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#avance #semanalUna #despedida
Avance semanal de ‘Valle Salvaje’: Una despedida y un pacto inesperado, del 3 al 7 de noviembre
La situación de Luisa se complica y Victoria se queda sola en su lucha contra Dámaso, avance semanal de 'Valle Salvaje' del 3 al 7 de noviembre.
El otoño había llegado a Valle Salvaje no como una promesa de descanso, sino como un presagio. El aire, cargado con el olor a hojas muertas y tierra húmeda, parecía susurrar advertencias en cada rincón, desde los lujosos y fríos salones del palacio hasta los ...
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#‘ValleSalvaje’, #avance, #semanalUna, #despedida, #pacto, #inesperado
Transcripción
00:00Avance semanal de Valle Salvaje. Una despedida y un pacto inesperado, del 3 al 7 de noviembre.
00:18La situación de Luisa se complica y Victoria se queda sola en su lucha contra Damaso,
00:24avance semanal de Valle Salvaje del 3 al 7 de noviembre.
00:27El otoño había llegado a Valle Salvaje no como una promesa de descanso, sino como un presagio.
00:35El aire, cargado con el olor a hojas muertas y tierra húmeda, parecía susurrar advertencias
00:41en cada rincón, desde los lujosos y fríos salones del palacio hasta los humildes adoquines de la casa
00:46pequeña. Esta semana, la fina capa de hielo que cubría los secretos más oscuros del valle no
00:54sólo se resquebrajaría, sino que se haría añicos, arrastrando a todos en su caída.
01:01Para Victoria, la duquesa, cada día se había convertido en una batalla por la supervivencia.
01:09Pero la llegada de Damaso, un fantasma de su pasado con una sonrisa cínica y derechos que
01:14ella creía enterrados, no era una batalla, era una sentencia. Para Luisa, la inocencia era un lujo
01:22que ya no podía permitirse. Encerrada en la oscuridad, descubriría que la verdad no siempre
01:28libera, y que a veces, la única salida es una mentira más grande. Y para Adriana, el amor y la
01:36esperanza de una nueva vida se verían empañados por la sombra de una traición tan profunda que
01:40reescribiría toda su historia. La semana comenzaba con una propuesta indecente y terminaba con una
01:48confesión devastadora, tejiendo un pacto de silencio y una alianza forjada en el odio.
01:55Bienvenidos a Valle Salvaje, donde el pasado nunca muere, y siempre vuelve para cobrarse sus deudas.
02:01Lunes, 3 de noviembre, el regreso del fantasma, capítulo 287, la mañana en el palacio Salcedo de
02:11la Cruz se había vuelto gélida, y no por el viento de la sierra. Victoria paseaba por su estudio,
02:19sus dedos rozando la madera noble de su escritorio, incapaz de encontrar la paz.
02:23La presencia de Damaso en el valle era como un veneno lento, y ella sentía sus efectos
02:31paralizantes en cada respiración. La puerta se abrió sin previo aviso. No era un sirviente,
02:38era él. Damaso entró con la confianza de quien se sabe dueño del lugar. No había rastro del hombre
02:46derrotado que ella recordaba. Este era un depredador que había olido la sangre.
02:50—¡Victoria, querida, luz es pálida! —dijo él, su voz aterciopelada llenando el silencio.
02:59—¿Qué quieres, Damaso? ¿Cuánto dinero necesitas para desaparecer de mi vista? —replicó ella,
03:07su voz temblando de una furia que apenas lograba disimular.
03:12Él soltó una risa corta, una risa que le erizó la piel. Se acercó, deteniéndose apenas un palmo de
03:20ella, invadiendo su espacio. —Dinero. El dinero es tan vulgar,
03:26victoria, y tan temporal. He tenido tiempo de pensar, muchos años.
03:32—Y me he dado cuenta de que cometí un error al dejarte ir. Tú no me dejaste ir.
03:37—Yo te he CHE con acento agudo —escupió ella.
03:41—Los detalles son irrelevantes. Continuó él, su mirada recorriéndola, desnudándola de su título y su
03:49poder. —Lo que importa es el ahora. Y ahora, quiero volver a estar contigo. La bofetada resonó en la
03:57habitación, seca y violenta. Pero Damaso ni siquiera parpadeó. Simplemente se tocó la mejilla,
04:05una sonrisa torcida dibujándose en sus labios. —Eso no ha cambiado. Sigues teniendo esa chispa.
04:13Pero la propuesta es seria, victoria. —Quiero recuperar mi lugar, a tu lado.
04:20—¿Como tu marido? Estás loco. Estoy casada con José Luis. Soy la duquesa de Valle Salvaje.
04:27—Tú eres muchas cosas, victoria. Y yo conozco cada una de ellas. Su voz bajó a un susurro amenazante.
04:34—Sé quién eres. Sé lo que hiciste para llegar aquí. Sé, lo de Adriana. El mundo de victoria se
04:43tambaleó. El aire abandonó sus pulmones. Él lo sabía. El secreto que la mantenía en pie,
04:49el pecado original de su nueva vida, estaba en manos del único hombre capaz de usarlo.
