#ValleSalvaje #capítulo298 #fortuna
«Toda mi fortuna a su disposición». La alianza más esperada – Avance ‘Valle Salvaje’, capítulo 298 (18 de noviembre)
Dámaso hace una oferta que Mercedes no puede rechazar, mañana en 'Valle Salvaje'.
El amanecer llegó al valle sin alegría.
El sol se levantó lento, tímido, detrás de las colinas, como si también él sospechara que ese día no traería consuelo para nadie. La niebla se aferraba aún a los caminos de tierra, a los tejados de las dos casas, a los árboles retorcidos que vigilaban los lími ...
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#ValleSalvaje, #capítulo298«Toda, #fortuna, #disposición», #La, #alianza, #esperada
«Toda mi fortuna a su disposición». La alianza más esperada – Avance ‘Valle Salvaje’, capítulo 298 (18 de noviembre)
Dámaso hace una oferta que Mercedes no puede rechazar, mañana en 'Valle Salvaje'.
El amanecer llegó al valle sin alegría.
El sol se levantó lento, tímido, detrás de las colinas, como si también él sospechara que ese día no traería consuelo para nadie. La niebla se aferraba aún a los caminos de tierra, a los tejados de las dos casas, a los árboles retorcidos que vigilaban los lími ...
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#ValleSalvaje, #capítulo298«Toda, #fortuna, #disposición», #La, #alianza, #esperada
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CortometrajesTranscripción
00:00Toda mi fortuna a su disposición. La alianza más esperada, avance Valle Salvaje, capítulo 298,
00:1818 de noviembre. Damaso hace una oferta que Mercedes no puede rechazar, mañana en Valle
00:25Salvaje. El amanecer llegó al valle sin alegría. El sol se levantó lento, tímido, detrás de las
00:34colinas, como si también él sospechara que ese día no traería consuelo para nadie. La niebla se
00:41aferraba aún a los caminos de tierra, a los tejados de las dos casas, a los árboles retorcidos que
00:47vigilaban los límites de Valle Salvaje. Todo parecía suspendido en un silencio extraño,
00:54denso, a punto de romperse. En la casa pequeña, Adriana no había pegado ojo.
01:03Llevaba horas sentada a la mesa de la cocina, con una taza de café frío entre las manos,
01:08mirando un punto indeterminado en las vetas de la madera. La confesión de Luisa se repetía
01:15en su mente una y otra vez, como si la voz de la cocinera siguiera resonando en esos muros.
01:19Fue Tomás, señora, le había dicho, con la mirada perdida. Él robó la talla. Yo solo,
01:28yo solo callé. Adriana cerró los ojos un instante, notando de nuevo el peso de esas palabras en el
01:35pecho. Aquella verdad lo cambiaba todo y, al mismo tiempo, parecía no cambiar nada. Luisa seguía entre
01:44rejas, marcada por el juicio del Valle, señalada como ladrona. Y ahora, como si fuera poco, Pepa
01:52estaba dispuesta a sacrificarlo todo por ella. El crujido de la puerta la sacó de sus pensamientos.
01:58Atanasio asomó la cabeza con cautela. ¿No ha dormido nada, señora? Preguntó en voz baja.
02:08Adriana sonrió apenas, cansada. Dormir está sobrevalorado. Respondió,
02:14con una ironía tan tenue que casi no se percibía.
02:18¿Has averiguado algo más? Atanasio entró, dejó el sombrero sobre una silla y se sentó frente a ella.
02:25He vuelto a repasar los libros de cuentas de la parroquia. La noche del robo, Tomás no estaba en
02:33el convento, como dijo. Y hay un pago extraño, en metálico, anotado con prisas, sin el detalle
02:41habitual. Algo se oculta ahí, señora. Estoy seguro. Claro que se oculta. Susurró Adriana. Y mientras
02:51tanto, el valle prefiere mirar hacia otro lado y culpar a la de siempre.
02:58Luisa no está sola. Dijo Atanasio, con firmeza. La tiene a usted, y me tiene a mí.
03:06Adriana lo miró, agradecida. También la tenía a Pepa. Añadió, con un deje de preocupación.
03:12Y me temo que Pepa está a punto de hacer una locura. En el piso de arriba, el día comenzaba
03:20de otra manera. Pepa se contemplaba en el pequeño espejo colgado junto a la ventana
03:26de su cuarto. El cristal estaba ligeramente empañado por el frío de la noche, y su reflejo
03:32aparecía casi fantasmal. Tenía las ojeras marcadas, pero los ojos le brillaban de una
03:39determinación que pocas veces se había visto en ella. Se sujetó el cabello en un moño rápido,
03:47se alisó el delantal y respiró hondo. En la cama, Evaristo dormía aún, boca abajo,
03:53con un brazo colgando por el borde. Alguna vez, cuando era más pequeño, Pepa había pensado
04:00que así se le escapaban las pesadillas, deslizándose por los dedos hasta caer al suelo. Ahora las
04:07pesadillas no parecían querer irse. Se acercó despacio y le apartó un mechón de cabello
04:12de la frente.
