El dios del mar (entre sajones Eagor) simbolizaba un recipiente gigantesco, cuando el agua llegaba enfurecida a romper los peñascos de la costa. Los marinos vociferaban cada vez que observaban el mágico fenómeno: “¡Cuidado que ahí viene Eagor!”
Era entre los pueblos nórdicos El Ocultador o Amparador, por guardar en el oscuro abismo los secretos que se le confiaban y las cosas que caían en su poder.
Dejaba en ocasiones la vivienda para visitar a los esir en Asgard, donde escuchaba los relatos de Bragi sobre las aventuras de otros dioses y bebía el aguamiel que se guardaba en la olla celestial de las pociones.
Aunque hirvieran las aguas del océano (quizás por tal razón), la gran vasija era algo real para los escandinavos.
Existen también otras leyendas, como aquella de los dos sirvientes que iban sazonando el alimento con la fosforescencia marina en la florida estación primaveral. Famosos además por presentar exóticos detalles a los invitados, mientras éstos gozaban del banquete en los manteles de las profundidades.
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