Diosa de Invierno en la Península y en todos los perímetros polares, ejerzo mis poderes desde Otoño, que prolongo hasta media Primavera. Sólo doy tregua con mi lanza helada en el corto transcurso de Verano.
Hija del gigante cuyas alas se quemaron en los límites de Asgard cuando sitiaba, disfrazado de águila, al sinvergüenza y desgarbado Loki, he venido a reclamar compensación, porque no fui la asesina de mi padre.
Con mi bella armadura plateada, mi lanza reluciente y afiladas flechas, mis polainas blancas de lustrosa piel y mi vestuario de caza corto y firme, estoy dispuesta a demandar justicia ante los jueces del sin par Valhalla.
Aunque las gansadas del avieso Loki no embriaguen mi corazón de hielo, concederé pequeñísimas sonrisas si Odín coloca los ojos de mi padre como luceros en el cielo nórdico.
Pido además dormir con mi consorte nueve de cada doce noches, aunque le pese al desgreñado viento cuando invade regiones montañosas o cruza silbando entre los pinos, al duro iceberg de filo traicionero, al aullido de los lobos en la noche y al constante sonar de las cascadas; como a mí el alarido de las focas, el chillido de viejos cormoranes, el murmullo perenne de las olas y la extensión del majestuoso mar con su eterno sonido y movimiento.
Eso y más exijo como desagravio por la celada en que cayó mi padre, siendo la perdición de muchas cosas que un principio percibí confiada.
Sé la primera persona en añadir un comentario