La libertad arquitectónica que ofrece el tren motriz eléctrico, con un centro de gravedad más bajo, ha permitido una evolución significativa de las suspensiones activas ya presentes en el Ferrari Purosangue y el F80, el último superdeportivo del Cavallino.
Disponer de un centro de gravedad más bajo reduce las fuerzas activas necesarias para controlar el balanceo y el cabeceo, lo que permite alcanzar un nuevo equilibrio entre maniobrabilidad y confort. El resultado es un avance respecto a la primera aplicación del sistema de suspensión activa, capaz de combinar máxima precisión dinámica con un confort vertical superior.
La principal novedad es el husillo de recirculación de bolas conectado al motor eléctrico, verdadero núcleo del sistema. Con un paso incrementado en un 20 %, el husillo absorbe y controla mejor los impactos verticales, gracias a una menor transferencia de fuerza inercial al chasis. El motor eléctrico mantiene el mismo par que en aplicaciones anteriores y regula activamente las fuerzas entre chasis, neumáticos y terreno, sin comprometer el ajuste elástico variable ni el control de los movimientos de la carrocería.
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