Ven amiga, bebamos una copa de brandy o un vaso de cerveza en el Templo de Odín, antes de viajar a nuestro lecho. Unas gotas de alcohol incendiarán la sangre y los besos que aguardan en los labios bajo la noche intacta y aún joven.
Soy hoja de otoño y tú rosa de abril, pero nada detendrá la hoguera en el Bosque de los Cuerpos Abrasados.
Habiendo bebido en el Templo de Odín sin embriagarnos, más que en el deseo, iremos hacia el lecho donde esperan las sábanas limpias y la almohada, listas para el goce de los dos amantes.
¿Dónde quieres sentir mi lengua cálida? ¿En qué otero mis dedos juguetones? ¿En cuál tierno agujero mi pene subversivo?
Regálame tus jugos sin que el pudor te acose ni opaquen tu placer el miedo y la vergüenza, para saciar mi paladar sediento, mis papilas ansiosas del éxtasis nocturno que anida en el entronque de tus piernas.
Con vaivén de fruta, tus pechos rubrican promesas en mi boca como proa en el mar, hasta tu vientre, corola secreta de lujuria, última escala, anterior al puerto anhelado de tu sexo.
No te detengas ahora; ya bebimos en el Templo de Odín la cerveza y el brandy que incendian la sangre y permiten escalar la cumbre de la noche donde el arcángel llama con su trompeta imperiosa la desbocada multitud de sátiros que atropella feroz mis entrañas.