La tristeza navideña tiene raíces tanto biológicas como emocionales: menos luz solar, aumento de melatonina, recuerdos dolorosos, presiones sociales y heridas familiares que se hacen más visibles en diciembre. A través de una reflexión espiritual y datos biológicos, ofrece consuelo, sentido y esperanza para quienes viven la Navidad desde la vulnerabilidad.
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