Quemaré en tu honor troncos de roble por el calor y la luz que simbolizas, pues soy Verano, compañero de Thor, y celebro este ritual tan poderoso para ahuyentar de todos los mortales el crudo Invierno y la ciega Oscuridad.
Te vestiré con el color de mi amigo en mitad de los triunfos y derrotas que acompañan los reyes y el amor. Pondré anillos dorados en tus dedos con brillantes y finas piedras rojas.
Cuidaré tus templos, consagrados al goce y la salud de los sentidos, contra el oscurantismo que procura destruir nuestro dulce paganismo.
No hallarás en la fría Escandinavia, ni siquiera en la remota Islandia, quién te ame tanto como te amo yo.
Te invito entonces a emprender la fuga más allá de los fiordos donde el agua es redención bajo el Sol de cada día sobre campos sonrientes y feraces, y en las noches bajo las estrellas, espejo inmenso de azulado brillo.
Llevaremos a Odín, a Thor, a Freya y a otros dioses que quieran conquistar, con el fuego de nuestros corazones, los territorios que allende nos esperan, sin temor a morir entre los icebergs, destrozados por el filo de sus bordes.
Viviremos siempre en esos trópicos donde la Primavera es sempiterna y el Estío da sus frutos deliciosos, contrario a las montañas que cubrieron, junto a bosques de rígidas coníferas, nuestra infancia con sus pieles de oso.
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