04:15Mi niño, susurró, te juro que no voy a dejar que crezcas creyendo que tu madre es una ladrona.
04:23Evaristo se movió y balbuceó algo, todavía atrapado en sueños. Pepa sonrió con ternura
04:28rota, se inclinó y besó su cabeza.
04:33Perdóname, añadió, con un hilo de voz. Perdóname por lo que voy a hacer. Salió
04:39descalza al pasillo para no despertarlo.
04:43Al cruzarse con Rafael, que acababa de salir de su habitación todavía abrochándose la
04:47camisa, intentó adoptar una expresión serena.
04:50Tan temprano, Pepa, preguntó él, extrañado. Hay mucho que hacer en la cocina, respondió
04:59ella, evitando sus ojos.
05:02Y además quiero pasar por la iglesia antes de que empiece el trajín. Rafael la observó
05:08unos segundos. Algo en su tono le chirrió.
05:13Todo bien. Pepa dudó un instante. Todo lo bien que puede estar una hermana cuando la
05:18otra está en la cárcel. Replicó, con una sonrisa triste.
05:23No se preocupe, señorito. Una se acostumbra al dolor. Se alejó por el pasillo antes de que
05:30él pudiera insistir.
05:31Rafael se quedó mirándola marchar, con una inquietud vaga instalándose en la boca del
05:37estómago. El desayuno en la casa pequeña fue un ritual tenso. Mercedes servía el café
05:44en silencio, mientras Bernardo ojeaba un periódico viejo sin leer realmente las palabras, y Alejo
05:51removía el azúcar en su taza con más fuerza de la necesaria. El tintineo de la cucharilla
05:57contra la porcelana se convirtió en un latido impaciente.
06:03Alejo, dijo Mercedes, sin mirarlo. Vas a romper la taza. Él soltó la cucharilla con brusquedad.
06:12Pues mejor, salto, así tendremos una cosa menos de la que preocuparnos. Basta, intervino Bernardo,
06:20serio.
06:21No descargues tu rabia contra la vajilla. ¿Y contra quién se supone que debo descargarla,
06:28padre? Contraatacó Alejo, levantando la mirada.
06:34Contra Luisa, que jura que no fue ella. Contra Tomás, que no está para defenderse. Contra
06:39nosotros, por haber confiado tanto tiempo en quien no debíamos.
06:43Rafael, que acababa de entrar, se quedó en el umbral escuchando, sin atreverse a anunciar
06:50su presencia. Mercedes dejó la cafetera sobre la mesa con más fuerza de la necesaria.
06:57Alejo, no hables así de tu tía, dijo, tajante. Luisa ha trabajado toda su vida por esta casa,
07:05por nosotros. ¿Y qué nos ha dado a cambio? Insistió él. Sospechas, acusaciones, visitas
07:14de la Santa Hermandad. El valle nos mira diferente, madre. Como si fuéramos cómplices. No somos
07:21cómplices de nada. Intervino Rafael, entrando al fin. Ni de un robo, ni de una injusticia. Alejo
07:30se volvió hacia él. ¿Tú también sigues creyendo que es inocente? Preguntó, con amargura.
07:38Incluso después de todo lo que se ha sabido, Rafael dudó apenas. El peso de las pruebas,
07:44las palabras del valle, la mirada cansada de su madre, todo empujaba hacia una conclusión.
07:51Pero la voz de Luisa, temblorosa, repitiendo que no, que ella no lo había hecho, se mezclaba
07:58con la mirada de Adriana, firme, segura de que la verdad aún no había salido a la luz.
08:04No lo sé, confesó al fin, pero tampoco sé cómo hemos llegado a dudar tanto de alguien a quien
08:10llamábamos familia. El silencio cayó sobre la mesa. Mercedes apretó los labios, con los ojos
08:17vidriosos. A veces, dijo, en voz baja, la duda es lo único que nos queda para protegernos del dolor.
08:26Rafael se sentó, notó que faltaba alguien. ¿Dónde está Pepa? Ha salido temprano. Respondió Mercedes.
08:36Dijo que iría a la iglesia. Rafael sintió un escalofrío. ¿La iglesia o la Santa Hermandad?
08:43Preguntó, muy despacio. Bernardo levantó la vista del periódico, alarmado. ¿Qué quieres decir,
08:51hijo? Rafael tragó saliva. Que Pepa no sabe vivir sin hacer algo, y cuando el dolor la supera,
09:00es capaz de cualquier sacrificio. En el otro extremo del valle, la casa grande despertaba
09:07entre murmullos contenidos. Matilde estaba frente a la ventana de su pequeño cuarto,
09:13sosteniendo con cuidado una tela que no parecía pertenecer a su mundo. Era suave, de un tono
09:20marfil delicado, con un brillo discreto. La había guardado durante días como si fuera un tesoro,
09:28esperando el momento de empezar a transformarla. Se sentó en la cama y la extendió sobre las rodillas,
09:35dejando que sus dedos recorrieran la superficie. No puedo creer que esto sea para mí. Susurró.
