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#ValleSalvaje
En los próximos capítulos, una nueva y peligrosa alianza se forma contra los duques, mientras un beso robado enciende la mecha de la venganza.

Dámaso, más decidido que nunca, jura hacer pagar a Victoria y José por todos sus pecados. Mientras tanto, Bárbara deberá afrontar la realidad más difícil de su vida tras una impactante confesión de Leonardo e Irene. ¿Podrá soportar la verdad?

Además, Pepa toma una decisión desesperada para salvar a su hermana Luisa de la cárcel, un sacrificio que podría ...
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#ValleSalvaje
Transcripción
00:00En los próximos capítulos, una nueva y peligrosa alianza se forma contra los duques, mientras un
00:16beso robado enciende la mecha de la venganza. Damaso, más decidido que nunca, jura hacer pagar
00:23a Victoria y José por todos sus pecados. Mientras tanto, Bárbara deberá afrontar la realidad
00:31más difícil de su vida tras una impactante confesión de Leonardo e Irene. ¿Podrá soportar
00:38la verdad? Además, Pepa toma una decisión desesperada para salvar a su hermana Luisa
00:43de la cárcel, un sacrificio que podría costarle todo. Y por si fuera poco, Victoria hace un
00:51descubrimiento en la casa pequeña que amenaza con destruirlo todo. ¿A quién ha encontrado?
00:58No te pierdas este impactante avance que cambiará el destino de todos en Valle Salvaje.
01:04El amanecer se deslizó sobre el Valle Salvaje con una luz que engañaba. El cielo estaba
01:10limpio, el aire olía a tierra húmeda y a leña apagada, pero debajo de esa calma había una
01:15tensión casi eléctrica, como si cada rama, cada piedra, supiera que algo estaba a punto
01:21de romperse. En la casa pequeña, el murmullo de las voces madrugadoras no era el de otros
01:28días. Había silencios más largos, suspiros más hondos, miradas que se cruzaban y se retiraban
01:35de inmediato, temerosas de decir demasiado. Alejo salió al patio con una chaqueta colgada
01:42al hombro. La noche apenas lo había dejado dormir. Entre la preocupación por Luisa, el
01:49peso de la culpa y el cansancio de una lucha que parecía no tener fin, sentía que el cuerpo
01:54le pertenecía cada vez menos. Se apoyó en el pozo y cerró los ojos un instante, intentando
02:01encontrar en el silencio una respuesta que no llegaba.
02:04«Si sigues apretando la mandíbula de esa manera, vas a dejar de sentir la cara», dijo
02:12una voz detrás de él, con una mezcla extraña de ironía y calidez. Alejo se volvió y vio
02:19a Damaso, de pie junto a la puerta, con las manos en los bolsillos y ese gesto medido
02:24que se había vuelto su escudo. Durante mucho tiempo, Alejo lo había visto
02:30como a un enemigo más de la casa grande, un hombre marcado por un pasado turbio y por
02:35decisiones cuestionables. Pero últimamente, algo en la mirada de Damaso había cambiado.
02:43Menos soberbia, más cansancio, menos ambición desnuda, más rabia contenida.
02:50«¿Qué quieres tan temprano?», preguntó Alejo, sin molestarse en fingir cortesía. Damaso se
02:57acercó despacio, como si no quisiera asustar a un caballo nervioso. «¿Hablar contigo?»,
03:04respondió, «y no, no vengo a sermonearte. Vengo a ofrecerte algo que nadie aquí arriba
03:10te ha ofrecido en serio. Ayuda». Alejo esbozó una sonrisa amarga. «¿Ayuda? ¿De ti?», rió
03:18sin humor. «¿Y por qué habría de fiarme?». «Porque yo también quiero ver caer a los duques
03:24de valle salvaje», contestó Damaso, sin rodeos. «Porque lo que le hicieron a tu familia,
03:32a la mía, a la gente de este valle, no tiene perdón. Y porque tal vez ha llegado la hora
03:38de dejar de pelearnos entre nosotros y apuntar en la dirección correcta». Hubo un momento
03:45de silencio pesado. El nombre de los duques, José Luis y Victoria, flotó en el aire como
03:50un veneno conocido. «¿Qué estás tramando?», preguntó Alejo, entrecerrando los ojos. «Nada
03:58que no merezcan», replicó Damaso. «Pero antes de llegar a ellos, tenemos que proteger a los
04:06nuestros. Empezando por Luisa». El simple hecho de oír su nombre hizo que el semblante de Alejo
04:13se agrietara. Respiró hondo, clavando la mirada en las baldosas del patio. «Luisa», murmuró,
04:22«no puedo hacer nada por ella. Cada vez que tengo una idea, aparece un juez comprado o un papel que
04:27lo complica todo». Y mientras tanto ella, ahí dentro, Damaso apoyó una mano en el brocal del
04:35pozo, muy cerca de la de Alejo, pero sin tocarlo. «No estás solo, aunque te empeñes en creer lo
04:42contrario», dijo. «Si quieres luchar por ella, si quieres demostrar que no todo está perdido,
04:49vas a necesitar aliados». «Yo puedo ser uno». Alejo lo miró con una mezcla de recelo y curiosidad.