04:57—Piénsalo, querida. Tú y yo, juntos. Como antes. O la duquesa se desmorona y todos descubren a
05:04la asesina que se esconde tras la seda. Se marchó tan silenciosamente como había
05:10entrado, dejando a Victoria aferrada al escritorio, su corazón latiendo con la fuerza de un animal
05:16enjaulado. Estaba acorralada. Necesitaba a José Luis. Pero José Luis tenía sus propios demonios.
05:24El encuentro con Damaso no se hizo esperar. Fue en los establos, el olor a heno y cuero mezclándose con
05:33la tensión palpable entre los dos hombres. —Duque —saludó Damaso, con una inclinación de cabeza apenas
05:41perceptible, insolente. —No eres bienvenido aquí —respondió José Luis, su voz plana, fría como el acero.
05:50—Oh, creo que se equivoca. —Este valle guarda mucho de mí. Mucho más de lo que usted cree.
05:59Damaso se acercó a Corcel, el caballo favorito del duque, y le acarició el hocico.
06:05—Una hermosa bestia, fuerte, noble, pero incluso el semental más orgulloso puede ser.
06:13—Domado, o reemplazado. José Luis se volvió lentamente. Su mirada era letal.
06:18—¿Me estás amenazando? —Yo no, solo hago una observación. Es sorprendente como un hombre de
06:26su linaje, de su alcurnia, terminó atándose a una mujer como Victoria. Aunque, pensándolo bien,
06:34Damaso sonrió, y el veneno goteó de sus palabras, supongo que es una mejora.
06:40—He oído que su primera esposa, esa tal Pilar, era de cuna tan baja que casi se podía oír el barro
06:47crujir bajo sus pies al caminar por el palacio. La mano de José Luis voló hacia la empuñadura de
06:54su fusta, sus nudillos blancos, jamás. —Vuelvas a mencionar a mi esposa. ¿A cuál de ellas? Se
07:04burló Damaso, a la muerta o a la que compartimos. La explosión fue inevitable. José Luis se abalanzó
07:12sobre él, pero Damaso, más rápido, lo esquivó, y la fusta golpeó el poste de madera con un sonido
07:19sordo. —Cuidado, Duque, la rabia no es buena consejera. Y usted tiene mucho que perder. Yo.
07:27—Yo ya lo he perdido todo. Eso me hace peligrosamente libre. Mientras el palacio ardía en
07:33silenciosas batallas, don Hernando, ajeno o indiferente, tejía sus propias redes en la corte.
07:41La gran fiesta para presentar a Leonardo y Bárbara estaba en marcha. Para Bárbara,
07:47cada prueba de vestido, cada elección de joya, era una tortura. Se sentía como un animal premiado
07:55antes del sacrificio. Leonardo, a su lado, compartía su miseria. —No podemos hacer esto, Leonardo,
08:04susurró ella, mientras una costurera ajustaba el encaje de su vestido.
08:07—Mi padre no nos da opción, Bárbara. Cree que esto, esta farsa, te protegerá, nos protegerá a
08:16todos. —¿Protegernos? rió ella, una risa sin alegría. Esto es un escaparate. Nos exhibe para que
08:24todos vean que seguimos bajo su control. En la casa grande, Adriana sentía una angustia que no lograba
08:31definir. Se aferraba a su vientre, buscando la calma que su hijo nonato solía darle, pero la
08:37inquietud por Bárbara era demasiado fuerte. —No sé qué le pasa, Rafael. Le confesó a su esposo,
08:46mientras paseaban por el jardín de rosas, ahora mustias. —Está errática, sus ojos, están vacíos.
08:55—Tranquila, mi amor. Ha pasado por un infierno. La fiesta, la presión de don Hernando. Es normal
09:03que esté desubicada. Intentó calmarla Rafael. Pero Pedrito, que barría las hojas secas del
09:11sendero, no estaba tan seguro. La señora Bárbara habla sola. —Señorito Rafael. Intervino en voz
09:18baja. El otro día, la vi junto al pozo. Miraba el agua y… y sonreía, pero no era una sonrisa
09:27bonita. Daba miedo. El miedo era un visitante frecuente en el valle. Matilde lo sintió cuando
09:35Damaso se le acercó en la plaza del pueblo. —Era la segunda vez esa semana. —Perdone,
09:41señorita. Dijo él, con esa falsa amabilidad que ya la ponía nerviosa. —Sigo buscando
09:49información sobre un joven llamado Gaspar. Me han dicho que usted… que usted lo conocía
09:55bien. La intensidad de su mirada, la forma en que pronunció el nombre. —Gaspar, no,
10:03no sé de quién me habla. Mintió Matilde, retrocediendo. Un joven que trabajaba en el
10:09palacio. —¿Qué? Murió. Mucha gente muere en el valle, señor. Ahora, si me disculpa.
10:18—Huyó, su corazón desbocado. Corrió a la sacristía, buscando a Atanasio. Atanasio,
10:26ese hombre, el forastero. El que se hospeda en la posada. No deja de preguntarme por Gaspar.