09:44Para mí, Matilde. Llamaron a la puerta. ¿Se puede? La voz de Mercedes, que había ido a la casa grande
09:52para tratar unos asuntos con el mayordomo, sonó amable al otro lado. Matilde se sobresaltó y se
10:00apresuró a doblar la tela, aunque no lo consiguió del todo. Pase, señora. Mercedes entró y la mirada
10:09se le fue inmediatamente hacia el tejido. Vaya, sonrió, con un brillo curioso en los ojos. ¿Y esto?
10:19Matilde se ruborizó hasta las orejas. Es solo, un proyecto, nada importante, nada importante.
10:27Mercedes se acercó y tomó un extremo de la tela entre los dedos.
10:32Esto no es, nada. Esto es, casi un sueño. ¿Un vestido? Matilde bajó la mirada. Algo así.
10:41¿Para quién? Preguntó Mercedes, con suavidad, aunque ya intuía la respuesta. Para mí. Admitió ella,
10:49en un susurro. Es decir, si no es una locura pensar algo así. Mercedes sonrió con una ternura que pocas
10:57veces dejaba mostrarse del todo. No es una locura soñar con un vestido propio, Matilde, y menos cuando
11:05una ha pasado la vida cosiendo sueños para los demás. Los ojos de la joven se humedecieron. No sé si me lo
11:13merezco. Te mereces eso y más. Aseguró Mercedes. Solo dime una cosa, frunció ligeramente el ceño.
11:23¿De dónde ha salido esta tela? No es precisamente de las que se compran en la tienda del pueblo.
11:30Matilde titubeó. La, tenía guardada desde hace tiempo. Mercedes la miró fijamente. Matilde.
11:36La puerta se abrió de golpe antes de que pudiera insistir. Victoria apareció en el umbral, con el
11:44pelo suelto y el rostro más pálido de lo habitual. Hacía horas que no lograba apartar de su mente la
11:51figura de Gaspar, la manera en que su risa llenaba los pasillos, la forma brusca y torpe en que la había
11:57amado. Se detuvo al ver la escena. Vaya, vaya, murmuró. ¿Interrumpo algo? Mercedes dio un paso
12:06atrás. Matilde se puso rígida. Solo hablábamos del vestido que Matilde está cosiendo, explicó la
12:15duquesa. Los ojos de Victoria se clavaron en la tela, aún visible, aunque parcialmente doblada.
12:23Eso no es un vestido cualquiera, dijo, afilada. ¿Qué tramas exactamente, Matilde? ¿Es que ahora
12:30las costureras se confeccionan trajes de princesa? Matilde apretó el tejido contra el pecho, como si
12:38quisiera protegerlo. No tramo nada, señora. Solo, solo sueñas por encima de tu condición, cortó Victoria,
12:48con una sonrisa amarga. Cosa habitual en este valle últimamente, Victoria, la reprendió Mercedes,
12:55suave pero firme. Victoria la miró, dolida. No empecemos, tía. Bastante tengo ya con fantasmas,
13:05como para preocuparme ahora de la tela de una costurera. Se giró hacia Matilde. Te exijo que
13:12me digas de dónde ha salido esa tela, insistió, con frialdad. Aquí nadie tiene derecho a ocultar
13:20nada. Y menos en esta casa. Matilde tragó saliva, buscando una salida. Pensó en Atanasio, en las
13:30miradas que se cruzaban cuando nadie los veía, en el plan silencioso que ambos empezaban a trazar.
13:37No podía delatarlo, no aún. La compré con mis ahorros. Mintió al fin. No es ningún delito querer
13:44sentirse bonita alguna vez. Victoria la sostuvo la mirada unos segundos. Había algo rebelde en los
13:51ojos de Matilde que no terminaba de encajar con aquella respuesta, pero el cansancio pesaba más
13:56que la sospecha. Al final, suspiró. Haz lo que quieras con tu tela. Dijo, dándose la vuelta. Pero
14:05recuerda que en esta casa nada pasa desapercibido. Cuando se marchó, el aire pareció volver a entrar
14:12en la habitación. Lo siento, señora, se apresuró a decir Matilde. No quería causar problemas. Mercedes
14:21negó con la cabeza. No tienes que disculparte por querer vivir algo bonito. Respondió.
14:28Solo te pido una cosa. Ten cuidado. En este valle, los sueños ajenos siempre despiertan recelos.
