- hace 2 meses
- #capitulo246
- #confesarlo
- #todo
#capítulo246 #confesarlo #todo
Avance ‘Valle Salvaje’: «Voy a confesarlo todo» en el capítulo 246 (3 de septiembre)
Ana se convierte en un problema para Úrsula, mañana 3 de septiembre en el capítulo 246 de 'Valle Salvaje'.
El aire en Valle Salvaje se había vuelto denso, casi irrespirable, cargado con el peso de los secretos y el hedor dulce y nauseabundo de la muerte. La luz del tres de septiembre se filtraba por las altas ventanas de la Casa Grande con una palidez enfermiza, como si el propio sol estuviera de luto. Para Rafa ...
-------------------------------------------------------------------------
#‘ValleSalvaje’, #capítulo246«Voy, #confesarlo, #todo»
Avance ‘Valle Salvaje’: «Voy a confesarlo todo» en el capítulo 246 (3 de septiembre)
Ana se convierte en un problema para Úrsula, mañana 3 de septiembre en el capítulo 246 de 'Valle Salvaje'.
El aire en Valle Salvaje se había vuelto denso, casi irrespirable, cargado con el peso de los secretos y el hedor dulce y nauseabundo de la muerte. La luz del tres de septiembre se filtraba por las altas ventanas de la Casa Grande con una palidez enfermiza, como si el propio sol estuviera de luto. Para Rafa ...
-------------------------------------------------------------------------
#‘ValleSalvaje’, #capítulo246«Voy, #confesarlo, #todo»
Categoría
🎥
CortometrajesTranscripción
00:00Avance Valle Salvaje. Voy a confesarlo todo, en el capítulo 246, 3 de septiembre.
00:18Ana se convierte en un problema para Úrsula, mañana 3 de septiembre en el capítulo 246
00:25de Valle Salvaje. El aire en Valle Salvaje se había vuelto denso, casi irrespirable,
00:32cargado con el peso de los secretos y el hedor dulce y nauseabundo de la muerte.
00:38La luz del 3 de septiembre se filtraba por las altas ventanas de la casa grande con una
00:43palidez enfermiza, como si el propio sol estuviera de luto. Para Rafael de la Cruz, cada rayo de esa
00:51luz era una aguja que le perforaba el alma, cada rincón de la mansión un eco del vacío que había
00:57dejado Julio Salcedo. Pero el luto, que había comenzado como una niebla de dolor y confusión,
01:04se estaba disipando para dar paso a una tormenta de sospechas, una certeza helada que le erizaba
01:09la piel y le apretaba el corazón en un puño de hielo. Estaba sentado frente a Adriana, en la penumbra
01:16de la biblioteca, un santuario de silencio que ahora parecía una tumba. El aroma a cuero viejo y
01:24a papel de los libros se mezclaba con el perfume de las flores marchitas que aún quedaban del funeral.
01:31Adriana tenía la mirada perdida en la taza de té que se enfriaba entre sus manos temblorosas.
01:38Sus ojos, antes dos pozos de luz y desafío, ahora eran dos abismos de pena. Las ojeras violáceas bajo
01:45ellos hablaban de noches en vela, de lágrimas que ya no encontraban consuelo.
01:52Rafael la observó durante un largo instante, reuniendo el valor para pronunciar las palabras
01:57que lo cambiarían todo, las palabras que profanarían la memoria de su amigo para salvar su verdad.
02:05Adriana, comenzó, su voz un susurro ronco, casi un sacrilegio en aquel silencio.
02:10Tenemos que hablar, no aquí, en un lugar donde nadie pueda oírnos. Ella levantó la vista,
02:19y en sus ojos Rafael vio el reflejo de su propio tormento. Asintió sin decir palabra,
02:26un movimiento casi imperceptible. Se levantaron como dos autómatas y caminaron sin prisa,
02:31pero con una urgencia interna que les quemaba por dentro, hasta el viejo invernadero,
02:36abandonado al fondo del jardín. Las enredaderas se habían apoderado de los cristales rotos y el
02:43aire olía a tierra húmeda y a descomposición. Era el lugar perfecto para desenterrar un muerto.
02:51¿Qué ocurre, Rafael? Preguntó ella finalmente, su voz frágil como el cristal.
02:56Me estás asustando, tu mirada, es la misma que tenías cuando volviste de la guerra.
03:04Rafael se pasó una mano por el cabello, agitado. Se sentía de nuevo en una trinchera,
03:09con el enemigo acechando desde un lugar invisible.
