Pocos pintores han tenido una formación más compleja que la de Doménikos Theotokópoulos, El Greco. Desde su Creta natal viajó a las dos metrópolis artísticas más importantes de la Italia del Renacimiento: Venecia y Roma, y más tarde daría el salto a España con la esperanza de participar en la gran empresa decorativa del monasterio de San Lorenzo de El Escorial. A lo largo de este viaje, que le llevaría desde Candía a Toledo, El Greco incorporó el sistema figurativo del Renacimiento a su manera de pintar.