14:36Si la casa grande estaba llena de fantasmas, el corazón de Victoria era un cementerio entero.
14:42Bajó al jardín buscando aire, pero lo único que encontró fueron recuerdos. El banco junto al rosal
14:50donde Gaspar había apoyado la cabeza sobre sus rodillas. El camino de grava donde discutieron a
14:55gritos la primera vez. La fuente donde él, en un arranque de torpeza encantadora, había resbalado
15:01tratando de impresionarla. Se detuvo, cerrando los ojos. Las lágrimas aparecieron sin permiso.
15:09Te odio. Te odio. Murmuró, apretando los dientes. Te odio por haberte ido. Te odio por seguir aquí,
15:18clavado como una espina. No es raro odiar a los muertos. Dijo una voz a su espalda.
15:26Es la única forma de seguir vivos. Victoria se volvió bruscamente. Damaso estaba allí,
15:32apoyado en la barandilla, como si hubiera surgido de la nada. Su mirada era la de siempre. Oscura,
15:41calculadora, pero con un destello que en ese momento se parecía demasiado al de alguien que
15:46también conocía el peso de las pérdidas.
15:48¿Qué haces aquí? Preguntó ella, secándose las lágrimas con el dorso de la mano. Pasaba,
15:56respondió él, con fingida ligereza.
16:00Pero por lo visto, llego en mal momento. En este valle todos los momentos son malos.
16:06Replicó Victoria.
16:07Debería saberlo. Damaso se acercó unos pasos. No demasiado, pero lo justo para que ella pudiera
16:16sentir esa presencia densa, incómoda, que siempre lo acompañaba.
16:22Te estás deshaciendo. Dijo, sin rodeos. Y ellos ni siquiera lo ven. Ellos, los duques.
16:31Tu familia. Están demasiado ocupados salvando apariencias como para notar que te rompes por
16:37dentro. Victoria rió sin humor. No necesito tu lástima. No es lástima. Corrigió él, en voz baja.
16:48Es reconocimiento. Yo también sé lo que es vivir con una herida abierta mientras el resto del mundo
16:53finge que no pasa nada. Hubo un silencio extraño. El viento movió las hojas de los árboles, levantando
17:01un murmullo que parecía empujar a ambos hacia un borde peligroso.
17:06Te equivocas si crees que tenemos algo en común. Damaso. Dijo ella, intentando recuperar el control.
17:13Tú eliges tus guerras. A mí me arrojaron a la mía. Él dio un paso más, invisible pero contundente.
17:23Eso no es del todo cierto. Tú también has elegido, Victoria. Elegiste callar muchas cosas. Elegiste
17:31mirar para otro lado. Elegiste seguir jugando a ser la duquesa perfecta, incluso cuando Gaspar.
17:37No te atrevas. Explotó ella, elevando la voz. No pronuncies su nombre. Las palabras se quedaron
17:45suspendidas entre ambos, cargadas de electricidad. Damaso la miró con una intensidad casi insoportable.
17:54Ese es el problema, dijo al fin. Que nadie se atreve a pronunciar ciertas cosas en este valle.
18:02Ni siquiera tú. Algo en ella se quebró. En un gesto de impulso, quizá buscando apagar esa
18:09violencia interior con algo tangible, se acercó demasiado. El olor a tierra húmeda y a colonia
18:17cara se mezcló entre ambos. Damaso lo interpretó como una invitación. Su mano subió, rozando la
18:25mejilla de Victoria, y antes de que ella pudiera reaccionar, sus labios ya buscaban los suyos.
18:32No fue un beso lento ni dulce. Fue algo torpe, ansioso, nacido de la mezcla de rabia,
18:39soledad y deseo. El contacto duró apenas unos segundos. Victoria lo apartó con fuerza,
18:46empujándolo hacia atrás.
18:49¿Estás loco? Escupió, el rostro encendido de indignación. Y algo más que no quería nombrar.
18:56¿Cómo te atreves? Damaso se llevó los dedos a los labios, como sorprendido por sí mismo,
19:04pero la sombra de una sonrisa cruzó fugazmente su cara.
19:08He hecho lo que muchos otros aquí no se atreven a hacer, ser honesto con lo que siento.
19:15¿Honesto? Victoria dejó escapar una carcajada amarga. Tú no sabes lo que es la honestidad.
19:20Lo tuyo es cálculo, interés, rencor. Y lo tuyo es miedo. Respondió él, sin alterarse.
19:31Miedo a sentir algo que no puedas controlar. Miedo a vivir algo que no esté escrito en
19:35las normas de los duques de Valle Salvaje. Ella levantó la mano, dudando entre abofetearlo
19:43o marcharse. No vuelvas a acercarte a mí de esa forma. Dijo, en un susurro helado.
19:51Ni a pronunciar el nombre de Gaspar. No tienes derecho a invadir mi duelo. Cuando tu duelo se
19:56convierta en tu cárcel, alguien tendrá que romper la puerta. Replicó él.
