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#ValleSalvaje #capítulo293 #marché
Avance ‘Valle Salvaje’: «Por eso me marché» en el capítulo 293 (11 de noviembre)
Dámaso revela a Victoria el motivo de su marcha: "Sabía que me engañabas con el Duque", mañana en 'Valle Salvaje' en el capítulo 293.
El día amaneció con un tono de cobre viejo sobre el Valle, como si el cielo hubiese decidido desenrollar un telón pesado antes de la función. Había quietud, sí, pero no la quietud amable de los domingos, sino la que antecede a los terremotos. Un rumor de frondas, el golpe hueco de un ...
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#ValleSalvaje, #capítulo293«Por, #marché»
Transcripción
00:00Avance Valle Salvaje, por eso me marché. En el capítulo 293, 11 de noviembre, Damaso revela a
00:18Victoria el motivo de su marcha. Sabía que me engañabas con el duque, mañana en Valle Salvaje
00:23en el capítulo 293. El día amaneció con un tono de cobre viejo sobre el valle, como si el cielo
00:32hubiese decidido desenrollar un telón pesado antes de la función. Había quietud, sí, pero no la quietud
00:40amable de los domingos, sino la que antecede a los terremotos. Un rumor de frondas, el golpe hueco de
00:48un cubo contra la piedra, un caballo que resoplaba en el patio, y, por encima de todo, esa vibración
00:55invisible que los habitantes del palacio aprendieron a reconocer desde niños, cuando los secretos se
01:01acercan al borde, la casa gime. Adriana despertó antes que el alba, con la carta de Isabel doblada
01:09dentro del corsé, rozándole la piel como una espina que no hace sangre pero envenena.
01:13La había leído diez veces y diez veces había sentido lo mismo. Un frío antiguo, una niebla
01:21que entraba por la ventana y se posaba en las manos, en la lengua, en la conciencia.
01:28He cometido un acto imperdonable, decía Isabel con su caligrafía leve, inclinada hacia la derecha,
01:35como si cada letra pidiera disculpas por existir.
01:38No nombraba el acto, lo rodeaba, lo medía, lo hacía sonar en hueco. En las cocinas,
01:46el primer hervor levantó un aliento de pan y de café que no alcanzó a calentar a Pepa.
01:52Ella mecía a Evaristo sobre la cadera, con esa ternura mecánica de quienes,
01:57roto el mundo, aprenden a seguir respirando porque un niño respira.
02:01El pequeño dijo, mamá, con la sorpresa dulce de una palabra nueva, y a Pepa se le
02:08quebró el pecho como un plato viejo en una casa vacía.
02:14No llores delante de él. Le aconsejó Eva, torpe y buena, con un paño en la mano y ojeras
02:20de principiante en la compasión. No llores, que aprenden las lágrimas más deprisa que
02:27los pasos. ¿Y qué quieres que aprenda, Eva? Pepa apretó al niño, sin mirarla.
02:33¿Que la casa de los suyos lo dejó sin madre? Luisa no está perdida. Insistió Eva,
02:40a la que las palabras le bailaban sin música.
02:44Francisco dice que, que el duque, que quizá, quizá, es una palabra que no alimenta, cortó Pepa.
02:51El duque ya habló, de por vida. Lo oí, lo oí en su voz, fría como una bandeja de plata.
03:00A la misma hora, el duque José Luis tomaba el desayuno en su gabinete, solo. El azúcar
03:06granulaba en el fondo de la taza, un remolino pálido, y él lo miraba como quien observa
03:12hundirse una barca ajena. No estaba contento, tampoco triste, estaba decidido. La decisión lo
03:20había despertado, lo había vestido, lo había traído hasta la mesa y le había puesto una pluma
03:26en la mano. La apariencia de justicia. Escribió. Exige una justicia visible. Y no pensó en Luisa.
03:36Pensó en los ojos del valle mirando sus manos. En la idea, no en la carne. Rafael entró sin
03:42ser anunciado. Un privilegio de hijo y de heredero. Apoyando los nudillos en el borde del escritorio
03:48con ese gesto que heredó de su madre, la difunta duquesa. Como si se inclinara para escuchar no al
03:54padre, sino a la casa entera.