10:33Está obsesionado. Atanasio frunció el ceño. —¿Por Gaspar? ¿Por qué? No lo sé. Pero hay algo en él.
10:43Algo oscuro. Mientras tanto, Alejo libraba su propia batalla. Se enfrentaba a la Santa Hermandad,
10:51un muro de burocracia y prejuicios. —Luisa es inocente —gritó,
10:57golpeando la mesa del investigador. Fue Tomás. Él la incriminó. —Señorito Alejo, cálmese. El
11:05testimonio de Atanasio sobre ese tal Tomás es vago. Vio a un hombre merodeando, sí.
11:12Pero la talla robada se encontró en la casa pequeña. En las pertenencias de Luisa.
11:17—Las pruebas son las pruebas. Las pruebas están manipuladas. Tomás ha desaparecido. ¿No les dice eso
11:25nada? Nos dice que quizás tuvo un cómplice. La versión oficial comenzaba a tener grietas,
11:31pero eran pequeñas. Demasiado pequeñas. En las cocinas del palacio, Isabel sentía cómo sus sospechas
11:40se convertían en certezas. Eva y Amadeo eran demasiado cercanos, se protegían con una ferocidad
11:48que no era de simples compañeros. Un error banal. Amadeo quemó una salsa y Eva se echó la culpa al
11:56instante. Con una rapidez casi ensayada, fue la gota que colmó el vaso. Francisco lo llamó a la ordenanza,
12:06arrinconándolo en la despensa. Dime la verdad. Esos dos son hermanos.
12:10—Señora Isabel, yo no. Mírame a los ojos, Francisco. Llevo toda mi vida sirviendo a esta
12:18familia, sé leer las mentiras. Son los hijos de...
12:22—¡Calle, por el amor de Dios! Susurró él, aterrado. Sí, son hermanos, pero si esto se sabe.
12:31Si la duquesa, Isabel asintió, su rostro una máscara de piedra. La verdad era más pesada
12:40de lo que había imaginado. Esa noche, la desesperación llevó a Victoria a los aposentos
12:46de su marido. Lo encontró leyendo junto al fuego, ajeno a la tormenta que se cernía sobre ella.
12:54—José Luis, tienes que ayudarme. Su voz era un ruego.
12:57—Damaso, me ha amenazado. Sabe cosas. Cosas que pueden destruirnos. Quiere que
13:05vuelva con él. José Luis levantó la vista de su libro.
13:10—Sus ojos eran dos témpanos de hielo. ¿Destruirnos, Victoria? ¿O destruirte a ti?
13:17Es lo mismo, somos marido y mujer.
13:21—Somos un contrato. Replicó él, cerrando el libro.
13:24—Un contrato que firmé para salvar mi patrimonio, y que tú firmaste para obtener un título.
13:32No incluía la gestión de tus antiguos amantes. No es un amante. Fue mi marido. Y te está
13:38insultando a ti tanto como a mí. Ha mencionado a Pilar.
13:43El nombre de su primera esposa vibró en el aire. La mandíbula de José Luis se tensó.
13:47—Lo que ese hombre diga sobre mi difunta esposa me tiene sin cuidado. Es el ladrido de un perro
13:54sarnoso. Pero tu pasado, Victoria, se levantó, imponente. Es tuyo. Lidia con él. A mí no me
14:04involucres. La dejó sola en mitad de la estancia. Sola, acorralada y sin aliados. En la casa pequeña,
14:12la desolación era absoluta. Pepa, con la mirada perdida, mecía una cuna vacía. El dolor por la
14:21marcha de Martín y la detención de su hermana convirtiéndola en un fantasma. Luisa, en su celda,
14:29se abrazaba las rodillas, el frío calándole los huesos. Alejo, derrotado, tomó la última ruta que le
14:36quedaba. Se presentó en el despacho de su padre, el duque. Padre, dijo, su voz ronca. Sé que no
14:46estamos en buenos términos. Sé que me desprecias por, por amar a quien amo. Pero te lo suplico,
14:53no por mí, por ella. Luisa es inocente. Tienes el poder de hacer que te escuchen. Por favor,
15:00salva su vida. José Luis lo miró, su rostro impasible. La justicia debe seguir su curso.
15:08Alejo, esto no es justicia, es un asesinato. Si no la ayudas. Te juro, padre, que jamás te lo
15:17perdonaré. Salió dando un portazo. José Luis se quedó mirando el fuego, su expresión indescifrable.
15:24Martes, 4 de noviembre. El precio del silencio, capítulo 288. La angustia por Luisa se había
15:34convertido en una niebla espesa que lo cubría todo. Cada minuto que pasaba en esa celda inmunda
15:41era un ladrillo más en el muro de su condena. Alejo no había dormido. Caminaba por los jardines
15:49del palacio, ahora muertos por la escarcha, sintiendo la mirada de su padre como una sentencia.
15:56Ha puesto todas sus esperanzas en mí, ¿y yo qué he hecho? Murmuraba para sí mismo.
