Silban las balas en la noche tránsfuga desde las medallas y los uniformes, la hoja seca pisada por las bestias ha borrado la huella de sus víctimas.
Todo es oscuridad en esta tierra donde el Sol no brilla como antaño y las sombras perpetuas se confunden con océanos de sangre coagulada.
No hay barco, no hay timón no hay timonel y un manto de silencio cubre todo. Los pueblos que practican el olvido son sociedades muertas, sin historia, que inconscientes realizan cada día el brumoso festín de su barbarie.
¿Qué dios, por mí no imaginado, dará fin a tanta destrucción, si aquellos fabricados hasta hoy nos dejaron con la cruz a cuestas y cansados se marcharon tristes a los suburbios de la eternidad?
¿Será que el hombre en su locura los inventa para infaustos fines bajo el ropaje de supremas formas, y procede después a eliminarlos?... Adiós esperanza. ¡Adiós! ¡Adiós!