03:58Padre, dijo, no vengo a suplicar, vengo a advertir. Te escucho. Contestó José Luis, sin levantar la vista
04:06del papel. Has encadenado tu nombre a una puerta equivocada. Crees que estás protegiendo la casa,
04:14pero la estás cerrando para los tuyos. Luisa no es la culpable. ¿Y qué sabes tú de culpas,
04:21Rafael? El duque dejó la pluma. Su voz templada no necesitó imponerse. Era la voz de quien está
04:30acostumbrado a ser escuchado. La ley de la casa no es la ley de tus impulsos. Alguien robó,
04:38se supo, hay un castigo. Eso es lo que protege el valle. Que aquí nada pasa sin consecuencia.
04:46Yo maté, dijo Rafael, y la palabra se quedó suspendida unos segundos, pesada, brillando como
04:53un péndulo. Y no me encerraste de por vida. Porque la guerra y el honor dictaron entonces
05:00su jurisprudencia. Replicó José Luis, y en su mirada hubo un cansancio de siglos.
05:08No confundas el barro de un duelo con la mugre de un robo. El barro también tiene memoria. Respondió
05:14Rafael. Y el valle, padre, aprende. A veces aprende a temerte. El duque hizo un gesto con la
05:23mano, apartando la conversación como quien aparta un mantel que todavía tiene migas.
05:30Vete, y no me presiones con palabras que no van a mover ni una piedra de esta casa.
05:36Rafael se fue con los dientes apretados. En el corredor, se cruzó con Francisco,
05:41que todavía no sabía qué hacer con las manos cuando llevaba guantes de mayordomo.
05:45Francisco, que había sido herrero, arriero, capataz, y ahora se encontraba midiendo distancias
05:53invisibles entre señores, objetos y silencios.
05:59Señorito, saludó, intentando que su voz tuviera la curva correcta. Rafael lo miró,
06:05desconcertado por el título. Francisco, ¿estás bien? Estoy intentando estar, como se debe,
06:14respondió, y la expresión le quedó demasiado limpia, como un cubierto nuevo.
06:21Eva me da consejos, pero a veces me los da en voz baja. Y yo no sé si se habla en voz baja por
06:26respeto o por miedo. Por costumbre, dijo Rafael, no te la aprendas. Llámame, Rafael, si no hay nadie
06:36mirando. Francisco sonrió con una gratitud que tuvo algo de hogar. Entonces, Rafael, permíteme
06:45una pregunta. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo sabiendo que te ibas a arrepentir?
06:50Ahora mismo, contestó él, y se fue con la urgencia de quien no puede quedarse quieto si la sangre le
06:58pide pelea. En un cuarto pequeño, de paredes que olían a jabón y a ropa secándose, Adriana sacó
07:06la carta de Isabel del Corsé y la desplegó sobre la cama con la delicadeza con que se abre un vendaje.
07:14Tenía la intención firme de no decírselo a Pedrito. No todavía, el niño merecía una tregua que
07:19nadie más tendría. Bajó al patio buscando a Bárbara, la encontró junto al aljibe, graduando la luz del día
07:27con la mano sobre los ojos. La leí otra vez, anunció Adriana, sin preámbulos, y Bárbara mordisque o con
07:37acento agudo el borde de la preocupación con su estilo práctico. Dice algo que se nos escapara
07:44nosotras dos juntas, dice que es imperdonable. Como si el perdón fuese una llave, y ella hubiese
07:51roto la cerradura. La gente usa la palabra, imperdonable, para darle importancia a lo que
07:58teme nombrar, dijo Bárbara. La letra, tiembla, la letra se inclina, como si tuviera prisa por llegar
08:08a la orilla. No tiembla, sea vergüenza. Bárbara inspiró hondo. Tenía el oído entrenado para el tono
08:15de las culpas ajenas. No se lo digas a Pedrito, pero no lo lleves tampoco como una cruz sola. Si
08:23compartimos el peso, no suena al andar. Se lo conté a ti, admitió Adriana, y ahora vengo a pedirte
08:31otra cosa. Dila, mira a Matilde. Bárbara parpadeó. La miro mucho, con menos juicio y más corazón, pidió
08:42Adriana. La vi anoche con Atanasio. No pude dormir por ese, algo, que lo rodeaba como una promesa que da
08:50miedo. Si los ojos de Victoria caen ahí, la casa estalla. Bárbara apretó los labios, y en ese gesto
08:59recogió la escuela de la discreción que aprendió sirviendo. Yo, ya lo sospechaba. Confesó, no los
09:08voy a juzgar. De hecho, quizá pueda, limpiarles el camino. Ponerles un mantel donde hoy solo hay
09:16piedra. Hazlo. Rogó Adriana. Y yo te daré lo que sé de Isabel, cuando tenga nombre. Por ahora solo
09:25tengo sombras. La sombra de Damaso se proyectaba larga sobre el empedrado. Caminaba como quien ha
09:32vuelto pero no regresa, con un secreto en el bolsillo y otro en los dientes. Había invertido
09:39días enteros en buscar el ángulo. Acercarse a Rafael por la derecha, la de la admiración, acercarse a
09:46Mercedes por la izquierda, la de la confidencia, y plantarse frente a Victoria por el centro, con una
09:52pregunta que no pedía respuesta, sino una grieta. La grieta llegó. ¿Tú se lo dijiste? Victoria irrumpió
10:01en la sala donde Mercedes ordenaba papeles. Sus ojos, un verde oscuro, se movían como si buscaran
10:09el origen del incendio mientras el incendio la atravesaba. ¿Fuiste tú, Mercedes? ¿Quién si no? ¿Quién más
10:17sabía? Yo no he dicho nada. Mercedes dejó los papeles como se deja a un niño dormido.