04:57«¿Y por qué?», insistió. «¿Por qué tú, qué ganas?». La respuesta tardó unos segundos en llegar,
05:06y cuando lo hizo, no fue la que Alejo esperaba. «¿Por qué también perdí a alguien por culpa de
05:14esta gente?», admitió Damaso, bajando la voz. «¿Y por qué Mercedes tiene razón? La muerte de su
05:23hermana no fue un accidente, ni un simple descuido».
05:27Fue una cadena de decisiones cobardes, de las que José y Victoria salieron limpios. Por ahora,
05:34el nombre de Mercedes cruzó el patio como una sombra. Alejo sabía del dolor de esa mujer,
05:40de sus ojos encendidos cada vez que hablaba de su hermana. Que Damaso la mencionara así,
05:47con un respeto casi doloroso, le hizo dudar. «No te estoy pidiendo que confíes ciegamente en mí»,
05:53añadió él. «Sólo que no cierres la puerta antes de tiempo. Si necesitas algo, si hay un documento,
06:01un funcionario, un guardia en esa cárcel. Dime su nombre». «Yo sabré moverme». Alejo apretó los
06:10labios, indeciso. Parte de él quería mandar al infierno a todo el mundo relacionado con la casa
06:15grande. Pero otra parte, la que no se resignaba a ver a Luisa consumirse entre barrotes, murmuraba
06:23que no podía permitirse el lujo de despreciar una mano tendida, aunque estuviera manchada.
06:30«Lo pensaré», dijo al fin. «No te prometo nada». Damaso asintió, como si esa pequeña fisura en el
06:38muro de Alejo fuera suficiente por ahora. «Piénsalo rápido», respondió. «En Valle Salvaje,
06:47el tiempo siempre corre a favor de los que tienen el poder». «Y esos no somos nosotros». Mientras el
06:54sol empezaba a trepar por encima de las colinas, en la casa grande Victoria caminaba sola por la
07:00galería que daba al jardín. Había dormido mal, acosada por recuerdos y reproches que no cesaban
07:07de golpearla. Cada vez que cerraba los ojos veía la mirada de Mercedes, acusadora, y detrás de ella,
07:15una hilera de campesinos, de criados, de rostros que habían sufrido las decisiones de los duques.
07:23La galería estaba casi vacía, solo se oía el crujido de sus pasos sobre la madera encerada.
07:31Llevaba los brazos cruzados sobre el pecho, como si necesitara sujetarse a sí misma para no
07:36desmoronarse. De pronto, percibió una presencia a su espalda. «No es propio de ti vagar sola por
07:44estos pasillos», dijo una voz masculina, suave pero cargada de intención. «La duquesa de Valle
07:52Salvaje siempre ha sabido dónde colocar cada pieza». Victoria se volvió, crispada. «No me sigas»,
07:59advirtió, al ver a Damaso acercarse. «No ahora», él sonrió apenas, ignorando la advertencia. «Justamente
08:09ahora es cuando más lo necesitas», replicó. «Estás rodeada de lobos, Victoria». «Algunos duermen en tu
08:18cama, otros se sientan a tu mesa. Y sabes que es lo peor, que tú misma los alimentaste».
08:23Sus palabras eran un dardo envenenado, pero también un espejo. Ella frunció el ceño, dolida.
08:33«¿A qué vienes?», escupió. «¿A recordarme mis errores?». «Créeme, ya hago eso sola». Damaso
08:40dio un paso más, acortando la distancia entre ambos. «Vengo a recordarte que sigues siendo humana»,
08:47dijo en voz baja. «Aunque te empeñes en ocultarlo detrás de títulos y órdenes».
08:53«Anoche te vi llorar en la capilla». Victoria se tensó por completo. «Te dije que no me siguieras»,
09:00repitió, esta vez con la voz quebrada. «No te atrevas a usar mis lágrimas como arma. No son
09:08un arma, son una señal», respondió él. «Señal de que algo dentro de ti se resiste a convertirse en lo
09:16que José quiere que seas». «Señal de que, quizás, todavía hay una salida, ¿salida de qué?».
09:23Susurró, con un deje de desesperación. «De este matrimonio, de esta vida, de este valle que se
09:31hunde conmigo atada a la roca». Hubo un segundo en el que la duquesa dejó de ser duquesa y fue
09:38solo una mujer desbordada. Damaso lo vio y algo en su interior. Orgullo, deseo, resentimiento. Se mezcló
09:48de forma peligrosa. Estiró la mano y, con una delicadeza que no concordaba con su reputación,
09:56rozó el borde de la manga de Victoria. «De ti misma», dijo. «Nadie te ata tanto como tú misma,
10:05Victoria». Ella levantó la mirada, enfrentando sus ojos oscuros.
10:09Y fue en ese segundo de vulnerabilidad absoluta cuando todo se torció. Damaso inclinó la cabeza,
10:18acortó los últimos centímetros que los separaban y, antes de que ella pudiera reaccionar,
10:23sus labios buscaron los suyos. El contacto fue breve, apenas un roce, pero cargado de todo lo que
10:31no debía existir entre ellos. «Deseo reprimido, culpa, rabia». La reacción de Victoria fue
10:39inmediata. Se apartó de golpe, el corazón desbocado, y le propinó una bofetada que resonó
10:45en la galería. «No vuelvas a tocarme», exclamó, con la voz temblorosa, más de miedo que de indignación.