20:03Aunque me odies por ello. Ella se dio la vuelta, temblando, y se alejó casi a tropezones, como si huir
20:10de damas o fuera también huir de algo que había despertado dentro de sí.
20:16Él la siguió con la mirada. No era hombre de sentimentalismos, pero esa mezcla de fragilidad
20:21y furia que Victoria llevaba a flor de piel era el combustible perfecto para sus planes.
20:28Porque, en el fondo, no había olvidado por qué estaba allí. No sólo para sobrevivir
20:33a los duques. Sino para destruirlos. Mientras tanto, en la Santa Hermandad, el ambiente olía
20:41a humedad, papel viejo y confesiones pesadas. El alguacil levantó la vista cuando Pepa cruzó
20:49la puerta con paso decidido. No había nadie más en la pequeña oficina que servía de antesala
20:54a las declaraciones formales.
20:56¿Qué se le ofrece? Preguntó, sin demasiada cortesía. Pepa apretó el pañuelo en sus manos sudorosas.
21:07Vengo a confesar un delito. Dijo, con la voz más firme de lo que esperaba. El hombre arqueó una ceja.
21:16Eso no se dice así como así.
21:17Sí, replicó. ¿Sabe usted lo que está? Lo sé. Lo interrumpió.
21:24Sé perfectamente lo que digo. Y sé que cada minuto que pierden aquí es un minuto más que
21:28mi hermana pasa en la cárcel por algo que no hizo.
21:33Esa frase le llamó la atención. Su hermana es. Luisa, la cocinera de la casa pequeña. Respondió.
21:40Y quiero declarar que la ladrona de la talla soy yo. El silencio cayó como una losa.
21:50Durante unos segundos, solo se oyó el goteo lejano de una tubería. Espere aquí. Dijo al fin el
21:56alguacil, levantándose. Avisaré al encargado de tomar declaraciones. Pepa se quedó sola,
22:04con el corazón martilleándole en el pecho. Cerró los ojos y pensó en Luisa, en sus manos
22:12agrietadas por el trabajo, en cómo le había enseñado a amasar pan y a defenderse de la
22:17vida con la misma terquedad. No voy a permitir que te lo quiten todo, murmuró. No mientras yo
22:24tenga algo que dar. Cuando, al cabo de unos minutos, la hicieron pasar a una sala contigua y le pusieron
22:31delante un papel en blanco, la pluma tembló en sus dedos, pero no por miedo, sino por la conciencia
22:37de que, a partir de ese momento, cada palabra escrita sería un ladrillo en el muro que pensaba
22:43levantar entre su hermana y el abismo. Nombre completo, dijo el escribiente. Josefa Salcedo,
22:52respondió. Pero todos me llaman Pepa. Confirma que viene por voluntad propia a confesar un delito.
22:59Pero, ella tragó saliva. Sí. Vengo a decir la verdad. La mía, pensó. Esa verdad torcida,
23:09sacrificada, que tal vez sería lo único que el sistema entendería.
23:14La noticia de que alguien estaba declarando sobre el robo de la talla corrió por el valle
23:19más rápido que el viento. Adriana se enteró por un mozo que había ido a la plaza a comprar
23:25harina. Apenas escuchó las palabras, Santa Hermandad, y, Pepa, sintió que el suelo se movía bajo sus pies.
23:33Prepara el carro, ordenó a Atanasio. ¿Y corre? ¿Qué ha pasado? Preguntó Rafael,
23:41entrando justo a tiempo para ver el rostro desencajado de la duquesa.
23:47Pepa, respondió ella, está a punto de arruinar su vida para salvarla de tu cuñada.
23:54Rafael sintió un puñetazo en el estómago. Yo voy con ustedes. Dijo, sin dudar. Si esto es por
24:01Luisa, también es cosa mía. Adriana lo miró un instante, evaluándolo, y asintió. Entonces no
24:10pierdas tiempo. En otro rincón de valle salvaje, ajenos aún a la tormenta que se desataba en la
24:16Santa Hermandad, Leonardo e Irene caminaban junto a las caballerizas. El viaje que habían compartido
24:23había dejado un pozo extraño entre ellos. Una complicidad nueva, hecha de silencios cómodos y
24:29miradas que se alargaban más de lo prudente. Pero también estaba la sombra de Bárbara,
24:36siempre presente, recordando a Leonardo quien había sido hasta ahora y qué esperaba el valle de él.
24:43Se ve diferente el valle desde allá arriba, ¿verdad? Comentó Irene, rompiendo el silencio.
24:51Cuando cruzábamos las montañas, pensé que quizá, se detuvo, buscando las palabras.
24:56Que quizá había otros caminos posibles para ti. Leonardo sonrió con melancolía.
25:03Hay muchos caminos posibles, respondió.