10:25Y si alguien lo supiera, no sería por mí. Entonces, ¿cómo sabe Damaso? ¿Cómo se atreve
10:31a preguntarme con esa impunidad, como si llevara prueba en la manga? Porque los hombres que han amado
10:38mal suelen creer que el amor les otorga aduanas en el cuerpo ajeno. Dijo Mercedes, y sus palabras eran
10:44una brasa envuelta en terciopelo. No te equivoques de batalla, Victoria. Damaso viene con un expediente.
10:53No necesita informantes, le basta con su memoria. ¿Y tú por qué estás tan tranquila? Victoria dio
11:00un paso, con el filo de su dignidad por delante. ¿Por qué hablas como si supieras qué hacer cuando
11:08un hombre vuelve con un pasado colgado del cuello? Porque aprendí a no temblar cuando la verdad llama
11:15a la puerta, respondió Mercedes. Si quieres mi consejo, no subas la voz. Y si quieres mi auxilio,
11:25dime qué temes más, si la pregunta o la respuesta. Victoria respiró como quien aprende a respirar
11:32otra vez. Temo, que esto no sea solo una visita. Que sea una auditoría, que venga a cobrar cuentas
11:39que yo cerré sin firma. Entonces, firma ahora, dijo Mercedes. Con tu voz, con tu forma de mirar,
11:49con la seguridad de quien sabe lo que hizo y lo que no. Lo único que no puedes hacer es improvisar
11:56tu pasado. Victoria apretó los puños. Afuera se oyeron pasos, damaso. Su nombre cayó en la estancia
12:04antes que su cuerpo, como un olor a cuero y a sal. Victoria, saludó. Necesito hablar contigo. Aquí
12:13estoy, respondió ella, escueta como un nudo, a solas. No, intervino Mercedes, con una suavidad
12:23que tenía hierro. Lo que tengas que decir, puedes decirlo delante de mí. Soy amiga, no pared. Damaso
12:32sonrió con media boca. Enhorabuena, dijo. Las amigas valientes abundan menos que los secretos.
12:40Ve al grano. Pidió Victoria. Al grano, pues. Y su voz se hizo un material que no hacía falta pulir.
12:48Me marché del valle porque sabía que me engañabas con el duque.
12:53La frase golpeó, pero no reventó nada. Fue un mazazo en un desierto. El polvo tardó en levantarse.
13:02¿Lo sabías? Repitió Victoria. No era una pregunta, tampoco una confirmación. Era un eco
13:08extrañado de su propia vida. Lo supe, corrigió él. No por oídas, por mirada, por gesto,
13:16por esa forma de volver a casa con olor a palacio. Yo no me engañaba, Victoria. Me dije. Si elijo amar
13:24a una mujer que no me elige. Al menos elijo irme antes de que el valle me vea suplicando.
13:31Mercedes, en silencio, calibró la dignidad de la confesión y el veneno que arrastraba.
13:36¿Y por qué vuelves? Preguntó Victoria. ¿A cobrar una deuda? ¿A exponerme como los exhiben a los malos
13:43de feria? Vuelvo, dijo Damaso. Porque no supe irme del todo. Porque cuando oí que Luisa estaba presa,
13:53algo en mí recordó que el valle no se cura, solo se tapa. Y porque vi a Rafael, y me vi a mí mismo
14:00repitiendo la soberbia de su padre. Quise hacer algo recto, aunque fuera tarde.
