sabía. Lo usó contra mí. Y yo… yo no podía dejarla morir.
33:28Rafael se acercó más. —Algún día… algún día serás libre. Y ella también. Esto no será para siempre.
33:35Alejo negó con la cabeza. —No importa cuánto tarde. No importa cuánto sufra. No importa cuántas
33:41máscaras tenga que usar frente a él. Mi corazón jamás se alejará de ella. Sus palabras eran un
33:46juramento silencioso. Un juramento que ardía en sus ojos, incluso si su vida estaba condenada a
33:52dividirse en dos, su cuerpo bajo el dominio de José Luis, su alma eternamente ligada a Luisa.
33:58Mercedes, que había estado observando desde la puerta, se acercó a Alejo con la serenidad que
34:03solo quienes han visto demasiadas guerras conocen. —¿Qué tuviste que hacer, cariño? —preguntó con suavidad.
34:08Alejo bajó la mirada, incapaz de soportar la compasión en sus ojos. Lo que cualquier hombre
34:15o cualquier hombre haría por la mujer que ama, respondió en un susurro que llevaba el peso de
34:22una vida entera. Todo. Absolutamente todo. Mercedes le tomó la mano. Entonces sostente. Porque lo que
34:29elegiste cambiará tu destino para siempre. Alejo asintió. No porque estuviera listo, sino porque no
34:35tenía otra opción. Afuera la noche comenzaba a caer sobre Valle Salvaje. Y aunque la casa pequeña
34:42vibraba con el alivio de haber recuperado una vida una sombra más pesada, se fortalecía en la
34:48mansión del duque. La sombra de un padre que acababa de sellar el sacrificio de su hijo. Y la
34:54sombra de un amor que, incluso separado, jamás sería vencido. La noche caía sobre Valle Salvaje como un
35:00manto espeso, cubriendo las paredes de la casa grande con sombras que parecían cobrar vida propia.
35:07En el despacho, José Luis se encontraba frente a la chimenea, bebiendo brandy con movimientos lentos
35:13casi rituales. El fuego iluminaba su rostro revelando una mezcla de satisfacción y algo que,
35:19por primera vez en mucho tiempo, se parecía peligrosamente a la duda. Había conseguido lo
35:24que quería. Su hijo Alejo volvía a la casa grande. Había renunciado a sus planes de casarse con Luisa.
35:30Había cedido. Y, sin embargo, esa Victoria tenía un regusto amargo. Quizá porque, al mirar la celda
35:37de la Santa Hermandad y ver el cuerpo casi sin vida de Luisa José Luis, había sentido algo que
35:43creía muerto en él desde hacía años remordimiento. Victoria entró sin toscar como siempre. Su figura
35:49oscura se recortó contra la iluminación cálida de la chimenea. «He oído lo que hiciste», dijo,
35:54«mientras se acomodaba en el sillón frente a él. Liberaste a la criada». «No la liberé»,
35:59corrigió José Luis. «La trasladé a da arresto domiciliario. Sigue siendo una prisionera. Y Alejo
36:04volverá a casa». Victoria sonrió complacida. «Bien jugado José Luis». «Muy bien jugado». Pero él no
36:10devolvió la sonrisa. Permaneció mirando las llamas. «A veces me pregunto si nos hemos convertido
36:15en monstruos». Victoria frunció el ceño. «¿Por qué dices eso por lo que hicimos, por lo que hemos
36:21permitido que suceda?». «Gaspar está muerto». «Julio también». «Alejo me odia». «Rafael apenas me
36:27tolera». «Y hoy vi a esa mujer agonizando por culpa mía». Luisa pudo haber muerto». Victoria se
36:33levantó y lo miró desde arriba imponente como una estatua tallada en mármol. «Hicimos lo que
36:38debíamos hacer. Por nuestra familia. Por nuestro legado». José Luis negó con la cabeza. «¿Qué legado
36:44queda? Si hemos destruido a quienes deben heredarlo». Victoria dudó. Era la primera vez que veía