25:07El problema es que casi todos llevan a una guerra. O a una mentira. Añadió Irene, mirando al frente.
25:17Él la observó de reojo. ¿Te arrepientes? Preguntó, de haber aceptado fingir ese matrimonio conmigo.
25:23Irene tardó en contestar. Me arrepiento de no haberme preguntado qué quería yo. En lugar de qué
25:31necesitaban los demás. Dijo, al fin. Supongo que eso es lo que hacemos siempre las mujeres de este
25:39valle, ¿no? Adaptarnos a la historia que otros escriben. Leonardo tragó saliva. Yo tampoco lo hice
25:47por mí. Confesó. Lo hice porque creí que así protegería a Bárbara, a la casa grande, al orden
25:54de las cosas. Y ahora no sé si hemos protegido algo. O si solo hemos levantado otra mentira más alta.
26:04Ella se detuvo y se giró hacia él. Hay algo que sí has protegido, Leonardo. Dijo.
26:09Tu miedo. A defraudar a los demás. A elegir algo que nadie entienda. El silencio se tensó entre
26:18ambos. Por un instante, el mundo pareció reducirse a la distancia mínima que separaba sus rostros.
26:27Si alguien los hubiera visto en ese momento, habría jurado que estaban a punto de besarse.
26:32Pero entonces, el grito de un mozo llegó desde el patio. Señor Leonardo. Señorita Irene. Corrió
26:42hacia ellos, agitado. Han dicho en la plaza que Pepa, que Pepa se ha entregado a la Santa Hermandad.
26:50Dice que ella robó la talla. La burbuja se rompió de golpe. ¿Qué? Irene palideció. Leonardo sintió que
26:58el aire se volvía pesado. Esto se está yendo demasiado lejos. Murmuró. Mucho más lejos de
27:06lo que nadie había previsto. Bárbara recibió la noticia de forma diferente. Estaba en el salón,
27:13recibiendo de nuevo las quejas de Eva por la actitud errática de Francisco, cuando una criada
27:18entró sin pedir permiso. Señora. Balbuceo. Perdone que la interrumpa, pero, más vale que lo que tengas
27:27que decir sea importante. Advirtió Bárbara, cruzándose de brazos. Es sobre Pepa, la hermana
27:35de Luisa. Aclaró la muchacha. Dicen en la plaza que se ha declarado culpable del robo.
27:43La taza de té se quedó suspendida a medio camino en la mano de Eva. ¿Qué clase de locura es esa?
27:49Preguntó. Bárbara entrecerró los ojos. La clase de locura que solo se comete por amor. Dijo,
27:56pensativa. O por culpa. Eva la miró. ¿Crees que es verdad? ¿Que fue ella y no Luisa? Bárbara
28:06se levantó, dejando la taza con un golpe seco sobre la mesa. Creo que en este valle nadie es
28:13completamente culpable ni completamente inocente. Dijo. Y que las mujeres siempre son las que pagan
28:21las culpas de los hombres. Sus palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de un resentimiento
28:26antiguo. Porque, aunque aún no lo decía en voz alta, Bárbara no había olvidado la forma en que
28:34Leonardo había decidido casarse con Irene para proteger la honra de todos. Menos la suya.
28:41Pero una cosa sí sé. Añadió. Si Pepa se está sacrificando, es porque hay algo que nosotros no
28:49sabemos. Se volvió hacia la puerta. Voy a la plaza. Quiero oír de primera mano lo que está pasando.
28:59Mientras las piezas del caso de la talla se movían, en la casa pequeña se gestaba otra clase de
29:04tormenta. Mercedes estaba en el despacho, sola, cuando llamaron a la puerta. Pase. Damaso entró,
29:14con la naturalidad de quien se considera bienvenido en cualquier lugar, aunque no lo esté.
29:20Cerró la puerta tras de sí. Señora de Miramar. Saludó, inclinando la cabeza con una cortesía que
29:27sonó casi insultante. Gracias por recibirme. Mercedes se hirvió en la silla. No tenía noticia de que
29:35hubiera pedido audiencia. Respondió, fría. Pero ya que está aquí, diga rápido qué desea. No es un
29:43buen día para visitas. Lo sé. Dijo él. Precisamente por eso he venido. Se acercó al escritorio, pero se
29:53detuvo a una distancia prudente, como un depredador que calcula el salto. Este valle se desmorona.
30:02Señora. Comenzó. La confianza entre las casas está rota. La Santa Hermandad entra y sale como si esto
30:08fuera un burdel de secretos, y mientras tanto, los duques se aferran a su orgullo como si nada pasara.
30:16No ha venido hasta aquí para repetir lo que ya sé. Cortó Mercedes. Diga lo que quiera decir.
30:23Damas o sonrió apenas. He venido a hacerle una oferta. No estoy interesada en sus negocios.