14:07¿Algo recto? Victoria frunció el ceño, persiguiéndome por pasillos con una pregunta
14:12como un cuchillo es, algo recto. Quería oírte, a ti, respondió él, no para arrinconarte,
14:20sino para no seguir inventándote. Me debes una verdad, no por justicia, por memoria. Mercedes se
14:28interpuso un paso, casi imperceptible. La memoria es una deuda que se paga a solas,
14:36dijo. Si buscas justicia, ve al juzgado. Si buscas reparación, mira tu propia sombra.
14:45Damaso la miró con un respeto que no le cabía en los ojos. No vine a exigir. Rectificó,
14:52suavizando. Vine a explicarme, y a decirte, Victoria. Buscó la palabra. Que aquella pregunta
14:59no fue celos. Fue dolor. El dolor de comprender que algo que creía mío no lo era. Y nadie
15:08tiene la culpa exacta de eso. Victoria tragó, un movimiento mínimo, como si evadiera un ahogo.
15:15Lo que hubo entre el duque y yo. Dijo, por fin, con una claridad que tampoco pedía perdón. Fue
15:22un error orgulloso. Lo elegí cuando elegí parecer fuerte. Y tú ya te habías ido en ese gesto de
15:30orgullo tuyo. Con tus baúles, tus silencios, tu hombría que siempre estaba de puntillas.
15:36No me engañé de pronto. Me perdí despacio. Hablar calmó algo que ninguna defensa podía.
15:45Detrás de la puerta, Bárbara, que traía recados, se detuvo un segundo y retrocedió. Supo que el
15:51aire iba a necesitar espacio. ¿Y ahora qué? Preguntó Damaso. Ahora nada. Respondió Victoria. Ahora,
16:00cada cual recoge su ropa y mira si le sirve. No voy a justificarme ante ti. Tampoco te voy a pedir
16:08perdón por lo que elegí cuando nadie me sostenía. Te haré un regalo, si quieres. No te mentiré. No te
16:15miento ahora. No te amé como merecías. Y si vuelves para demostrarme que debí hacerlo, llegas tarde.
16:23Ya aprendí el precio de los, debí. Damaso bajó los ojos, por primera vez desde que volvió. La
16:32derrota que se le dibujó no fue una derrota de hombre frente a mujer, sino de alguien frente a su
16:36propia expectativa. Está bien, dijo, a veces uno vuelve para llevarse una palabra que lo deje ir de
16:44verdad. Esta puede ser. Y no vuelvas a poner palabras en mi boca. Añadió Mercedes, con una
16:53firmeza amigable. Si sospechas, pregunta. Si duele, dilo. No conviertas tu dolor en suceso. Él
17:02inclinó la cabeza y salió con un paso que pesaba menos que al entrar. En el corredor, tropezó con
17:10Rafael. ¿Sigue rondando, forastero? Bromeó Rafael, pero los ojos no le sonreían. A veces hay que
17:19rondar lo que se quiso para aprender a irse, respondió Damaso. Tú, ¿cómo andas con tu padre?
17:26Mi padre es una muralla con biblioteca, dijo Rafael. He venido a buscar dinamita decente.
17:31No la busques en el rencor, advirtió Damaso, casi sin querer. Estalla hacia adentro.
17:40En las celdas de la cárcel, el olor era mezcla de humedad y tinte barato. Luisa estaba sentada en
17:47el borde de un catre, la espalda recta por disciplina o por orgullo. Alejo llegó con permiso del juez y un
17:55ramo de flores torpes, cosechadas en la cuneta antes de entrar. Margaritas, una rama de romero,
18:02dos amapolas valientes. No te las dejarán pasar, dijo Luisa al verlas, con ese humor mínimo que se
18:10permite cuando la desgracia le concede cortesía. Aquí entran cartas, a veces, y sermones. Las flores
18:18no. Entonces me las llevo. Repuso Alejo. Pero te traigo otra cosa. ¿Qué? Una duda. Y una pregunta.
18:28Luisa lo miró con un cansancio sereno, casi agradecida por la sinceridad. Duda. Tu frialdad.
18:36No te reconozco en ella. Pareces alguien que ya decidió no defenderse. ¿Y la pregunta? ¿Lo hiciste?
