La oportuna caída de una manzana (como dice la leyenda popular), agregada al ingenio solitario del hirsuto y probado neurasténico, ayudó a comprender más fácilmente las enormes ventajas que presenta la ley de gravitación universal.
Después de un nacimiento prematuro y una infancia de pocas alegrías, comenzó a descollar en matemáticas, auspiciado por el otro Isaac.
El actuar como científico eminente no impidió su creencia decidida en algunos aspectos subjetivos, buscando por medio de la alquimia la piedra filosofal.
También aseguró que el ancho mundo había sido creado en el 4004 antes de Cristo, a las 10 de la mañana, y en octubre para más exactitud.
Tuvo la suerte de ser reconocido por la Sociedad Real de Londres y nombrado a la vez parlamentario.
Ascendido a la nobleza finalmente, continuó desarrollando su trabajo hasta morir en edad muy avanzada maquillado de honores y de venias.
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