Cuando por vez primera, en la taiga siberiana, posé mi pata izquierda sobre la madre Tierra, surgió el ajo penetrante y su prima la cebolla.
Protección es el primero contra fantásticos seres, la segunda condimento para exquisitos manjares; ambos suelen alejar a visitantes nocturnos cuya presencia es nociva o muy poco deseable.
Este linaje infernal me afianza contra vampiros si fabrico las guirnaldas con tallos y bulbos secos, para colgar en las puertas y barandas de las camas.
Por esa misma razón, mi pezuña endemoniada es fortaleza segura frente a cualquier maleficio, diferente a tanto chisme que contra mí se propaga.
Y yo, Satán, quedaré gratificado por siempre con los que tengan presente la vigorosa influencia que proporciona la magia particular de mi casco.