10:53Damaso llevó una mano a la mejilla enrojecida, pero no retiró la mirada. «No finjas que no lo
11:02sentiste», murmuró. «Ese temblor no era solo de rabia. Ese temblor es de asco», replicó ella,
11:11aunque no estaba segura de a quién iba dirigido. «A él, a sí misma o a toda su vida».
11:18«¿Te atreves a besar a la esposa de tu duque? Eres más imprudente de lo que pensaba».
11:23«¿Y tú más prisionera de lo que aparentas?», contestó él, dando un paso atrás. «Pero ya
11:31hablaremos de eso». «Tarde o temprano, alguien te obligará a elegir de qué lado estás, Victoria. Y
11:39ese día, ni los títulos ni los retratos antiguos te servirán de refugio». La dejó allí, respirando
11:48entrecortadamente, con la piel ardiendo y el orgullo hecho añicos. Durante unos segundos,
11:55Victoria se apoyó en la pared, cerrando los ojos. Sabía que lo ocurrido era peligroso en todos los
12:01sentidos. Pero también supo algo más. No estaba dispuesta a guardar silencio. No por decencia,
12:09sino por instinto de supervivencia. «José tiene que saberlo», pensó, «no como una confesión,
12:17sino como un arma». En la casa pequeña, mientras tanto, Adriana cruzaba el patio con una cesta de
12:24pan cuando vio algo que le hizo fruncir el ceño. La puerta trasera, la que daba a los corrales,
12:29se abrió sigilosamente. Una figura familiar se coló dentro, mirando a ambos lados como un ladrón.
12:37«¡Atanasio!», murmuró, dejando la cesta sobre una mesa. «¡Qué demonios!», lo siguió con pasos
12:46ligeros, hasta verlo desaparecer por el pasillo que conducía a las habitaciones de las muchachas.
12:54Apretó los labios y aceleró el paso. Cuando lo alcanzó, Atanasio estaba justo frente a la puerta
12:59de Matilde, a punto de llamar. «¡Mi se te ocurra!», dijo Adriana, cruzándose de brazos.
13:09Atanasio se giró, sobresaltado, con la mano suspendida en el aire.
13:15«¡Adriana!», exclamó. «¡No es lo que parece! ¡Ah, no!», levantó una ceja. «¿No parece que estás a
13:21punto de entrar en la habitación de una mujer a plena luz del día, en una casa donde cualquier
13:26mirada se convierte en chisme?». Los rasgos de Atanasio, siempre nobles y un poco toscos,
13:34se suavizaron en una súplica. «¡Sólo quería verle la cara!», dijo. «¡Ayer se acostó llorando,
13:42tú misma la viste! Y desde que estalló todo esto, casi no hemos podido hablar».
13:46«¡Tan pecado es querer asegurarme de que está bien!», antes de que Adriana pudiera responder,
13:54la puerta se entreabrió y Matilde asomó la cabeza, el cabello recogido deprisa, los ojos aún enrojecidos.
14:02«¡Si vais a seguir hablando de mí!», dijo con una mezcla de timidez y humor amarga,
14:08«al menos dejadme participar».
14:09Adriana reprimió una sonrisa afectuosa. «¡Lo que vais a hacer es dejar de darle motivos a la gente
14:17para que hable!», sentenció. «¡Si queréis veros, por lo menos tener la prudencia de hacerlo en el
14:25huerto, o en la cocina, o donde no parezca que os habéis escapado de un folletín!» Matilde bajó la
14:34mirada, avergonzada. «¡No quería meterle en problemas!», susurró. «Sólo, cuando oigo su voz
14:41se me pasa un poco el miedo». Atanasio se acercó un paso, sin tocarla, pero dejándole claro a qué
14:49lado estaba. «¡Si me tengo que meter en problemas por ti, lo haré las veces que haga falta!», declaró,
14:56con esa obstinación suya que mezclaba romanticismo y terquedad.
15:00«¡Pero Adriana tiene razón! No podemos darles a los duques, ni a sus espías, ni a nadie, un motivo
15:08más para aplastarnos». La Salcedo los observó a ambos, con un nudo extraño en el pecho. Verlos así,
15:17tan enamorados y tan vulnerables, le recordaba todo lo que ella misma había tenido que sacrificar.
15:23Y, sin embargo, no podía permitirles jugar con fuego en medio de aquel polvorín. «¡Escuchadme
15:31bien los dos!», dijo, bajando la voz. «Lo que tenéis entre manos no es sólo un romance,
15:39es un acto de resistencia. Pero un acto de resistencia necesita cabeza. De ahora en adelante,
15:46nada de pasillos ni de puertas entreabiertas. Si os sorprendieran, no sólo serían vuestros nombres
15:52los que se mancharían, sino también el de la casa pequeña». «¿Entendido?», Matilde asintió,
16:00tragando saliva. «¡Atanasio también!». «¿Entendido?», respondieron casi al unísono.
16:06Adriana suspiró. «¡Bien! Ahora,
16:10Atanasio, deja a la muchacha prepararse para el trabajo y ven conmigo.
16:17Tengo otra tarea para ti, una que no puede esperar. La cárcel estaba construida como todas
16:22las cárceles que había levantado el poder. Gruesa, húmeda y diseñada para que el tiempo
16:28dentro pareciera más largo que fuera». Pepa avanzó por el pasillo escoltada por un guardia,
16:35con el corazón en la boca. Cada paso retumbaba como si llevara cadenas, aunque sus muñecas
16:40estuvieran libres. Cuando la introdujeron en la pequeña sala de visitas, Luisa ya estaba allí,
16:49sentada al otro lado de la mesa, con las manos apoyadas y los nudillos blancos de tanto apretar.