18:43Luisa mantuvo los ojos fijos en él, e inclinó la cabeza apenas, como si aquel gesto encendiera un
18:50foco sobre su cara. ¿Qué te gustaría oír? La verdad. La verdad le pertenece al juez. Y a mi
18:58conciencia. Respondió. A ti te pertenece otra cosa. La imagen que tengas de mí. Cuídala. La vas a
19:07necesitar, me culpen o me absuelvan. No me lo pones fácil. Dijo Alejo. Necesito creer que no. Pero
19:15recuerdo que yo también me creía incapaz de matar, y lo hice. Tú mataste con la sombra detrás. Dijo
19:23Luisa. Yo, si hubiese robado, lo habría hecho con la frente despejada. Para un fin, no sé si eso
19:33tranquiliza o asusta. Asusta. Reconoció él. Entonces, agárrate a tu susto.
19:42No lo sueltes hasta que te alcance una prueba. Lo demás son preguntas de noche. Alejo apretó los
19:48dedos sobre la reja, como si sostuviera una conversación con el hierro. Mercedes no te
19:55ve ladrona. Yo tampoco me veo nada. Contestó. Aquí no hay espejos. Voy a pedirle a Mercedes que
20:03me diga lo que no me dice. Prometió Alejo. Y voy a hablar con alguien a quien no quiero hablarle.
20:11¿El duque? Él tiene llaves. Yo tengo puertas. Dijo Alejo. A ver qué cede antes.
20:17En la huerta, Atanasio y Matilde recogían tomates con la devoción de quienes arrancan del mundo aquello
20:25que todavía les ofrece bondad. Sus manos no se tocaban, pero los dedos hacían el gesto invisible
20:32de quien ya sabe la forma de la otra piel. No podemos seguir así. Susurró Matilde, sin mirar.
20:40Victoria, tú sabes cómo mira. Sé cómo mira el miedo de ella. Contestó Atanasio. Pero también sé cómo
20:48mira la luz cuando la ve pasar. Si alguna vez nos ve de verdad, también verá la luz. Nos van a quitar
20:56la sombra. Dijo ella, y la palabra, sombra, se le quebró. Yo siempre necesité poco, Atanasio. Cuatro
21:06paredes, un pan, una miga de risa. Pero esto, esto no sé si me cabe. Te cabe. Y si no, ensanchamos.
21:17Prometió él. No te pediría que saltaras si yo no supiera nadar. Bárbara se acercó sin ruido,
21:24con el talento de quienes han aprendido a llegar tarde a los malos momentos y pronto a los buenos.
21:29No voy a juzgaros. Dijo, antes que se asustaran. Vengo a ofrecerme. Si os hace falta un pasillo
21:38libre, yo lo barro. Si hace falta un mensaje que no salga de mi boca, yo lo escribo con los ojos.
21:46Matilde se llevó la mano al pecho con una gratitud que no supo traducir.
21:50Y si nos descubren, entonces, yo digo que fui yo la que conspiró. Prometió Bárbara.
22:00He conspirado por menos. Atanasio asintió. Emocionado. Hay lealtades que no caben en la
22:07palabra, gracias. Dijo. Si alguna vez te fallamos. No me falléis. Cortó ella. Solo sed valientes en
22:17proporción al amor. Lo cobarde es lo que huele y delata. Al caer la tarde, Adriana encontró a Peppa
22:24en la antigua despensa, donde ahora se guardaban mantas y promesas viejas. La vio sentada, con
22:32Evaristo dormido a su lado, y se sentó a su altura, como se escucha a los dolores sin hacerles sombra.
22:38Peppa. Dijo, con cuidado. Hay algo que necesito preguntarte. No para herirte. Para ayudar.
22:48Pregunta. Respondió Peppa, con los ojos fatigados. Si creo que no debo, no contesto.
22:56¿Hay algo de Luisa que yo deba saber? Algo que sirva para sacarla de ahí. Algo que explique su
23:01frialdad. Su silencio, una deuda, una amenaza, un pacto. Peppa miró la mantita del niño como si
23:09fuese un mapa. Luisa aprendió a callar cuando la vida le pedía el grito. Yo la vi guardarse cosas
23:16que a mí me hubieran roto los dientes por salir. No sé si eso te sirve. Me sirve saber cómo se
23:24defiende. Dijo Adriana. A veces, quien se calla cree que se salva. Y se condena. Luisa. Peppa tragó
23:33saliva. Si ha hecho algo, no fue por vicio. Fue por alguien. Si está fría, es porque el calor se lo
23:40dejó a ese alguien. Yo. No sé más. Pero te digo esto. No la olvides un día entero. Porque ahí adentro,
23:50una sola hora pesa como una piedra de molino. Adriana asintió, dejándole un beso en la frente.