36:49grietas tan profundas en la coraza del hombre con quien había construido imperios de intrigas. Así
36:54que con la frialdad que la caracterizaba, cambió de estrategia. El bebé que Adriana lleva en su
37:00vientre dijo suavemente «Ese niño será un nuevo comienzo». Él asintió lentamente, aferrándose a esa
37:06ilusión como un náufrago a una tabla de madera. No sabía, por supuesto, la gran mentira que se
37:11escondía detrás de ese embarazo. Mientras tanto, en otra parte del Valle de Amaso observaba la casa
37:17grande desde un balcón de la casa pequeña. Bajo la luz plateada de la luna, su mirada era la de un
37:22depredador que espera pacientemente el momento perfecto para atacar. Mercedes se acercó a él
37:27con dos copas de vino. «¿Fue un día interesante?», comentó entregándole una. «Muy interesante»,
37:34respondió Damaso. «José Luis ha decidido salvar a la criada. Victoria está nerviosa. Las alianzas
37:41cambian... se desmoronan». «¿Y cuál es su siguiente movimiento?», preguntó Mercedes,
37:46aunque conocía la respuesta. Damaso sonrió con una ferocidad inquietante. «Mi siguiente
37:50movimiento es revelar toda la verdad, todo lo que Victoria ha escondido durante años,
37:55incluyendo la muerte de Pilara». Mercedes sintió un escalofrío recorrerle la espalda. «La justicia
38:01puede ser peligrosa cuando llega tarde». «La venganza», también respondió él levantando su copa. «Pero llega
38:06igual». Brindaron en silencio. El vino brilló como sangre bajo la luna. Mientras la tormenta se
38:12preparaba afuera en la casa grande, alguien más tomaba una decisión. Después de las palabras sabias
38:18de Pedrito, después de la verdad escuchada en secreto Bárbara, caminaba por los pasillos en busca
38:23de Leonardo. No era fácil. Su corazón todavía cargaba con heridas frescas, pero también llevaba
38:30un rayo de esperanza. Lo encontró en la biblioteca. Él la miró sorprendido, casi temeroso,
38:36de que hubiera venido a reprocharle de nuevo. «Tenemos que hablar», dijo ella cerrando la puerta
38:41atrás de sí. Lo que siguió fue una conversación frágil, honesta, necesaria. Bárbara habló del
38:47dolor que sintió al descubrir el beso. Leonardo explicó cada momento, cada arrepentimiento,
38:53cada verdad. Su amor por ella nunca había cambiado. Y por primera vez en semanas, Bárbara permitió que
39:00una sonrisa escapara de su rostro. No era un perdón inmediato, pero era un comienzo. Y en la
39:06casa pequeña, mientras todos trabajaban por estabilizar a Luisa Alejo, miraba por la
39:11ventana con los ojos enrojecidos. Había ganado una batalla, pero perdido algo de sí mismo en el
39:18proceso. Rafael se acercó y puso una mano en su hombro. «Lo que hiciste fue por amor. Algún día
39:26tendrás la oportunidad de recuperarlo». «Mi corazón nunca la dejará», respondió Alejo. «Mi cuerpo podrá
39:32estar bajo el techo de mi padre». «Pero ella es mi vida». Mercedes, aún en la puerta,
39:37escuchó esas palabras y asintió para sí. Aquella historia no había terminado, ni de lejos. En
39:43Valle Salvaje, cada personaje se encontraba en el borde de un precipicio distinto. Luisa recuperándose
39:49lentamente. Alejo sacrificando su libertad. José Luis dudando por primera vez. Victoria preparando
39:55nuevas armas. Damaso afilando su venganza. Bárbara y Leonardo intentando reconstruir lo roto. Matilde
40:02y Atanasio soñando con huir. Irene viviendo con un amor que nunca sería correspondido. El destino
40:08del valle entero pendía de hilos invisibles. Y la noche testigo silenciosa sabía que lo peor aún
40:14estaba por llegar.
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