03:12Lo que voy a decirte va a sonarte a locura. Quizás lo sea. Quizás el dolor me está haciendo ver
03:19fantasmas donde no los hay. Pero no puedo seguir callando. No puedo dejar que esta. Esta mentira
03:27se asiente sobre nosotros como el polvo sobre los muebles. Tomó aire, y las palabras salieron de su
03:34boca como un torrente venenoso que había estado conteniendo durante días. Julio no murió de un
03:41ataque al corazón, Adriana. A Julio lo asesinaron. El mundo pareció detenerse. El zumbido de un
03:49insecto atrapado contra un cristal se convirtió en un estruendo ensordecedor. Adriana parpadeó,
03:56una, dos veces, como si intentara despertar de una pesadilla. Una risa seca, carente de alegría,
04:04escapó de sus labios. No digas eso, Rafael. Por favor, no lo digas ni en broma.
04:11Es, es cruel. Mi marido acaba de morir, y tú. No es una broma. La interrumpió él,
04:20su voz firme, anclada en una terrible convicción. Escúchame, por favor, piensa en ello. No te
04:28pareció todo demasiado. ¿Repentino? Estaba bien. Estaba lleno de vida esa misma tarde. Hablamos,
04:36discutimos, sí, pero luego, luego hablamos de verdad. Se acercó a ella, tomándola suavemente
04:44por los hombros, obligándola a mirarlo a los ojos. Quería que viera la verdad desnuda en su mirada,
04:53sin adornos, sin consuelo. Hablé con él la tarde de...
04:57De la tragedia, le confesé lo nuestro, Adriana. Le dije que te amaba y que tú me correspondías.
05:07Esperaba su furia, esperaba que me retara a un duelo, que me echara de sus tierras a patadas.
05:12¿Y sabes lo que hizo? Adriana negó con la cabeza, sus labios entreabiertos, el color abandonando por
05:20completo su rostro. Me escuchó, al principio se enfureció, sí, pero luego, luego comprendió,
05:29vio tu infelicidad, vio la jaula de oro en la que vivías. Y me dijo algo que no olvidaré jamás.
05:37Me dijo, llévala lejos, Rafael. Hazla feliz. Yo os ayudaré. La voz de Rafael se quebró al
05:45recordar. Nos iba a ayudar a escapar, Adriana. Había aceptado nuestra relación. Nos iba a dar
05:52su bendición y los medios para empezar una nueva vida, lejos de todo esto. El impacto de la revelación
06:00fue como una bofetada para Adriana. Se tambaleó, y Rafael la sujetó con más fuerza.
06:07¿Él, él lo sabía? ¿Y nos iba a ayudar? Susurró, incrédula. Las lágrimas comenzaron a brotar de sus
06:15ojos, pero no eran lágrimas de pena, sino de una confusión tan profunda que dolía físicamente.
06:23No, no puede ser. ¿Por qué iba a...? Porque te amaba de verdad. Concluyó Rafael con una tristeza
06:30infinita. Quizás no como yo te amo, ni como tú lo amabas a él, pero te amaba lo suficiente
06:37como para desear tu felicidad por encima de la suya. Era un hombre bueno, a pesar de todo. Y ahora
06:45piensa, un hombre que está a punto de facilitar la fuga de su esposa con otro hombre, un hombre que
06:50conoce el mayor secreto de la casa grande, de repente, cae fulminado por un ataque al corazón.
06:58Justo en ese momento, justo esa tarde, Adriana se separó de él, caminando de un lado a otro del
07:04invernadero en ruinas, con las manos en la cabeza, como si intentara contener los pensamientos que
07:10amenazaban con hacerla estallar. ¿Quién...? Articuló finalmente, la palabra un graznido ahogado. ¿Quién
07:17querría hacerle daño? Todo el mundo lo apreciaba. ¿Y...? ¿Por qué? ¿Para evitar que nos fuéramos? ¿Quién
07:24podría odiarnos tanto? Alguien que no quería que se supiera la verdad.
07:28Alguien que no podía permitir que Julio hablara, dijo Rafael, y su mente comenzó a trabajar a una
07:37velocidad vertiginosa, uniendo las piezas de un puzle macabro. Alguien que quería silenciarlo
07:44para siempre, y al hacerlo, nos enviaba un mensaje a nosotros. Que no hay escapatoria,
07:51que estamos atrapados. El horror se instaló en el rostro de Adriana, un horror puro, visceral.