16:56El rostro de la joven parecía haber envejecido años en pocos días. Las ojeras marcadas, la piel
17:02pálida, los ojos apagados, y, sin embargo, al ver a su hermana, una chispa de vida cruzó por ellos.
17:12«Pepa», susurró. Pepa intentó sonreír, pero se le quebró la boca. «Mi niña». Respondió, sentándose.
17:22«Mírate, ¿qué te están haciendo?». Luisa agitó la cabeza. «Nada que no merezca», dijo con amarga
17:29ironía. «Al menos, eso dicen. Que una mujer como yo, que se atrevió a querer más de lo que le
17:36correspondía, tiene que aprender la lección». «No vuelvas a repetir eso», saltó Pepa, «no has hecho
17:44nada malo. Te enamoraste, confiaste, lo malo lo hicieron otros». «Quizás», admitió Luisa, «pero soy
17:52yo quien está aquí, y cada noche me pregunto si no habría sido mejor no haber salido nunca de la
17:57casa pequeña, no haber mirado más allá del horizonte». Pepa sintió que se le desgarraba algo
18:04por dentro. «No digas eso», murmuró. «Tú siempre miraste más allá». «Nos enseñaste a todas que el
18:12valle no terminaba en la colina. No dejes que te lo arrebaten ahora». Luisa la observó, con lágrimas
18:20acumulándose en los ojos. «He tenido mucho tiempo para pensar», confesó. «Sobre Alejo, sobre Adriana,
18:29sobre José Luis, sobre Victoria. Y sobre ti, me pregunto hasta dónde vais a llegar para salvarme».
18:36«Y me da miedo». Pepa tragó saliva. Allí, en esa mesa fría, sintió con certeza que había llegado el
18:43momento de decir en voz alta la decisión que llevaba Díaz incubando. «Voy a empeñar la casa
18:50pequeña», dijo, casi sin aire. «Ya he hablado con un notario». «Si firmo los papeles, podemos pagar
18:59al abogado que Adriana ha encontrado, cubrir las costas, hacer ruido donde haya que hacerlo».
19:06«Tal vez así te den una oportunidad de verdad». Los ojos de Luisa se abrieron como platos, llenos de horror.
19:13«¿Estás loca?», susurró. «Esa casa es lo único que tenemos. Es el techo bajo el que crecimos. El
19:21lugar donde mamá. No puedes». «Lo sé», la interrumpió Pepa. «Sé lo que significa, pero también sé lo que
19:30significas tú para mí». «Prefiero perder paredes que perder a mi hermana entre estas piedras. Si el
19:37valle decide que tenemos que empezar de cero, lo haremos». «No sería la primera vez que los de
19:43abajo reconstruimos lo que los de arriba destruyen». Luisa negó con la cabeza, intentando contener las
19:51lágrimas. «No lo aceptaré», dijo. «Si tengo que seguir aquí para que no pierdas la casa. No eres tú
19:59quien decide eso», replicó Pepa, con una firmeza que Luisa rara vez le había visto. «Siempre has sido tú
20:08la valiente, la que tomaba decisiones. Esta vez me toca a mí». «Y ya está hecho, Luisa. Los papeles se
20:16firmarán esta tarde». Un silencio helado cayó sobre la mesa. Al comprender que no podía convencerla,
20:24Luisa apoyó la frente en las manos y empezó a sollozar en silencio. Pepa alargó las suyas,
20:31tratando de agarrarlas de su hermana al otro lado. «Escúchame», susurró. «No estoy sacrificando
20:40nada. Solo estoy cambiando una casa por la posibilidad de recuperar lo que de verdad importa.
20:47Tú eres mi familia, lo demás, lo demás lo volveremos a levantar». El guardia anunció que
20:52el tiempo había terminado. Pepa se levantó a regañadientes, con la mirada clavada en el
21:00rostro deshecho de Luisa. «Voy a sacarte de aquí», prometió, «aunque tenga que quemar hasta la última
21:07cosecha». Cuando salió al patio de la cárcel, el aire le pareció todavía más denso que dentro.
21:17Pero sus pasos, aunque pesados, ya no dudaban. Cada firma, cada renuncia, era un golpe contra los
21:24muros invisibles que habían levantado los duques alrededor de los suyos. La noticia del sacrificio
21:31no tardó en cruzar el valle. Todo lo que ocurría en la casa pequeña terminaba llegando, de una forma
21:38u otra, a los oídos de Adriana. Cuando se lo contaron, se quedó unos segundos inmóvil, con el
21:45ceño fruncido y los dedos apretando tanto la taza de café que temió romperla. «¿Empeñar la casa?»,
21:53repitió, incrédula. «¿Pepa está dispuesta a perderlo todo?». «Dice que no es, todo, señora»,
22:00respondió una de las muchachas. «Dice que todo es su hermana». Adriana se levantó de golpe. El corazón
22:09se le llenó de una mezcla extraña de orgullo y angustia. «Claro que lo es», murmuró. «Estas
22:16mujeres aman como si no hubiera mañana». Sin perder un minuto, fue a buscar a Atanasio.