16:04He suplicado, he rogado al hombre que me odia. Sabía que la clave era Tomás. ¿Dónde estaba? ¿Por
16:10qué desaparecer así, dejando la talla, esa prueba irrefutable, en la habitación de Luisa? No tenía
16:17sentido. A menos que el objetivo nunca fuera el robo, sino la inculpación. Alguien quería a Luisa
16:24fuera de juego. ¿Pero quién, y por qué? El miedo también atenazaba a Leonardo e Irene. La fiesta
16:33de don Hernando se acercaba, y la idea de sonreír y fingir una felicidad que era veneno puro los
16:38enfermaba. No podemos ir, Irene. Dijo Leonardo, encontrándola en la biblioteca. Después de lo
16:47de Bárbara. Es una burla, lo sé, pero tu padre, comenzó Irene. Mi padre es un monstruo, y es el
16:56único monstruo que nos mantiene a flote. Replicó ella, su voz quebrándose. ¿No lo entiendes? Nos
17:04tiene. Pero don Hernando no dejaba cabos sueltos. Convocó a Irene a su despacho. Su tono no fue duro,
17:12sino suave, paternal, lo cual era infinitamente peor. Irene, querida. Sé que estás sufriendo,
17:21sé que esta farsa te resulta. Desagradable. Dijo, sirviéndole una copa de Jerez que ella no tocó.
17:30Pero piensa en Bárbara. Está rota. Necesita ver que la vida sigue, que hay estabilidad.
17:37Esta fiesta, esta alianza entre nuestras familias, es el ancla que ella necesita para
17:42no dejarse llevar por la corriente. La manipulaba con maestría, usando su amor por
17:49Bárbara como un arma contra ella. Si ella te ve dudar, si te ve infeliz.
17:55Se hundirá. ¿Es eso lo que quieres, Irene? ¿Verla hundirse de nuevo? Irene bajó la mirada, derrotada.
18:05Las lágrimas de rabia e impotencia quemaban sus ojos. No, señor. No es lo que quiero.
18:11Entonces, sonrió él, satisfecho. Te veré en la fiesta. Espléndida, como siempre.
18:21Leonardo, mientras tanto, intentaba su propio acercamiento. El dolor de Bárbara era su dolor.
18:29Llamó a la puerta de su habitación. Bárbara, soy yo. Por favor, ábreme. Déjame. Déjame estar contigo.
18:37El silencio fue su primera respuesta. Luego, una voz rota, ahogada. Vete. Bárbara, por favor.
18:47No tienes que pasar por esto sola. La puerta se abrió de golpe. Bárbara estaba allí, envuelta en
18:54una bata, su cabello un caos, sus ojos hinchados y salvajes. ¿Sola? Rió, una risa histérica. Estaba
19:04sola allí, Leonardo. ¿Dónde estabas tú? ¿Dónde estaba tu padre? Yo no lo sabía. Te lo juro. Pero
19:12él sí. Tu padre lo permitió. Y ahora quieres que vaya a una fiesta y sonría a tu lado. Su voz se
19:19convirtió en un grito desgarrador. Tu presencia, tu cara, me recuerdan a él. A lo que me hizo. Me haces
19:28daño. Ahora vete. Por favor, vete. Cerró la puerta en su cara. Leonardo se quedó allí, inmóvil,
19:37sintiendo cómo cada palabra lo había desollado vivo. El amor que sentía por ella era ahora una
19:44fuente de dolor. La impotencia unió a los desesperados. Adriana, a pesar de su embarazo y
19:52de las advertencias de Rafael, tomó una decisión. No podemos quedarnos aquí. Alejo, prepara el
20:00carruaje. Adriana, ¿qué haces? Preguntó Rafael, alarmado. Vamos a la cárcel. Vamos a testificar.
20:08Los tres. Rafael, tú eres el hijo del duque. Alejo es el hijo del duque. Y yo soy. Yo soy
20:16Adriana. No van a ignorarnos. No pueden. El viaje fue tenso y silencioso. El edificio de la prisión
20:23se alzaba como un monolito gris contra el cielo plomizo. Mientras ellos luchaban por la justicia,
20:31José Luis se ocupaba de la suya. Abandonó el valle al amanecer, solo, embozado en una capa oscura.
20:40Cabalgó durante horas hasta un cruce de caminos olvidado, donde un hombre sin rostro lo esperaba
20:45junto a un caballo sudoroso. ¿Traes lo que te pedí? Preguntado José Luis, sin bajarse del caballo.
20:53El hombre asintió. ¿Y el dinero? José Luis le lanzó una pesada bolsa de cuero. El tintineo de
21:02las monedas fue obsceno en el silencio del campo. Aquí hay más de lo acordado. Dijo el duque. Quiero
21:10que el asunto quede zanjado. Para siempre. Que no quede ni rastro. Ni de él, ni de su recuerdo.
21:18Descuide, duque. Cuando yo termino un trabajo. Es como si nunca hubiera existido. Eso espero.
