Magníficos los adelantos de la ciencia, los avances de la tecnología y tantas comodidades materiales, para quienes pueden pagarlos, que son pocos y alejados de cualquier sentimiento solidario.
Porque a nosotros, los desposeídos, ¿de que nos sirven esas maravillas degradadas por la soberbia, el egoísmo, la indiferencia, el fanatismo, la crueldad, la corrupción, el crimen, el robo y la intolerancia?
Más nos valdría ser humanos dignos, honestos, respetuosos y educados, no una turba de bárbaros furiosos embrutecidos por las llamas de la guerra, aun prescindiendo del viaje hacia los astros y la exploración del centro de la Tierra.
Los mares, asfixiados por desechos, y la atmósfera contaminada por toneladas de gases tóxicos, junto a la deforestación desaforada que practican los vándalos de siempre, cobrarán con intereses su factura, antes de que el hombre, en su ceguera ingénita, destruya este bello paraíso, único en años luz a la redonda, como afirman poetas y científicos.
Bien por el planeta y por los pocos que conservan su conciencia limpia. ¡Abajo el resto, cretino y rezagado! Nuevos soles llegarán resplandecientes a iluminar los escombros producidos sobre este globo maltratado y fértil, tan escaso de grandeza y de bondad.