22:23Lo encontró en el patio, revisando las cinchas de los caballos. «Necesito que te vayas al pueblo»,
22:30le dijo sin rodeos. «Hoy mismo, al pueblo?», preguntó él. «¿Para qué?». «Para que
22:37averigües todo lo que puedas sobre el caso de Luisa», explicó. «Nombres de guardias, de jueces,
22:45de escribanos. Quiero saber quién se beneficia de que una muchacha inocente pase meses aquí dentro,
22:51mientras los verdaderos culpables siguen bebiendo vino en sus salones».
22:57Atanasio asintió sin dudar. «Lo haré», respondió. «Hablaré con quien haga falta. Tengo amigos que han
23:03pasado más tiempo en los juzgados que en la iglesia». «Algo sabrán. Y ten cuidado», añadió ella. «Si los
23:12duques se enteran de que estamos moviendo hilos, podrían apretar las cuerdas». «Y no quiero que te
23:20conviertas en otro nombre en la lista de los que pagan por decir la verdad». Él sonrió con un brillo
23:26de desafío en los ojos. «No sería la primera vez que me meten miedo», dijo. «Pero esta vez no
23:34pienso echarme atrás». No mientras Matilde se acuesta llorando por su amiga y Pepa hipoteca su
23:39techo. Esa misma tarde, Alejo se presentó en el despacho improvisado de Adriana en la casa pequeña
23:46con una expresión que ella reconoció al instante. La de alguien que se ha pasado horas luchando consigo
23:52mismo antes de cruzar una sola puerta. «Voy a irme», soltó, sin rodeos. Adriana alzó la vista de los
24:01papeles. «¿Irte? ¿A dónde?». «A la casa de mi familia», respondió. «A pasar unos días, o los que
24:10hagan falta. Necesito verles, hablar con mi padre, con mis hermanos». «Aquí, aquí siento que me ahogo».
24:19La Salcedo lo miró con atención. «Huyes o buscas fuerzas». Preguntó. Alejo dudó unos segundos. «Las dos
24:27cosas», admitió. «Pero antes de irme, necesitaba hablar contigo». Se sentó frente a ella, como tantas
24:36otras veces, pero algo había cambiado en su postura. Estaba más vencido, más cansado.
24:41«Damaso se me ha acercado esta mañana», confesó. «Me ofreció ayuda. Dice que quiere ver caer a los
24:50duques tanto como nosotros». «Dice que no estoy solo. ¿Y tú qué piensas?», preguntó Adriana,
24:57controlando cuidadosamente el tono. «Pienso que no me fío», respondió él. «Pero también pienso en
25:05Luisa, ahí dentro, esperando que haga algo más que lamentarme». «Y eso me está rompiendo por
25:11dentro». Adriana respiró hondo. «Damaso no es un hombre limpio», dijo. «Pero los tiempos que corren
25:20no nos permiten el lujo de elegir aliados impolutos. La pregunta no es si confías en él», Alejo.
25:26«Es si confías en ti mismo», él frunció el ceño. «En mí, en tu capacidad de mantenerte fiel a lo que
25:35eres, incluso rodeado de gente que juega sucio», explicó. «Si aceptas su mano, hazlo sabiendo
25:43que, al final, la decisión de hasta dónde llegar será tuya. Y que habrá líneas que no podrás cruzar
25:51sin dejar de reconocerte». Alejo apoyó los codos en las rodillas y se frotó el rostro.
25:56«No sé cuánto más puedo soportar sin Luisa», susurró. «A veces pienso en lo que nos dijimos
26:03la última vez, en cómo la dejé. Y me pregunto si ella sigue confiando en mí, o si ya me ha enterrado
26:09en su corazón». Adriana lo miró con una mezcla de dureza y ternura. «Luisa es más fuerte de lo que
26:17crees», dijo. «Y te quiere más de lo que tú te permites aceptar. Pero la confianza no se alimenta
26:24solo con palabras bonitas», alejo. «Se alimenta con hechos». Él levantó la vista, atrapado. «¿Qué
26:32quieres decir? Quiero decir», continuó ella. «Que, si te vas unos días con tu familia,
26:39no dejes que sea una huida». «Ve, sí, pero vuelve con algo en las manos. Un contacto,
26:46un dinero, una idea, una decisión». «No vuelvas con solamente más dudas y remordimientos». Alejo
26:56asintió lentamente. «Lo intentaré», dijo. «Y, si hablas con Luisa, dile que no la he
27:04abandonado. Que cada paso que doy, incluso los que parecen alejarme, los doy buscando el camino
27:10de vuelta hacia ella». Adriana sonrió con tristeza. «Se lo diré», prometió. «Pero haz tu parte para
27:19que no suene excusa». En la casa grande, José Luis escuchó en silencio mientras Victoria le relataba,
27:27con voz controlada y palabras cuidadosamente escogidas, lo ocurrido aquella mañana en la galería.
