Desde mi balcón, sobre el eje ambiental de la Jiménez, en Bogotá, Colombia, Suramérica, ciudad que amo, país que me atormenta como guijarro en mi zapato nuevo.
Con mi esperanza en quiebra, mis recuerdos a bordo en procesión desesperada, añorando impenitente sus caricias, sus fetiches y poses altaneras.
Soporto este domingo y todos, llenos de Sol o penetrante lluvia, frente al lento rodar del Transmilenio, como un viejo gladiador, ya derrotado en las distintas palestras del amor.
Padezco una morriña que penetra en mi carne castigada por el tiempo, como un garfio filoso y puntiagudo, mientras ella desparrama sus ardores en el lecho casual de un nuevo amante.