30:30Replicó ella. Bastante tengo con los míos. Se equivoca. Dijo él, muy despacio. Porque lo que
30:39le ofrezco no es un negocio. Es un arma. Hubo un silencio tenso. La casa pequeña siempre ha soportado
30:48el peso de la desigualdad en este valle. Continuó. Trabajan sus tierras, pagan sus deudas, levantan sus
30:56cosechas. Y, aun así, cuando estalla un escándalo, son ustedes los primeros en ser señalados.
31:04Los ojos de Mercedes se endurecieron. ¿Y a usted qué le importa la justicia social, señor? Preguntó.
31:12No tiene aspecto de haber pasado muchas noches preocupándose por los desheredados.
31:19Él no se ofendió con acento agudo. No me importa la justicia. Admitió. Me importa el equilibrio. Y
31:27ahora mismo, el equilibrio está roto a favor de los duques de Valle Salvaje. Eso no me conviene. Ni
31:34a usted tampoco. Se inclinó un poco hacia adelante. Quiero que nos aliamos. Mercedes lo estudiaba con
31:42atención. Había oído rumores sobre Damaso desde que había llegado al valle. Que era un hombre hecho
31:48a sí mismo. Que su fortuna se había levantado sobre apuestas arriesgadas. Que no temía ensuciarse las
31:54manos. Y ahora estaba allí. Proponiéndole algo que se parecía demasiado a una conspiración.
32:00¿A liarnos para qué exactamente? Preguntó. Para destruir a los duques de Valle Salvaje. Dijo él,
32:09sin rodeos. Para que dejen de ser los dueños eternos de estas tierras. Para que, por una vez,
32:17la casa pequeña pueda levantar la cabeza sin miedo. La frase cayó pesada, tentadora, venenosa. ¿Y qué
32:26cree que puedo ganar yo con eso, aparte de problemas? Mercedes levantó la barbilla.
32:32No soy una niña que se deja deslumbrar por discursos de revolución. Damaso apoyó las manos
32:38en el borde del escritorio, acercándose un poco más.
32:43No le ofrezco discursos, dijo. Le ofrezco recursos, influencias, contactos en Madrid,
32:50en las casas de préstamo, entre los abogados que saben encontrar grietas legales donde otros solo
32:56ven muros. Y, sobre todo, hizo una pausa, dejando que el peso de sus palabras se acumuleis.
33:05Le ofrezco mi fortuna. La miró a los ojos. Toda mi fortuna a su disposición, señora, declaró.
33:13Cada moneda, cada finca, cada inversión. Todo puesto al servicio de un objetivo común. Que
33:21los duques caigan y que usted deje de vivir a su sombra. Mercedes sintió que el aire se
33:27espesaba a su alrededor. Era una declaración demasiado grande para no tomarla en serio.
33:34Durante un segundo, se imaginó a sí misma no como la eterna segunda casa del valle, sino
33:39como una fuerza real. Una mujer que no pedía permiso, que no justificaba su posición. Una
33:47señora que podía mirar de tú a tú a cualquiera.
33:51¿Y por qué yo? Preguntó. Para ganar tiempo, ¿por qué la casa pequeña y no cualquier otra
33:57familia, o cualquier otro enemigo de los duques?
34:01Porque usted ya está en guerra. Respondió Damaso, con una sencillez que la desarmó.
34:07Sólo que aún no lo ha admitido. La recordó cuidando de los suyos, enfrentándose al desprecio
34:15silencioso de la casa grande, luchando por Luisa, por Pepa, por Rafael.
34:22Recordó las veces que había apretado los puños cuando el valle la miraba como, la otra,
34:27la que nunca llegaría a ser como los duques.
34:29Y porque usted, añadió él, tiene algo que a mí me falta, legitimidad. El valle podrá criticar sus
34:39decisiones, pero no puede negar lo que la casa pequeña representa.
34:45Usted es parte de la historia de estas tierras. Yo solo soy un intruso con dinero.
34:49Ella entrecerró los ojos. Al menos lo admite. Él se permitió una media sonrisa.
34:57Los intrusos con dinero pueden abrir muchas puertas, señora.
35:02Pero hay puertas que solo se abren desde dentro. Y usted está, queramos o no, dentro.
35:09El silencio se prolongó. Mercedes se levantó despacio y caminó hasta la ventana. Desde allí,
35:15se veía parte de la casa grande a lo lejos, arrogante, erguida sobre la colina,
35:21como un recordatorio constante de su lugar en el mundo.
35:25¿Y cómo exactamente piensa destruirlos? Preguntó sin volverse. No con fuego ni sangre,
35:32dijo Damaso. No soy tan estúpido, con algo mucho más peligroso. Sus propias deudas,
35:40sus errores, sus secretos.
