En cada Día de Muertos, hay un aroma que anuncia la llegada de una de las tradiciones más queridas de México: el pan de muerto. Más que un simple postre, es un símbolo de unión familiar, memoria y orgullo nacional.
Para Abel Anguiano, quien lleva más de 18 años trabajando en una panadería, este oficio es parte de su historia y de sus raíces. “Es muy satisfactorio ver cómo los clientes lo buscan, cómo los niños siguen la tradición que nuestros padres y abuelos nos dejaron”, comentó con emoción.
Abel cuenta que la preparación del pan comienza semanas antes de las fechas, pues el clima frío y el espíritu festivo hacen que todos quieran disfrutarlo acompañado de un cafecito. El proceso es arduo, pero lleno de cariño y respeto por una costumbre que ha pasado de generación en generación.
Desde niño, recuerda acompañar a sus padres en la panadería, donde aprendió el valor del trabajo y la importancia de mantener vivas las tradiciones mexicanas. Hoy, esos recuerdos lo acompañan cada vez que elabora el icónico pan de muerto, ese que no puede faltar en ninguna ofrenda.
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