21:26Por tu bien. José Luis dio media vuelta y espoleó a Corcel, desapareciendo en la niebla
21:31matutina. No miró atrás. Había pagado para enterrar un fantasma. Pero en Valle Salvaje,
21:39los fantasmas no se entierran con dinero. La sombra de Damaso, mientras tanto, crecía y
21:46crecía sobre el palacio. Victoria lo sentía en cada pasillo. Intentó ofrecerle dinero de nuevo,
21:54joyas, una propiedad en el extranjero. Él se rió en su cara. No entiendes nada, Victoria. Yo no
22:02quiero tus cosas. Te quiero a ti. Quiero mi vida de vuelta. La desesperación de Victoria se volvía
22:10peligrosa. Cueste lo que cueste, se dijo. Tengo que deshacerme de él. Sus ojos se posaron en el
22:18escritorio. En el cajón cerrado con llave donde guardaba el laudano. Damaso, ajeno a los planes
22:25de Victoria, seguía con su propia obsesión. Gaspar. Estaba convencido de que Matilde mentía.
22:33La esperó a la salida de la iglesia. Señorita, por favor, dijo, su tono más duro esta vez.
22:42Sé que conocí a Gaspar. Sé que eran cercanos. Le he dicho que me deje en paz.
22:47Matilde intentó esquivarlo, pero él la bloqueó. Escúchame, niña. La agarró del brazo. Su fuerza
22:55la sorprendió. Necesito saber qué le pasó. Necesito saber la verdad. ¿Por qué? ¿Qué le
23:03importa a usted un simple criado? Damaso la miró, y por primera vez, Matilde no vio oscuridad en sus
23:10ojos, sino un dolor profundo, casi demencial. Porque ese simple criado, su voz,
23:17se quebró. Punto era mi hijo. Matilde ahogó un grito. Dios mío, su hijo, el misterioso hombre
23:26que la acosaba era el padre de Gaspar. El mundo, una vez más, se ponía del revés.
23:33Miércoles, 5 de noviembre. El peso de la soledad. Capítulo 289.
23:39Victoria estaba al límite. La revelación de Damaso a Matilde se extendió como la pólvora por el
23:47servicio, llegando a sus oídos a través de una doncella asustada. Dice que Gaspar era su hijo,
23:55duquesa. Ahora todo cobraba sentido. La obsesión, la negativa a irse. No era solo por ella. Era por el
24:04hijo que nunca conoció. Esto lo hacía mil veces más peligroso. Ya no era un chantajista. Era un
24:11hombre con una misión. Se sentía atrapada. La presencia de Damaso era física, opresiva.
24:19Él desayunaba en el gran comedor, usaba la biblioteca, daba órdenes a los criados como si
24:25los 20 años de ausencia hubieran sido solo un mal sueño. Como si nunca se hubiese ido,
24:32pensó Victoria con un escalofrío. Buscó a José Luis con la mirada durante el desayuno.
24:39Necesitaba, si no su ayuda, al menos su complicidad. Un frente unido. Pero él ni siquiera la miró.
24:47José Luis, tenemos que hablar. Insistió ella, siguiéndolo a su despacho. No tenemos nada de
24:53qué hablar, Victoria. Se está comportando como el dueño del palacio. Dice que Gaspar era su hijo.
25:01Está descontrolado. José Luis se volvió, su paciencia rota. ¿Y qué esperabas? ¿Que tu pasado
25:09simplemente se desvaneciera? Te dije que te hicieras cargo, Victoria. Si no puedes controlar a un solo
25:16hombre, quizás el título de duquesa te queda grande. ¿Cómo te atreves? Me atrevo porque estoy
25:23harto. Dijo él, su voz baja y cargada de desprecio. Harto de tus secretos, de tus miedos. Creí que eras
25:33más fuerte. Me equivoqué. Ahora, déjame. Tengo asuntos importantes que atender. Su reacción fue
25:41peor que un grito. Fue la indiferencia. El portazo de su despacho resonó en el pasillo
25:48como el último clavo en el ataúd de su alianza. Victoria se apoyó contra la pared, sintiendo un
25:56vacío aterrador. El hombre por el que había arriesgado todo le daba la espalda. Estaba sola,
26:03más sola que nunca. El sentimiento de estar atrapado era compartido. Irene y Leonardo se
26:09preparaban para la fatídica fiesta. Ya no había debate. La manipulación de don Hernando había
26:16surtido efecto. Iremos, dijo Irene, su voz monótona, mientras se probaba un collar de esmeraldas.
26:25Sonreiremos y fingiremos que el mundo no se está cayendo a pedazos. Leonardo la miró.
26:30El amor que había sentido por Bárbara, esa pasión arrebatadora, se había transformado en algo más
26:39sombrío. Una mezcla de culpa y una necesidad feroz de protegerla. Ya no se trata de nosotros,
26:47¿verdad? Dijo él, más para sí mismo que para Irene. Ni siquiera de lo que siento por ella. Se trata
26:54de mantenerla a salvo. De él, de mi padre. Sí, Leonardo, confirmó Irene, su mirada encontrándola
27:03de él en el espejo. Se trata de eso. De protegerla del daño que nosotros, con nuestro amor, hemos
27:12ayudado a causar. La tarde trajo consigo un nuevo sobresalto. Un jinete llegó al valle, su caballo
27:20cubierto de sudor y polvo. No era un viajero cualquiera. Era el capitán de la Santa Hermandad,
27:28el hombre que tenía el destino de Luisa en sus manos. Alejo y Adriana, que volvían desolados de
27:35su infructuoso intento de testificar en la cárcel, les habían negado la visita, lo vieron llegar a la
27:41plaza. Capitán, gritó Alejo, corriendo hacia él. Por favor, díganos algo. ¿Trae noticias?