07:57Rafael. Ya no era la viuda afligida, era una mujer que se daba cuenta de que dormía en una casa de
08:04asesinos. La merienda, dijo ella, con la voz temblorosa. Todos tomamos la merienda esa tarde.
08:14El té, los pasteles. Él tomó una copa de Jerez. Siempre tomaba una copa de Jerez antes de la cena.
08:20Exacto. Confirmó Rafael, sus ojos brillando con una luz febril y peligrosa. El veneno tuvo que estar
08:29ahí. En su copa, fue rápido, fulminante, preparado por alguien que sabía sus costumbres,
08:36alguien que tenía acceso a la cocina, a las bebidas.
08:39Alguien de dentro, Adriana. El asesino vive entre nosotros. Se miraron el uno al otro,
08:48y en esa mirada compartida sellaron un pacto silencioso. El luto había terminado. La caza
08:55acababa de empezar. Tenemos que descubrir la verdad, Rafael. Por él, por su memoria,
09:02tenemos que hacerle justicia. Y lo haremos, juró él, su voz vibrando con una determinación de acero.
09:10Te juro por lo más sagrado que encontraré a quien le hizo esto. Y pagará por ello.
09:16Lo pagará muy caro. El primer paso era evidente, pero arriesgado. Necesitaban saber quién había
09:23estado en la cocina, quién había preparado y servido las bebidas esa tarde fatídica.
09:28No podían preguntar abiertamente. Despertarían las sospechas del asesino y se pondrían en peligro.
09:38Necesitaban a alguien de confianza, alguien leal que pudiera moverse por la casa sin levantar alarmas.
09:46Isabel, dijo Rafael, como si pensara en voz alta. Ella es la única. Es leal a mi familia desde antes
09:53de que yo naciera. Puedo confiarle mi vida. Ten cuidado, Rafael, le advirtió Adriana, poniendo
10:01una mano en su brazo. Estás a punto de remover un avispero. Quien quiera que sea, no dudo en matar una vez.
10:11No dudará en hacerlo de nuevo si se siente amenazado. No me importa el riesgo. Esto es más grande que nosotros,
10:17Adriana. Es por Julio. Dejó a Adriana en el invernadero, un torbellino de emociones a punto
10:25de consumirla, y se dirigió a las cocinas, el corazón latiéndole con fuerza contra las costillas.
10:33Encontró a Isabel supervisando la preparación de la cena. La anciana sirvienta, con su rostro
10:38surcado de arrugas que eran mapas de lealtad y trabajo duro, lo miró con una mezcla de pena y afecto.
10:44Señorito Rafael, ¿necesita algo? No tiene buen aspecto. Rafael la apartó a un rincón más discreto,
10:54lejos de oídos curiosos. Bajó la voz, su tono urgente y confidencial. Isabel, necesito tu ayuda.
11:03Es de vital importancia. Y te pido, por el cariño que me tienes, que esto quede entre nosotros.
11:10Nadie más puede saberlo. La mujer lo miró, su expresión seria y preocupada al instante. Usted
11:18dirá, señorito. Sabe que puede contar conmigo para lo que sea. Necesito que averigües algo. Con
11:27discreción. Sin que parezca una investigación. Necesito que recuerdes, o que preguntes con sutileza,
11:35¿quién preparó la bandeja de la merienda el día que? El día que don Julio falleció. ¿Quién sirvió
11:42las bebidas? Especialmente, ¿quién sirvió la copa de Jerez del señor? Isabel frunció el ceño,
11:50extrañada por la pregunta, ¿la merienda? Pues, ¿ahora qué lo dice? Fue un poco caótico ese día. Había
11:58mucho movimiento, pero lo recordaré. Preguntaré a las muchachas. ¿Puedo saber por qué tanto
12:05interés, señorito? Rafael dudó. Confiarle la verdad era ponerla en peligro, pero necesitaba
12:12que comprendiera la gravedad del asunto. Solo te diré que sospecho que la muerte de don Julio
12:18no fue. Natural, Isabel. Y necesito saber quién tuvo la oportunidad de... alterarla. Los ojos de
12:28la anciana se abrieron como platos, el horror dibujado en ellos. El color desapareció de sus
12:35mejillas. Asintió lentamente, comprendiendo la monstruosa implicación de sus palabras.
