Nacer es una eventualidad. Se nace o no se nace. Pero quienes lo hacemos, morimos porque morimos. Es la ley. Mueren los planetas,0. los astros y las constelaciones. Incluso, el universo.
Entonces, ¿por qué no amarnos tierna y apasionadamente ahora que tenemos vida, disfrutar dulces placeres, siempre esquivos y fugaces, antes de que la muerte decida destrozar con su guadaña los terrenos vitales de su imperio?
No dudes en hacerlo, es el momento, que si el amor se va sin que otro llegue a mitigar la pena, aún tendremos, como último refugio, los ecos cadenciosos de la poesía.