23:59No voy a olvidarla ni un minuto. La noche llegó, y con ella, el rumor de la casa que se aquieta sin
24:05dormirse. Francisco cruzó el patio con un farol, aprendiendo a medir las sombras, cuando se topó
24:13con José Luis. No lo había buscado, pero la valentía honrada del pobre a veces se elige sola
24:20el momento. Señor. Lo llamó, sin títulos. El duque se detuvo, curioso por la falta. Francisco.
24:32No sé hablarle cómo se debe. Admitió. Pero sé decirle a un hombre las verdades que no huelen a
24:37insolencia. Yo no sé si Luis arrobo. No lo creo. Lo que sí sé es que la casa escucha. Y hoy la
24:45escuché decir que tiene miedo. Miedo de usted. Y el miedo no es respeto. José Luis sostuvo la mirada
24:52con la sorpresa con la que se observa a un ciervo plantarle cara a un cazador. Cuidas bien a los tuyos,
25:00dijo. Y te olvidas del orden. El orden sirve a la vida, no al revés, respondió Francisco.
25:09Usted puede soltar una cadena o apretar un puño. Y cada elección se parece al hombre que la hace.
25:16El duque no respondió. Miró el farol, la llama pequeña, terca, y se fue sin prometer nada.
25:22Pero la llama lo siguió. A la mañana siguiente, el valle amaneció con el aliento contenido.
25:33Se supo que Alejo había ido a ver a Mercedes antes de que el café dejara de ser café.
25:39Se dijo que había hablado con una vehemencia rara en él, que había nombrado a la culpa como
25:44quien llama a un perro y que la culpa, obediente, se había presentado a sus pies.
25:49Mercedes lo escuchó con la espalda muy recta. No me digas, dime la verdad, le pidió.
25:59La verdad es una fruta que no se arranca a tirones. Dime lo que tienes, te diré lo que puedo.
26:06Tengo miedo, dijo Alejo, y tengo, además, un recuerdo. La certeza con que juzgué a quien hoy
26:13extraño. No quiero repetir ese juicio en otra cara. Luisa, Luisa es mejor que su error, si lo
26:21hubiera, respondió Mercedes. Y peor que tu ideal, si lo mantienes, te hace falta paciencia. Y en esta
26:30casa, paciencia es una palabra que ya nadie pone en la mesa. Yo voy a ponerla, prometió él, y voy a ir
26:39a ver al duque. Si no me recibe, me quedo en su puerta. No te humilles, aconsejó Mercedes. La
26:47humillación abre un agujero que luego rellenas con odio. Ve con lo que tengas, razones, y con lo que
26:55te falte, respeto. Y si no cede, entonces, ensayamos otra puerta, dijo Mercedes. El valle tiene más entradas
27:05que las que enseñan en los mapas. En el jardín, Victoria caminaba sola, masticando el encuentro
27:12con Damaso y, aunque no lo confesara, dándole una forma que no fuera la de una derrota. Cuando vio a
27:20Rafael acercarse, le sostuvo la mirada. No huyó de una conversación que, lo sabía, iba a dolerles a
27:26ambos. Madre, saludó él, sin piel. Ha estado aquí el hombre que se marchó cuando tú creíste necesitar
27:35menos el amor y más el poder. Ha estado, confirmó ella, y se ha ido. ¿Te pidió cuentas? Me pidió
27:44memoria. ¿Y tú? Le di voz. Rafael asintió, de un modo que contenía afecto y reproche al mismo tiempo.
27:56Nunca supe si amabas al duque por él o por lo que te daba mirarte a su lado, dijo.
28:00Yo tampoco lo supe entonces. Admitió Victoria, sin falta. Hoy lo sé. Amé la sensación de estar a
28:10salvo en un lugar donde el peligro tenía apellidos. Y olvidé que el peligro aprende también los
28:17apellidos. ¿Y ahora? Preguntó Rafael. Ahora sostengo lo que dije a Damaso. No improviso mi
28:25pasado. Lo llevo. Pues llévalo. Pidió él. Pero no lo uses para justificar la condena de una inocente.
