Primero en el espectro solar, color de sangre y de tus labios púrpura, bermejos, granates o escarlatas, bermellones, rubicundos y encarnados.
Tiñes la espada que desgaja intacta la cabeza del vencido en la batalla, o el hacha en el cadalso impenitente al cumplir sus deberes el verdugo.
Color del fluido que confirma el periplo mensual de tus entrañas, la fértil permanencia de la vida y el ardor de tu fuerza seductora.
Color de la iracundia y la soberbia, del crimen, el poder y el exterminio, la intensidad, la primavera y el estío, las razones ocultas de la alquimia y la imposible piedra filosofal.
Símbolo de la magia y el demonio, las pócimas, los filtros, los hechizos las prácticas ardientes de los sabbats y el violento desenlace de los sexos en el instante supremo del orgasmo.
Roja la médula nutricia de los huesos que forman mi esqueleto humano, rojo el color de tu carne y de la mía fundidas en la fiebre de la entrega, la llama, el corazón y todo aquello que designa la palabra rojo.
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