27:32«No omitió el temblor en sus manos, ni el gesto de damaso, ni el beso robado. Tampoco
27:41la bofetada». «Quiero que entiendas una cosa», concluyó. «No estoy trayendo esto ante ti por
27:47pudor, ni por moral. Lo hago porque esa osadía, ese atreverse a tocar a la duquesa en su propia
27:55casa, significa algo más. Significa que ya no respeta tu autoridad. Y un hombre que no respeta
28:02a su señor, es un hombre que puede traicionarte en cualquier momento». José Luis, sentado tras su
28:10escritorio, apretó tanto la pluma que la punta se rompió. Sus ojos, oscuros, se llenaron de una
28:18furia glacial. «Ese bastardo», murmuró. «Le di cobijo, le di trabajo, le permití un sitio en
28:25esta casa y en mis negocios, y así me paga». «Te dije que era peligroso», añadió Victoria,
28:33aprovechando la grieta. «Y no solo por mí». Se acerca a Alejo, se reúne con Mercedes,
28:41susurra a los criados. «Es una serpiente que serpentea entre dos mundos». «Si no le
28:47cortas la cabeza ahora, cuando lo hagas ya será demasiado tarde». El duque se levantó de golpe,
28:53dando un golpe seco sobre la mesa. «Nadie besa a mi mujer sin consecuencias», dijo. «Nadie
29:01conspira contra mi casa y sale impune». «Si cree que puede jugar a dos bandas,
29:07aprenderá lo que significa desafiar a un valle que lleva mi nombre».
29:10Victoria bajó la mirada, ocultando la mezcla de alivio y temor que la atravesaba. Había prendido
29:19una hoguera, y ahora solo podía esperar no terminar quemándose en ella. Días después,
29:26en una pequeña taberna del pueblo alejada de las miradas curiosas, Damaso extendió sobre la mesa
29:32unos documentos ante Mercedes. El ruido de las conversaciones de fondo, los vasos chocando,
29:40el olor a vino y guiso viejo creaban una especie de burbuja imperfecta, pero suficiente para sentirse
29:46lejos de los ojos de la casa grande. «Aquí están», dijo él, señalando los papeles. «La escritura de
29:54compra de las tierras junto al arroyo». «Ya no pertenecen al duque, pertenecen a mí». «Y,
30:01si tú quieres, a nosotros», Mercedes leyó en silencio, los labios moviéndose apenas.
30:09Cuando levantó la vista, había en sus ojos algo más que la desconfianza habitual. Una llama de
30:15esperanza cuidadosamente protegida. «Son buenas tierras», comentó. «Agua cerca, tierra fértil,
30:23paso de ganado. ¿Por qué el duque no las compró antes?». «Porque estaba muy ocupado comprando
30:30voluntades», respondió Damaso con sorna. «Y porque nunca imaginó que alguien como yo pudiera
30:35adelantársele». Mercedes soltó una pequeña risa, áspera. «Nunca imaginó muchas cosas», dijo. «Nunca
30:44imaginó, por ejemplo, que una mujer como yo le plantaría cara». «Por eso te necesito», añadió él.
30:53«Porque estas tierras no son solo un negocio. Son un refugio». «Un lugar donde la gente del valle
31:01pueda trabajar sin deberle cada respiración al duque». «Un sitio donde, cuando por fin se sepa
31:08la verdad sobre la muerte de tu hermana, tengamos algo que ofrecer a los que decidan dejar de
31:13arrodillarse». «Mercedes apretó los papeles entre sus dedos». «¿Y estás seguro de que él no puede
31:20arrebatártelas?», preguntó. «¿Sabes que tiene amigos en todas las oficinas, en todos los juzgados?». «Esta
31:29vez llegué primero», aseguró Damaso. «Pagué en metálico, firmé ante un notario que le debe más
31:36favores a la miseria que a la nobleza. El duque puede enfadarse, puede intentar presionar, pero no
31:44podrá quitarmelas tan fácilmente». «Y mientras tanto, tú no tendrás que temerle. No tener que
31:51temer al duque», repitió Mercedes, como saboreando una idea demasiado hermosa para creerla. «Suena casi a
32:00cuento. No es un cuento, es una alianza», dijo él, fijando en ella una mirada seria. «Tú tienes la
32:09memoria y el coraje. Yo tengo las tierras y los contactos. Juntos podemos empezar a construir un
32:14valle donde el apellido de tu hermana no se recuerde solo en susurros de miedo». «Mercedes
32:20inspiró hondo. Durante años había vivido alimentándose del rencor, de la sed de justicia». «Ahora,
32:28por primera vez, esa sed veía un cauce». «De acuerdo», dijo. «Haré mi parte. Hablaré con la gente.
32:36Sembraré la idea». «Pero si nos equivocamos, si esto es una trampa. Si fuera una trampa,
32:44ya te habrías dado cuenta», replicó Damaso. «No te subestimes, Mercedes. La diferencia entre tú y
32:52los duques es que tú aprendiste a ver en la oscuridad». Ellos solo brillan cuando la luz
32:59está encendida. Lo que ninguno de los dos sabía era que, a pocos metros, un hombre salía de la
33:05taberna con más prisa de la que el vino justificaba. Había reconocido el nombre de las tierras, el de
33:13Damaso, el de Mercedes, y sabía exactamente a quién podía venderle esa información por unas cuantas monedas
33:19doradas. Cuando la noticia de la compra de tierras llegó a oídos de Victoria, no fue en la forma de
33:27un informe oficial, sino como un susurro venenoso traído por uno de los hombres de confianza de José.
33:34Ella estaba en su habitación, frente al espejo, ajustándose un broche, cuando escuchó las palabras
33:40Damaso, tierras y arroyo en la misma frase. Se volvió con una frialdad que geló al mensajero.