28:35Luisa necesita de todos. También de tu voz. Mi voz, dijo ella, no alcanza al juez.
28:41Pero alcanza al duque. Entonces, úsalas como se usan las voces que quieren salvar, dijo Rafael.
28:53Con coraje, sin cálculo, Victoria miró hacia el palacio. Hubo un segundo en que la figura de José
28:59Luis en el balcón fue solo eso. Un hombre recortado contra el cielo, no un título.
29:04Algo en ella, llámese memoria, llámese amor, llámese resto, decidió subir las escaleras.
29:16Cuando Victoria entró al despacho del duque, él estaba de pie, de espaldas, como una estatua que
29:22piensa. José Luis, dijo, sin protocolo. Victoria, respondió él, con la misma sobriedad con que se
29:32recibe a un testigo. Te hablo de Luisa. No hay nada que hablar. Siempre hay algo. Insistió. No te pido
29:41benevolencia. Te pido prudencia. El valle te mira. Y tú crees que lo educas con dureza. Pero también
29:49se educa con justicia. La justicia ya habló. No, negó ella. Tú hablaste en nombre de la justicia. No es
29:58lo mismo. El duque se giró. Tenía en el rostro esa mezcla de orgullo y fatiga de los hombres que han
30:05conducido demasiadas batallas internas. ¿Por qué tú, Victoria? Preguntó. ¿Por qué tú me pides a mí
30:13misericordia? Porque aprendí a pedir lo que no doy. Dijo ella, con una inteligencia de dolor.
30:19Te pedí a ti que me miraras como un puerto cuando yo era mar. Te pedí contigo la seguridad que otros
30:26estaban demasiado vivos para darme. Vengo a pedirte ahora una cosa que sí puedes dar. Tiempo. Tiempo
30:34para averiguar. Tiempo para no perder a una mujer que esta casa necesita. ¿Y si robó? Preguntó el duque.
30:42Entonces, que lo diga la verdad. No tu orgullo. El silencio se tendió entre ambos como un puente
30:49recién construido. Había que probarlo. José Luis miró la ventana. Se oyó a lo lejos la risa de un
30:57niño. Evaristo, seguramente, aprendiendo palabras nuevas. Hubo un mínimo temblor en el modo en que el
31:06duque respiró. Veré, dijo, sin prometer. Veré que se puede ver. Te sostengo la mirada mientras miras.
31:16Aseguró Victoria. Esa tarde, cuando el sol sopesaba si quedarse o irse, Adriana encontró a Bárbara en
31:23el corredor de los espejos. Nunca nadie pasaba por allí a esa hora. Era un pasillo que devolvía
31:30reflejos cansados, y los reflejos cansados no ayudan a quien necesita creer.
31:37He pensado, anunció Adriana, y su, pensado, sonó a plan. Vamos a hacer dos cosas a la vez. Cuidar a
31:45los vivos y entender a los ausentes. Tú vas a proteger a Matilde y a Tanasio. Yo voy a ponerle
31:52nombre al, imperdonable, de Isabel. ¿Y por dónde empiezas? Por la ropa, dijo Adriana. Por la costura,
32:02por los lugares donde las mujeres guardamos lo que no queremos que nos roben ni la memoria.
32:08Bárbara asintió con una sonrisa que, por una vez, tuvo un borde travieso. Iré con una cesta.
32:14Si nos preguntan, diremos que buscamos un hilo. Buscamos uno, confirmó Adriana. El que nos falta
32:23para coser este desgarrón. Y así se pusieron a hurgar en los cajones donde Isabel doblaba la vida.
32:30Pañuelos con iniciales, un medallón con una foto recortada, faltaba medio rostro, cartas sin sello.
32:37Una, escondida en el forro de un vestido, tenía un olor que no era de lavanda. Era de tinta apurada,
32:46de mano temblorosa. Adriana la leyó con el pulso sostenido por la urgencia. No pude decirte. No puedo
32:54decirte. Si supieras, me odiarías. Pero prefiero tu odio a tu ruina. No nombra, dijo, con un amargor que
33:05se parecía a la paciencia. Pero señala, adujo Bárbara, prefiero tu odio a tu ruina. ¿Qué
33:13arruina? ¿Un nombre? ¿Una herencia? ¿Una verdad que deshace una casa? Esta carta no es una confesión.
