Me cargan cuatro personas que llevan el muerto sobre mí. Aparezco un día antes de que salgan los difuntos a conversar con los vivos, y a quien encuentro le digo: ¡Meta el hombro compañero, no se haga tanto el pendejo!
Doy sensación de silencio y miedos incontrolables, pues fui avaro y solitario, no ayudando en los entierros cuando estuve de paseo por los eriales del mundo.
Me condujeron en guando, pero al cruzar cierto puente fui pesado y caí al río. La corriente me arrastró, y aunque mucho me buscaron jamás volvieron a verme en ninguna de las tierras de mi nativa región.
Desde entonces mi leyenda se conoce en las montañas que conforman el país, como Guando o Barbacoa que le exige a los vivientes: ¡Meta el hombro compañero, no se haga tanto el pendejo!