27:51El capitán desmontó, su rostro grave, curtido por el sol y la preocupación. Señorito Alejo,
27:59señora Adriana. Sí, traigo noticias. La investigación ha concluido. Adriana contuvo el aliento, su mano
28:08volando a su vientre. Alejo la sostuvo, y bien, presionó Alejo. Hay una decisión de las autoridades.
28:18La tensión era insoportable. Adriana miró a Alejo, sus ojos llenos de una pregunta silenciosa que ambos
28:26compartían. ¿José Luis? ¿Había intercedido el duque? ¿Había usado su poder para salvar a la mujer que su
28:33hijo amaba, o la había usado para librarse de ella, para alejar a Alejo de esa criada que tanto
28:40despreciaba? En la casa pequeña, Pepa se había unido a ellos, sus ojos fijos en el capitán, esperando un
28:49milagro. El capitán se quitó el sombrero, un gesto de respeto, o de pésame. La decisión está tomada.
28:58Teniendo en cuenta las pruebas halladas, y la falta de otros sospechosos. Hizo una pausa,
29:07y el mundo pareció detenerse. Hable ya, por el amor de Dios. Explotó Alejo. Luisa ha sido
29:14declarada culpable del robo. Será trasladada a la prisión de la capital al amanecer para cumplir su
29:21sentencia. No, no. Adriana soltó un sollozo que se convirtió en un grito ahogado. Cayó de rodillas,
29:31el polvo de la plaza manchando su vestido. No, es mentira, ella es inocente. Alejo se quedó
29:39paralizado. El aire le faltaba. Era una pesadilla. Miró al capitán, buscando un resquicio de duda,
29:47pero solo encontró lástima. Lo siento, señorito, la ley ha hablado. Se marchó,
29:55dejando tras de sí un silencio roto solo por el llanto desgarrador de Adriana y el grito mudo de
30:01Alejo. Las consecuencias habían llegado, y eran irrevocables. Jueves, 6 de noviembre. La visita y
30:09la huida, capítulo 290. La noticia cayó como plomo en la casa pequeña. No habría liberación. No había
30:18esperanza. La sentencia era firme. Alejo estaba fuera de sí. Rompió un jarrón. Volcó una silla.
30:29Es él. Es mi padre. Rugía. Sus ojos inyectados en sangre. Le supliqué. Y esta es su respuesta. No
30:36solo no la ha ayudado, sino que se ha asegurado de que la condenen. Quiere destruirme. Quiere que
30:42ella se pudra en la cárcel para separarla de mí. Adriana, sentada en un rincón, temblaba
30:49incontrolablemente. El llanto se había secado, dejando paso a un miedo frío. Alejo, no, no puede
30:58saberlo. Lo sé. Conozco a mi padre. Esto lleva su firma. Rafael observaba a su esposa. Estaba pálida
31:06como la cera, sus manos aferradas a su vientre con una fuerza que lo asustó. La angustia la estaba
31:13consumiendo, y con ella, a su hijo. Basta, Alejo, dijo Rafael, su voz firme. Culpar a mi padre no la
31:23ayudará. Se volvió hacia Adriana y le tomó el rostro entre las manos. Adriana, escúchame. Tienes
31:32que verla. Tienes que despedirte, o esta incertidumbre te matará. No nos dejarán entrar. Lo intentamos
31:39ayer. Ayer yo era Rafael. Hoy, dijo él, su rostro endureciéndose con una determinación
31:46que ella rara vez veía. Soy el hijo del duque. Y tú eres mi esposa. Nos dejarán entrar.
31:54Cumplió su palabra. La autoridad en su voz, el peso de su apellido, abrieron las puertas
31:59de la prisión que antes les habían cerrado. El carcelero, oscó, los guió por pasillos húmedos
32:08y oscuros hasta una pequeña sala de visitas, dividida por unos barrotes oxidados.
32:15Cinco minutos, y sin contacto, gruñó el guardia. Adriana se acercó, su corazón latiendo con fuerza.
32:22Entonces, la vio. La mujer que llevaron arrastrando dos guardias no era Luisa. No la amiga vibrante y
32:32terca que conocía. Era un espectro. Su cabello estaba sucio y apelmazado, su vestido de criada
32:40rasgado. Tenía un cardenal oscuro en la mejilla y sus ojos. Sus ojos estaban vacíos, muertos.
32:48Luisa, susurró Adriana, sus manos aferrándose a los barrotes. Luisa levantó la mirada lentamente.
32:59No había reconocimiento. Solo un vacío infinito. Adriana. Su voz era un graznido seco.
33:06Dios mío. Luisa. ¿Qué te han hecho? Las lágrimas brotaron de nuevo. Estamos aquí. Alejo te ama.