12:40Dios santo del cielo, murmuró, santiguándose. Haré lo que me pide, señorito, con la máxima
12:49discreción. Nadie sabrá qué ha sido usted quien ha preguntado. Se lo juro por mi alma. Rafael le
12:57apretó el brazo en señal de gratitud y se marchó, sintiendo que acababa de encender la mecha de una
13:02bomba. No sabía, sin embargo, que al hacerlo había cometido un error fatal. La discreción,
13:10en una casa como aquella, era una ilusión. Las paredes tenían oídos, y los secretos se esparcían
13:18como el polen en primavera. Isabel, nerviosa y con el peso de la terrible sospecha oprimiéndole el
13:26pecho, comenzó su indagación. No preguntó directamente. Lo hizo de forma casual, mientras
13:33repartía las tareas. ¿Recuerdas quién llevó el té a la señora Victoria? Creo que se quejó de que estaba
13:39frío. Fuiste tú, Ana, quien sirvió al señor Julio Sujerez. Me pareció verte cerca del aparador.
13:49Pequeñas preguntas, aparentemente inocentes, lanzadas aquí y allá. Pero una de las doncellas
13:55más jóvenes, deseosa de ganarse el favor de la señora de la casa, escuchó la conversación y,
14:01en un intento de parecer diligente, se lo comentó a Victoria cuando le subió el agua caliente para el
14:07baño. La señora Isabel anda preguntando mucho por la merienda del otro día, señora. Parece
14:14preocupada por si algo no se hizo bien. La información, despojada de su contexto y su urgencia, llegó a
14:22Victoria como una simple anécdota del servicio. Pero para una mente tan astuta y desconfiada como
14:29la suya, fue una campana de alarma. Isabel, preocupada por una merienda de hacía días,
14:37Isabel era la eficiencia personificada. Si algo hubiera estado mal, lo habría sabido en el momento.
14:45No, aquello era otra cosa. Alguien la había mandado a preguntar. Y en esa casa, solo había una
14:51persona con la audacia y el interés de remover el pasado reciente de una forma tan extraña. Su
14:57sobrino, Rafael. Victoria estaba en su tocador, cepillándose el largo cabello con gestos lentos
15:04y medidos, pero su mente trabajaba a un ritmo febril. ¿Por qué Rafael querría saber quién sirvió la
15:12merienda? La respuesta le llegó con la claridad de un relámpago, y sintió un escalofrío que no tenía
15:18nada que ver con la corriente de aire que entraba por la ventana. Sospecha. Rafael sospechaba. No se
15:26había tragado la historia del ataque al corazón. Estaba investigando. Y si Rafael investigaba, no
15:33tardaría en encontrar la verdad. O, peor aún, en encontrar una verdad a medias que podría destruirlos
15:41a todos de una forma mucho más dolorosa. Un sudor frío le recorrió la espalda. Tenía que detenerlo.
15:50Tenía que saber hasta dónde había llegado. Pero, sobre todo, tenía que asegurarse de que la principal
15:56culpable de todo, la única persona que podía unir todas las piezas, permaneciera en silencio.
16:04Úrsula. Mientras tanto, en las entrañas de la casa, en los pasillos del servicio donde la luz del
16:10sol apenas llegaba, otra alma vivía su propio infierno. Ana, la joven doncella, sentía que la
16:19culpa la estaba devorando viva. Era una presencia física, un nudo en la garganta que le impedía tragar,
16:25un peso en el estómago que le provocaba náuseas constantes. Cada vez que cerraba los ojos, veía la
16:33escena una y otra vez, como una obra de teatro macabra representada sólo para ella. Veía las
16:40manos de Úrsula, tan pálidas y elegantes, sosteniendo el pequeño frasco de cristal oscuro.
16:48Sólo unas gotas, Ana. Es una medicina para el corazón del señor. Está muy afectado últimamente,
16:54y esto le ayudará a calmarse. Pero debe ser un secreto. No le gusta que se sepa de sus achaques.
17:02La voz de Úrsula había sido suave como el terciopelo, pero sus ojos eran dos esquirlas de hielo.