33:47«¿Tierras?», repitió. «¿Qué tierras?». El hombre explicó, atropelladamente, lo poco que sabía. Para
33:56cuando terminó, Victoria ya estaba pensando tres pasos más allá. «Tierras cerca del arroyo, un refugio,
34:04una alianza con Mercedes», calculó. «Cada pieza encajaba en un tablero peligroso».
34:12«Gracias», dijo, con una sonrisa cortés que no llegó a los ojos. «Puedes irte». Cuando se quedó sola,
34:20la duquesa se miró al espejo, pero ya no se veía a sí misma, sino al valle entero reflejado en esa
34:25superficie pulida. Cada decisión que tomaba, cada palabra que pronunciaba, tenía consecuencias para
34:33miles de vidas. Y aún así, seguía sintiendo que jugaba una partida con las cartas marcadas. Tomó
34:41una decisión. Bajó al despacho de José con paso firme. Lo encontró revisando cuentas. «Necesito
34:49que llames a tus contactos en el registro de propiedades», dijo sin preámbulos. «Ahora», frunció el
34:57«ceño el duque. Estoy ocupado. Damaso acaba de comprar tierras junto al arroyo», continuó ella.
35:06«Tierras que deberían haber sido nuestras. Y las está usando para tejer alianzas con gente que nos
35:11odia». «Si le dejas consolidar esa posición, será más peligroso que todos los campesinos del valle
35:19juntos». José Luis dejó la pluma sobre la mesa. «Ahora atento. ¿Qué propones? Que uses lo que mejor
35:28sabes usar», contestó. «¿Tu influencia?» «Haz que alguien encuentre un defecto en esa compra,
35:36una irregularidad, un papel mal presentado». «Que le congelen la escritura. Que tenga que gastar
35:44cada moneda, cada noche de sueño, cada gota de paciencia en defender su nuevo tesoro. Así no
35:51tendrá tiempo de conspirar». El duque la miró con una mezcla de admiración y temor. «A veces olvido
35:59lo bien que aprendiste este juego», dijo, casi con una sonrisa. «Está bien. Haré algunas llamadas».
36:07Victoria inclinó la cabeza, como si aquello fuera un simple trámite. Pero por dentro sentía una
36:15punzada amarga. Sabía que, con cada maniobra así, se hundía un poco más en el barro del que quizá ya
36:21no podría salir. En la cárcel, los días se parecían demasiado unos a otros, pero aquel tuvo algo
36:29diferente. Una visita inesperada. El guardia llamó a la puerta de la celda de Luisa con más prisa de
36:36la habitual. «¿Tienes visita?», anunció. «¿Pepa otra vez?», preguntó ella, con un destello de esperanza.
36:45«No», respondió. «Un notario». La palabra le sonó extraña, como si perteneciera a otro mundo. El hombre
36:55la condujo a la sala de visitas, donde un señor de mediana edad, con gafas y un maletín gastado,
37:01la esperaba sentado. «Señorita Luisa», dijo, levantándose y saludándola con un leve gesto. «Me
37:10llamo Galvez. Vengo en nombre de su hermana. Y de doña Adriana Salcedo». Luisa se sentó, sintiendo
37:18que el corazón se le aceleraba. «¿Están bien?», preguntó. «¿Ha pasado algo?». «Eso depende de
37:25cómo se mire», respondió el notario. Su hermana ha firmado esta mañana un contrato de empeño sobre
37:32la propiedad conocida como la casa pequeña. El dinero obtenido se destinará íntegramente a su
37:39defensa. Doña Adriana ha intervenido para asegurarse de que las condiciones no fueran abusivas, y ha
37:44tramitado la contratación de un abogado de la capital que se hará cargo de su caso. Luisa sintió
37:51que la sangre le abandonaba el rostro. «La casa pequeña». Susurró, «¿La han puesto en riesgo por
37:57mí?». Su hermana lo llamó «una inversión en futuro», dijo Galvez. Y doña Adriana añadió que no pensaban
38:06quedarse de brazos cruzados viendo cómo la justicia se inclinaba solo ante los títulos. El notario abrió
38:13el maletín y sacó unos documentos. «Vengo a informarle oficialmente», añadió. Y también a
38:21pedirle su firma de conformidad en algunos puntos relativos a su representación legal. Luisa miró
38:28las hojas sin verlas, las letras bailando frente a sus ojos. Todo lo que había temido estaba
38:33sucediendo. La gente que amaba se estaba desangrando por ella. «No quiero que lo hagan», dijo, con la voz
38:42rota. «No quiero que pierdan su casa, su paz, su… todo». «¿Quién se lo pidió?». «Nadie tuvo que
38:51pedirlo», contestó el notario, con una dulzura inusual. «A veces, señorita, los lazos de sangre y
39:00de lealtad no esperan órdenes. Se adelantan». Cuando terminó la visita, cuando el notario se fue y los
39:08papeles quedaron firmados, Luisa se quedó sola unos minutos en la sala. «Llevaba la frente apoyada
39:15en la mesa cuando escuchó otra vez la puerta abrirse. Te han dejado un margen más amplio de
39:20lo acordado», se oyó decir al guardia. «Tienes otra visita». Luisa levantó la cabeza y, al ver quién
39:29entraba, todo el enojo, la gratitud, el miedo y el amor que llevaba acumulando días enteros se mezcló
39:36en un torbellino. «Adriana», susurró. La Salcedo avanzó hacia ella, conteniendo la emoción. «No podía
39:45quedarme sin verte después de lo que ha ocurrido», dijo. «Me he enterado de lo de Pepa. Lo he intentado
39:52impedir, pero llegó antes que yo al notario». «Es más rápida de lo que parece». Luisa se levantó tan
40:00deprisa que la silla cayó hacia atrás. «¿Cómo has podido permitirlo?», exclamó, con los ojos llenos
40:07de lágrimas. «¿Cómo has podido dejar que mi hermana arriesgue la casa por culpa de un escándalo
40:12que tú misma alimentaste trayéndome a la casa grande, acercándome a Alejo, metiéndome en un mundo que no era
40:19el mío?». Las palabras la golpearon a Adriana como piedras. No se defendió de inmediato. Necesitó
40:26unos segundos para digerir la mezcla de razón e injusticia que contenían. «Tienes derecho a estar
40:33enfadada», admitió, «pero no fue sólo decisión mía que te acercaras a Alejo». «Tú también quisiste
40:41creer que podías amar sin pedir permiso al valle. Y este es el precio», sollozó Luisa. «Ver a la mujer
40:49que me enseñó a atarme las trenzas entregando el techo bajo el que dormíamos para pagar abogados
40:53que quizás no consigan nada? Dime que no habría otra forma». «Claro que la hay», respondió Adriana,
41:02dando un paso adelante. «Dejar que te pudras aquí dentro sin mover un dedo». «Esa es la forma fácil,
41:10la que les gustaría a los duques, la que permite que todo siga como está». «Pero no es la nuestra.
