Te llevo en en mi corazón tras esta larga ausencia soñando disfrutar tu sexo, tus caricias, ternuras y ansiedades, igual que tu palabra inagotable y ondulante como una hoguera, dispuesta siempre al placer, al conocimiento y a la poesía.
Me embriago con tu recuerdo, tu risa limpia y aterciopelada, tus ojos color ala de cuervo y tu andar de soberana etíope.
Me ahogo en la distancia con la linfa de tus grutas deleitosas y rosadas. Allí quiero hundir mi lengua, mojar mi barba, hincar mis dientes, oler tu aroma y saborear tu esencia.
He de gozar tu fruto enrojecido por la tibia arremetida de mis labios, vivir instantes de pasión y de locura, dormir sobre el plumón de tu pubis atesado, deambular por tus oteros y llanuras como un onagro en celo, desde los años de "Sinuhé, el egipcio".
En la noche, sin que des cuenta, cuando estén tus ojos ya cerrados, llegaré, silencioso como un duende, a regodearme en las curvas de tu cuerpo y entrelazarme en tus piernas torneadas.
Despertarás mojada por mi saliva y por tus jugos cálidos, derramados como un tazón de oro en las sábanas de tu cama distendida.
Juntos estaremos, amándote y amándome, indiferentes al tiempo y al espacio, que derrotados partirán sin rumbo dejándonos el campo ya dispuesto para el goce infinito y sin recesos. Mientras tanto, besos, besos, besos.