Has conocido el infortunio, la dicha y el dolor. Más allá de tus errores, eres como el agua que fluye sobre la arena blanca. La ponzoña de la víbora no ha prosperado en tu alma, y el vuelo del águila circunda tus anhelos de madre y compañera.
Los arreboles danzan en tu frente mientras cruzas impávida los penosos senderos de la vida, donde residen los enigmas que te llevan a la sabiduría.
Por estas y otras cosas, te amamos y te vemos más bella que un cielo bogotano en los atardeceres de sol.