He quemado mi vida en las llamas del amor entre las piernas de putas y de vírgenes. He vivido las grandes aventuras que el corazón impone, con fervor y audacia inimitables. He tomado con mis manos el Sol y me tragué la Luna en noches estelares.
Hoy, ya cerca del ocaso, sigo alegre y vital por el sendero que inexorablemente ha de llevarme de regreso al polvo.
Realicé lo que me dio la gana y no guardo ningún remordimiento. Mis cenizas y mi amor, junto con mis escasos versos, los dejo al mar, a los peces, a la brisa, y por supuesto, sin reparo o engaño, a quienes aún contra su fe me amaron.