35:42Usted sabe tan bien como yo que la casa grande no es tan perfecta como presume. Las imágenes de
35:49Victoria Rota, de Lorenzo maniobrando en la sombra, de los silencios incómodos en los pasillos
35:55cruzaron la mente de Mercedes.
35:58Quiere que yo le entregue sus secretos, concluyó. Quiere que traicione a mi propia sangre.
36:04Ellos ya la han traicionado a usted, replicó él, sin suavidad. La dejan cargar con la vergüenza del
36:12robo, la exponen a la Santa Hermandad, dejan que su gente se pudra en la cárcel. Mientras siguen
36:19celebrando fiestas y defendiendo su buen nombre. Eso no es traición. Mercedes cerró los ojos un
36:26momento. Recordó la mirada de superioridad de algunos miembros de la casa grande, los susurros
36:31cuando se hablaba de la, otra, casa, los silencios cuando pedía ayuda. Recordó, sobre todo, la soledad
36:40que había sentido cuando comprendió que si ella no defendía a los suyos, nadie lo haría.
36:47Se giró al fin. Si aceptara, dijo, con voz grave. Si, solo en teoría, aceptara esta alianza,
36:56¿qué me garantiza que no acabará siendo yo la destruida? Damaso sostuvo su mirada sin pestañear.
37:04Nada. Respondió. En una guerra como esta no hay garantías.
37:09Solo le ofrezco una cosa. Dejar de ser un peón en el tablero de los duques y empezar a mover sus
37:15propias piezas. Se enderezó. Piénselo bien, señora. Seguir como hasta ahora también es una elección.
37:23La elección de ver caer a los suyos uno a uno mientras usted mantiene la cabeza baja para que
37:29no se note el temblor. Mercedes sintió que algo dentro de ella se removía, como una marea que
37:37llevaba demasiado tiempo contenida. No era una mujer impulsiva. Había aprendido a sobrevivir a
37:44fuerza de prudencia, de paciencia, de asumir el segundo lugar sin hacer lo suyo del todo.
37:49Pero aquel día, con Pepa entregándose quién sabe a qué destino y Luisa encerrada injustamente,
37:58la paciencia se le estaba acabando.
38:01Si acepto, dijo, despacio. Sí, hipotéticamente, decido unir fuerzas con usted. Habrá condiciones.
38:09Las que usted quiera, respondió él, casi sin dejarla terminar. Esto no es un trato de amo a sirviente.
38:20Es un pacto entre iguales. No lo somos, le recordó. Ni lo seremos nunca, pero puedo tolerar su presencia
38:28en mi mesa mientras sus objetivos no choquen con los míos. Mis objetivos son claros, aseguró él. Quiero
38:36ver caer a los duques. Y quiero que este valle deje de arrodillarse ante un apellido.
38:42Y yo quiero, añadió Mercedes, que, cuando todo esto termine, mis hijos y mis hermanos sigan vivos.
38:51No permitiré que su sed de venganza los arrastre a una masacre. No habrá masacre, prometió.
38:58Solo una sustitución de poderes. Mercedes se acercó, lentamente, hasta quedar frente a él.
39:07Lo miró a los ojos, buscando rastro de mentira. Encontró ambición, resentimiento, lucidez.
39:15Pero no vio la locura temeraria que temía.
39:17Muy bien. Dijo al fin. Consideraré su oferta. No. La corrigió él. Necesito algo más que eso.
39:29Necesito saber si cuento con usted. Ella dudó un segundo más, consciente de que estaba a punto
39:34de cruzar una línea invisible. Después, extendió la mano. No soy una mujer de medias tintas. Declaró.
39:43Si doy mi palabra, la doy entera. Y si lucho, lucho hasta el final. Lo miró fijamente. Acepto su
39:53alianza, damaso. Pero recuerde algo. Si me traiciona, no habrá fortuna suficiente para salvarlo de mí.
40:02Él sonrió, y por primera vez no fue una sonrisa de burla, sino de reconocimiento. No esperaba menos
40:08de usted, señora. Apretó su mano. A partir de hoy, dijo. El destino de los duques de Valle
40:17salvaje empieza a escribirse de nuevo. En ese apretón de manos, silencioso pero feroz,
40:25el valle cambió sin saberlo, mientras Adriana corría hacia la Santa Hermandad para impedir que
40:30Pepa cargara con un crimen ajeno, mientras Leonardo e Irene luchaban contra sentimientos que no sabían
40:36nombrar, mientras Bárbara empezaba a sospechar que la verdad era mucho más compleja de lo que nadie
40:41decía, en aquel despacho discreto de la casa pequeña se sellaba la alianza más peligrosa
40:46que el valle había visto en años. Una alianza en la que una mujer cansada de ser la segunda aceptaba,
40:54por fin, tomar la pluma con la que se escribiría el próximo capítulo de Valle salvaje.
40:58Y, aunque todavía nadie lo sabía, el precio de ese capítulo lo hizo.
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