41:16Tú tienes tu casa, tus tierras, tus influencias». Siguió Luisa. «Si todo sale mal, seguirás temiendo
41:25dónde caer. Pepa, en cambio, se quedará en la calle». «Y yo, yo tendré que cargar con saber que
41:33lo perdió todo por mi causa». Adriana sintió un nudo en la garganta. «No subestimes lo que puedo perder»,
41:41dijo. «¿Crees que porque vivo en una casa más grande tengo menos miedo, menos heridas?». «Pero
41:48cada vez que me enfrento a los duques, cada vez que pongo mi nombre al lado del vuestro,
41:53también empeño algo». «Mi seguridad, mi lugar, mi vida tal como la conocía. Si el valle decide
42:01ajustarme las cuentas, también me quedaré sin techo». Hubo un silencio denso entre ambas. Luisa
42:09respiraba agitada, con los ojos brillantes. Adriana, en cambio, parecía más serena,
42:16aunque el temblor en sus manos la delataba. «Esta realidad es difícil de afrontar, lo sé»,
42:23continuó la Salcedo. «No es justo que, para defender a una inocente, tengamos que arriesgar
42:29las pocas cosas que nos sostienen. Pero si esperamos a que el mundo sea justo para empezar
42:36a luchar, nunca lo haremos». Luisa se dejó caer de nuevo en la silla, agotada. «Tengo
42:44miedo», admitió, «al fin. No solo de quedarme aquí dentro. Miedo de salir y descubrir que
42:52ya no queda nada de lo que conocía. Que la casa se fue, que el valle cambió, que todo
42:57lo que era seguro se desmoronó por mi causa». Adriana se sentó frente a ella y tomó sus manos.
43:04«Cuando salgas», dijo con firmeza, «te prometo que seguirás teniendo algo». Aunque no sea la misma
43:12casa, aunque el valle tenga otros dueños. Tendrás a tu hermana, tendrás a la gente que se partió el
43:18alma por ti. Tendrás la certeza de que nadie se quedó sentado esperando a que la vida decidiera
43:25por ustedes. Eso vale más que cuatro paredes. Las lágrimas de Luisa empezaron a caer, silenciosas.
43:36No era una aceptación completa, ni una paz inmediata. Era apenas el primer paso hacia una
43:41comprensión dolorosa. La de que el amor y la justicia, en Valle Salvaje, se pagaban siempre
43:47demasiado caros. Cuando el guardia anunció el final de la visita, Adriana se levantó con el corazón
43:55pesado. «Volveré», prometió. «Y la próxima vez, espero traerte buenas noticias». Luisa asintió,
44:05sin poder hablar. Al salir de la cárcel, Adriana levantó la vista hacia el cielo encapotado. Sabía
44:13que Damaso estaba moviendo fichas, que Mercedes había apostado por una alianza peligrosa, que los
44:19duques comenzaban a notar cómo el suelo bajo sus pies temblaba. Sabía también que Alejo se alejaba
44:27temporalmente, buscando fuerzas, y que en la Casa Grande, Victoria y José empezaban a jugar su propia
44:34guerra soterrada contra quienes se atrevían a desafiarles. El Valle Salvaje respiraba hondo,
44:41como antes de una tormenta. Había alianzas, sacrificios, tierras compradas y tierras en
44:47disputa, besos robados y bofetadas que aún ardían. Nadie era inocente del todo, nadie era culpable por
44:56completo. Y, sin embargo, todos sabían que se acercaba un momento en que tendrían que elegir
45:02de qué lado de la historia querían estar. En algún lugar entre la Casa Grande y la Casa
45:08pequeña, entre el arroyo y la cárcel, entre el orgullo y la culpa, el futuro del Valle empezaba
45:15a escribirse con tinta indeleble. Y cada corazón, herido o valiente, latía al compás de una misma
45:22certeza, nada volvería a ser como antes.
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