A ti, uno de los grandes de Valhalla, donde moran los dioses principales del soberbio panteón escandinavo, te invoco en esta hora de nostalgia para implorar tus ánimos guerreros por mi menguado corazón cobarde.
Con tu espada, galardón de los enanos que idearon la lanza del invicto Odín, venceré en las contiendas venideras, aunque en ellas hipoteque media vida después de haberlo conquistado todo, igual que el gran Vitelio un día, el Azote de Dios llamado Atila y otros rudos y guerreros hombres que cruzaron peleando por la Tierra.
Mi triunfo no lo espero, sin embargo, en los momentos finales del combate contra los fieros gigantes destructores, sino en el corazón de la que amo, para evitar que el arrogante Invierno me condene a morar entre las rocas, cordilleras, pendientes y sabanas donde afianza su imperio congelado.
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