33:12Estamos luchando. Tienes que ser fuerte. Dinos la verdad. Fue Tomás. Lo sabemos.
33:20Luisa la miró, y por un segundo, una chispa de la antigua Luisa pareció volver. Pero fue
33:26reemplazada por una mueca que podría haber sido una sonrisa. No. No hay nada por lo que luchar. No digas
33:34eso. No te rindas. Vete, Adriana. Vete a casa. Olvídate de mí. No. No me iré hasta que me digas
33:43qué ha pasado. ¿Te han amenazado? Te han... Pegado. El guardia golpeó los barrotes con su porra. Se acabó
33:52el tiempo. Luisa, por favor. Vete. Gritó Luisa, con una fuerza repentina que sobresaltó a Adriana.
34:02Déjame en paz, simplemente. Déjame. Los guardias la arrastraron de vuelta a la oscuridad. Adriana
34:10se quedó allí, temblando, incapaz de procesar lo que había visto. La habían quebrado. Habían matado
34:19a su amiga, dejando solo el cascarón. Rafael tuvo que sostenerla para sacarla de allí. La visita no
34:27le había dado paz. Le había robado la última pizca de esperanza. Mientras Adriana se enfrentaba a esa
34:32oscuridad, Isabel se enfrentaba a la suya. La verdad sobre Eva y Amadeo la había destrozado. No
34:41era solo el hecho de que fueran hermanos, era la mentira. La mentira de Francisco, en quien confiaba.
34:49La mentira de una casa, la de los Salcedo de la Cruz, a la que había dedicado su vida entera.
34:56Se miró al espejo de su austera habitación. Vio a una mujer vieja, cansada, cómplice de secretos
35:02que no eran suyos. He construido mi vida sobre cimientos podridos, pensó. La culpa la ahogaba.
35:10Culpa por no haberlo visto antes. Culpa por haber servido a una familia. ¿A Victoria? ¿Cómo
35:17podía seguir sirviendo a una mujer que guardaba secretos tan oscuros? ¿Y cómo podía proteger
35:22a esos dos chicos, ahora que sabía la verdad? Tomó una decisión, radical, la única que le
35:30quedaba. No era una liberación. Era una huida. No escribió una nota. No se despidió de nadie.
35:38Cogió su pequeño bolso de ahorros, se puso su chal más discreto y, al amparo del cambio
35:43de guardia, salió por la puerta de servicio. Caminó sin mirar atrás, desapareciendo en
35:50el crepúsculo. Se liberaba del pasado, pero también abandonaba a los únicos que habían
35:55confiado en ella. La noticia de su huida no tardaría en llegar. Pero antes de eso,
36:02la amenaza de Damaso propició una de las alianzas más inesperadas del valle.
36:06Mercedes interceptó a Victoria en el salón principal. Duquesa. Victoria la miró con
36:13cansancio. Ahora no, Mercedes. Creo que sí. Dijo Mercedes, su voz baja y urgente. Ese hombre,
36:23Damaso. No solo es una amenaza para usted. Victoria arqueó una ceja. Ah, no, es ambicioso.
36:32Y si él recupera su posición a su lado, dijo, midiendo las palabras, ¿dónde quedo yo? ¿Dónde
36:42queda mi influencia? Él querrá controlarlo todo. Incluyendo las finanzas. Incluyéndome
36:49a mí. Victoria la observó. Vio el miedo genuino en los ojos de la intendenta. Mercedes no temía
36:57por Victoria. Temía por sí misma. Y eso la convertía en una aliada fiable.
37:04Usted y yo no nos gustamos, duquesa. Continuó Mercedes. Pero ambas somos mujeres de poder.
37:11Y ambas estamos a punto de perderlo todo por culpa de un hombre que cree que puede llegar y
37:16reclamar lo que abandonó. El silencio se alargó. Victoria vio la lógica. Fría. Calculadora. ¿Qué
37:25propones, Mercedes? Propongo que unamos fuerzas. Él es un problema. Y los problemas. Mercedes
37:32sonrió. Una sonrisa gélida. Tienen soluciones. Viernes, 7 de noviembre. La confesión y la
37:41carta. Capítulo 291.
37:43La mañana del viernes estalló con el caos. No está. La señora Isabel no está en su
37:51cuarto. Las cocinas eran un hervidero. Eva y Amadeo se miraban con pánico. Se ha ido.
37:59Susurró Amadeo, pálido. Por nuestra culpa. No, no. Ella no haría eso. Yoriqueó Eva.
38:08Atanasio, llamado de urgencia, los interrogó con dureza.
38:14¿Dónde está? ¿Qué le dijisteis? Nada, señor Atanasio, lo juro. No sabemos nada,
38:20aseguró Amadeo, intentando proteger a su hermana. Pero Atanasio no les creyó. Eran
38:27la causa, lo sabía. Nadie tan leal como Isabel Salcedo, pues siempre se consideró una Salcedo
38:33de corazón. Desaparecería así como así. La noticia llegó a Victoria como un rayo.
