Valentín Ramírez ha pasado sus 44 años en Caribe, una comunidad de Bonao donde solo quedan recuerdos de lo que fue el caudaloso río Yuna. Con resignación, evoca un afluente abundante, rodeado de árboles, que servía para las labores domésticas y como espacio de recreo al que acudían familias incluso de otras provincias. Hoy la escena es distinta. En su paso por Caribe, El Verde y Los Platanitos, en Bonao, el Yuna muestra poca agua y menos árboles. Sus orillas, castigadas por el sol, se alejan del paisaje idílico que describe Valentín. La tala indiscriminada, la extracción ilegal de materiales y un vertedero cercano han maltratado el entorno. Todos los días, sin permisos y a plena vista de la comunidad, camiones sin placas transitan por la franja del río para extraer agregados. A esto se suma un vertedero en El Verde, a solo 400 metros de la orilla, desde donde la basura termina arrastrada hasta las aguas. El Yuna nace en la sección La Ensenada, distrito municipal Piedra Blanca, provincia Monseñor Nouel. Es el segundo río más importante del país y recorre 210 kilómetros hasta desembocar en la bahía de Samaná. Estudios reportan bajo pH, alta conductividad y presencia de metales pesados como hierro y níquel en tramos de su cuenca, además de contaminación por descargas residuales municipales e industriales que no reciben tratamiento adecuado.
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