33:20Es una muralla, dijo Adriana. Vamos a tener que entrar por debajo. Y siguieron buscando. La noche,
33:28cuando cayó por completo, trajo consigo una noticia pequeña y resbaladiza. Francisco,
33:35tímidamente, había conseguido que Pepa riera. Le contó, mal, cómo un mayordomo debía presentar
33:44una bandeja. Lo hizo al revés a propósito, y el niño evaristo palmoteó con un, mamá. Entre
33:51carcajadas. Pepa, en ese instante, tocó fondo y rebotó. La risa se le escapó entre los dedos.
34:01Lloró después, pero ya no del mismo modo. Gracias, le dijo a Francisco. No sabía que
34:07la risa podía venir a un sitio como este. La risa es un oficio, respondió él, y hoy había
34:15vacante. Al filo de la medianoche, Rafael, exhausto de pelear contra los muros, se encontró con Damaso
34:23en la puerta del viejo granero. El aire estaba lleno de ese olor a metal que tienen las horas
34:30antes de las tormentas. Me dijiste que no buscará dinamita en el rencor. Arrancó Rafael. ¿Y dónde
34:38entonces? En las manos callosas, dijo Damaso, en la terquedad de los justos, ve a ver a quienes
34:46te dirán la verdad sin interés. A los que no te miran como al duque ni como al heredero. A Francisco,
34:53a Bárbara, a Pepa. A Mercedes, ellos te darán piezas, con tus piezas y las de ellos, haces una
35:01llave. Rafael asintió, sin ironía. Voy a hacerlo. Y yo voy a irme. Anunció Damaso, con una serenidad
35:11que no tenía al llegar. A irme bien, por fin. Ahora sí me marcho. ¿Por eso volviste? Preguntó Rafael. ¿Para
35:20irte? Para decir, por eso me marché, sin que la frase me mordiera. Respondió. Para dejar de rondar
35:29una puerta que no se abre. A veces, la dignidad de saber qué casa no es la tuya. Se dieron la mano.
35:37Fue un gesto limpio, sin espuma. Si alguna vez necesitas un hombre sin miedo a la verdad,
35:44ofreció Rafael, búscame. Y si necesitas un hombre que ya aprendió a vivir con ella, replicó Damaso,
35:52búscame tú. Se separaron. El granero respiró. Cuando el primer gallo anunció el día siguiente.
36:02Ese que todos esperaban con preguntas y ninguno con respuestas. El valle parecía una cuerda tensa,
36:08afinada para una música que aún no sonaba.
36:10La carta de Isabel, todavía sin nombre para su, imperdonable, pesaba sobre la almohada de Adriana
36:19como un libro no terminado. Pepa se levantó con ojeras pero con el pecho un milímetro más alto.
36:27Francisco, con un nudo en la corbata que le quedó torcido y correcto a la vez, se prometió a sí mismo
36:33una cosa improbable. Ser un buen mayordomo sin dejar de ser Francisco. Mercedes miró por la ventana y,
36:41por primera vez en días, no pensó en su propia supervivencia, sino en la de Luisa.
36:48Rafael recorrió el palacio como un soldado que se ha jurado no volver a casa hasta traer algo de
36:53valor. Y Victoria, con la frente limpia y el pasado al hombro, subió otra vez las escaleras del despacho,
37:00dispuesta a no apartar la mirada cuando la mirada doliera.
37:06José Luis ya la esperaba, y ese detalle, esperarla, fue una misericordia pequeña que sólo una mujer atenta anota.
37:16El duque tenía una carta en la mano. No era la de Isabel. Era otra. Una orden, quizá.
37:23Un gesto. He pensado, dijo. He hablado con el juez. Concederé un plazo. Quiero pruebas que no me
37:30traigan voces, sino hechos. Victoria respiró, no sonrió, no lloró, se mantuvo entera, que es a veces
37:39la forma más alta de gratitud. Gracias, dijo, y esa palabra, en su boca, fue una cláusula de paz.
37:49Afuera, sin que nadie lo viera, un hombre caminaba por el camino de grava alejándose del palacio.
37:55Llevaba una maleta clara y un sombrero que ya no iba con su sombra. Por eso me marché, murmuró Damaso,
38:04y por primera vez la frase no supo a hielo. Y el valle, que nunca olvida pero a veces aprende,
38:11aguardo. Porque la pregunta que se había formulado días antes acababa de cobrar todo su sentido,
38:17y el día que nacía traía consigo otra, más peligrosa y más luminosa. ¿Qué haremos con la verdad
38:23cuando por fin tengan?
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