38:40Estaba lidiando con la organización de la dote de una sobrina y la sonrisa satisfecha
38:45de Damaso en el otro extremo del pasillo, cuando Atanasio entró sin aliento.
38:49Duquesa, es Isabel. Ha desaparecido. Victoria se quedó helada. ¿Mercedes? No, esto no era obra
38:58de Mercedes. ¿Cómo que ha desaparecido? Se ha ido. Se ha llevado sus cosas. Los cocineros,
39:06creo que la han presionado. Idiota, gritó Victoria, perdiendo la compostura por primera
39:13vez. No me importa por qué. Encuéntrala, ahora. Atanasio retrocedió, asustado por su violencia.
39:22Duquesa, pero, esa mujer. Esa mujer lo sabe todo. Sabe todos mis secretos. Si habla. Si se va de la
39:31lengua. Victoria no terminó la frase. El pánico era absoluto. Isabel no solo conocía sus tejemanejes
39:37financieros. Conocía el secreto de Adriana. La única persona, aparte de José Luis, que podía
39:45corroborar la historia. Estaba desbordada. Damaso por un lado, Isabel por el otro. Su mundo se cerraba
39:54sobre ella. Quiero que registren cada posada, cada carruaje. Encuéntrala, Atanasio, o te juro que te
40:01haré desear no haber nacido. Pero mientras Atanasio iniciaba una búsqueda inútil, el destino
40:08golpeaba en el lugar más oscuro. Adriana había vuelto a la prisión. Sola, necesitaba una respuesta.
40:16Necesitaba oírlo de sus labios, aunque la matara. Luisa, dijo, de pie frente a los barrotes. La visión
40:25de su amiga rota le partía el alma. Solo una cosa. Mírame a los ojos y júrame. Júrame que no lo hiciste.
40:34Luisa levantó la cabeza. Sus ojos muertos se encontraron con los de Adriana. Pareció dudar un
40:41segundo. Un temblor recorrió su cuerpo. ¿Importa? Susurró. Para mí importa. Alejo está destrozado. Cree que
40:50mi cuñado, su padre, te ha condenado. Al oír el nombre de Alejo, algo se rompió en Luisa. Una
40:58lágrima solitaria, sucia, rodó por su mejilla amoratada. Tomó aire. Fui yo, Adriana. Adriana
41:08negó con la cabeza, como si pudiera borrar las palabras. No, no, mientes. Te están obligando. Fui
41:17yo. Gritó Luisa, aferrándose a los barrotes, su rostro a centímetros del de Adriana, sus ojos
41:24llameando con una desesperación febril. Robé esa maldita talla. Quería el dinero. Quería huir de
41:31este maldito valle. Soy una ladrona. ¿Es eso lo que querías oír? Luisa, ¿por qué? Ahora vete. Vete y
41:40déjame. Olvida que existí. Soy culpable. La confesión fue tan brutal, tan inesperada, que dejó
41:47a Adriana sin aire. No tenía sentido. Luisa no era así. ¿O sí, acaso la estaba protegiendo? ¿O
41:56estaba protegiendo a alguien más? ¿A Pepa? ¿A Martín? Se alejó de la prisión como una
42:03autómata. El mundo había perdido sus colores. Su mejor amiga era una ladrona. Su familia política
42:10era un nido de víboras. Caminaba por la plaza del pueblo, sin rumbo, cuando un niño harapiento
42:16tiró de su manga. ¿Señora Adriana? Ella lo miró sin ver. Un hombre. Bueno, una señora.
42:24Me dio esto para usted. Dijo que era muy importante. Le tendió un sobre arrugado y sellado. Adriana
42:33lo abrió mecánicamente. Reconoció la caligrafía al instante. Era de Isabel. Mientras tanto,
42:42en el palacio, Atanasio informaba a una victoria histérica que no había ni rastro de Isabel.
42:47Y en la celda, Luisa se derrumbaba en el suelo de piedra, sollozando en silencio. Perdóname,
42:55Alejo. Perdóname, Adriana. Es la única forma. La única forma de manteneros a salvo. Adriana
43:04desplegó la carta. Sus ojos recorrieron las primeras líneas. Querida Adriana, perdóname
43:11por esta huida. No puedo seguir en esa casa. No puedo seguir mintiendo. Hay cosas que debes
43:18saber. Cosas que han marcado tu vida sin que tú lo supieras. No me siento con fuerzas
43:24para decírtelo a la cara, pero mereces la verdad. Es sobre la muerte de tu padre. Adriana
43:31se detuvo. El corazón le dio un vuelco. No fue un accidente. No fue un simple robo que
43:38salió mal. Victoria, la duquesa, ella. Adriana levantó la mirada del papel, sus manos temblando
43:45tan violentamente que casi lo deja caer. Sus ojos se fijaron en la distancia, en la silueta
43:53imponente del palacio Salcedo de la Cruz, su hogar. El lugar que había creído su refugio.
44:00La sangre se le geló en las venas. La verdad, la verdad que Isabel se atrevía por fin a confesar,
44:06estaba allí, en sus manos. Y esa verdad no solo lo cambiaría todo, lo destruiría.
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