17:09Ana, joven, impresionable y aterrorizada por la autoridad de la gobernanta, había obedecido sin
17:16hacer preguntas. Había visto cómo las gotas caían en la copa de Jerez, un líquido aceitoso que se
17:23disolvió sin dejar rastro. Luego, le había temblado tanto el pulso al llevar la bandeja que
17:30casi la tira al suelo. Tranquila, niña, no es nada, sólo estás ayudando al señor. Pero cuando
17:39escuchó el grito de Adriana, cuando vio el cuerpo de don Julio desplomado en el sillón, comprendió la
17:45verdadera naturaleza de la medicina. No era para calmarlo, era para silenciarlo, para siempre. Desde
17:53entonces, vivía en un estado de pánico perpetuo. Cada susurro en los pasillos era sobre ella,
18:01cada mirada severa de Isabel una acusación. El sonido de unos pasos a sus espaldas la hacía
18:07sobresaltar, convencida de que venían a arrestarla. Y ahora, para colmo de su tormento, había empezado
18:16a escuchar los rumores. Al principio vagos, pero cada vez más concretos. El señorito Rafael estaba
18:24haciendo preguntas. Quería saber quién había servido las bebidas. El pánico se convirtió en
18:31terror puro. La iban a descubrir. Iría a la cárcel, o peor. Acabaría en el garrote vil. La imagen de su
18:39propio final la asaltaba en sueños, dejándola bañada en un sudor helado. No podía más. El
18:47secreto era un veneno que la consumía más lentamente que el que ella había ayudado a servir.
18:54Tenía que contarlo. Tenía que confesarlo todo. Limpiar su conciencia, aunque eso significara su
19:00perdición. Quizás si contaba la verdad, si explicaba que Úrsula la había engañado, la había coaccionado.
19:09Quizás entonces tendrían piedad de ella. Con el corazón martilleándole en el pecho con la fuerza
19:15de un animal enjaulado, tomó una decisión. Iría a buscar a la señora Úrsula. Le diría que no podía
19:23seguir con aquella farsa. Que iba a contárselo todo al señorito Rafael y a la señora Adriana. Encontró
19:30a Úrsula en el pequeño despacho donde llevaba las cuentas de la casa. La gobernanta estaba sentada
19:37ante el escritorio. Su postura erguida, su moño impecable, la personificación del orden y el control.
19:47Levantó la vista del libro de contabilidad cuando Ana entró sin llamar, cerrando la puerta tras de
19:52sí con un golpe seco. ¿Qué son estos modales, Ana? Dijo Úrsula, su voz fría y afilada como un
20:01estilete. Señora, yo, no puedo más. Balbuceó la doncella, las palabras tropezando unas con otras.
20:12Estaba pálida como un fantasma y temblaba de pies a cabeza. Úrsula la observó con detenimiento,
20:18sus ojos oscuros evaluando el estado de la muchacha. No le gustó lo que vio. El miedo era útil,
20:26pero el pánico era impredecible. Y peligroso. ¿De qué estás hablando? Explícate con claridad.
20:33Y deja de temblar, pareces una hoja en una tormenta. El señorito Rafael, está investigando. Soy ozo Ana,
20:42está preguntando por la merienda. Por la copa de Jerez. Lo sabe, sabe que no fue natural. Nos van a
20:48descubrir, señora, nos van a descubrir. Yo no quiero ir a la cárcel. Úrsula se levantó de su silla,
20:56su movimiento lento, deliberado, casi serpentino. Se acercó a Ana y le puso una mano en el hombro.
21:04La mano estaba fría como el mármol de una tumba. Calmate, niña estúpida. Siseó,
21:11su voz ahora un susurro amenazante que lava la sangre. Nadie va a descubrir nada si mantienes la
21:19boca cerrada. ¿Me oyes? Eres una simple doncella. Nadie sospechará de ti. Creerán antes que el duque
21:26de Alba envenenó a su propio primo. Pero yo no puedo seguir así. Gritó Ana. Fuera de sí. Esta culpa me está
21:36matando. Voy a confesarlo todo. Se lo diré a la señora Adriana. Le diré que usted me obligó,
21:41que me engañó. La bofetada fue tan rápida y brutal que Ana ni siquiera la vio venir. El chasquido
21:49resonó en la pequeña habitación y la cabeza de la doncella se giró violentamente por la fuerza del
21:54impacto. Se llevó una mano a la mejilla, que ardía con un dolor punzante, y miró a Úrsula con los ojos
22:02llenos de lágrimas y terror. El rostro de Úrsula se había transformado. La máscara de control se
22:10había resquebrajado, revelando la crueldad que se escondía debajo. Sus ojos eran dos pozos de
22:17oscuridad sin fondo. Escúchame bien, pequeña rata asustada. Dijo, su voz baja y cargada de veneno.
22:25Tú y yo estamos juntas en esto. Si yo caigo, tú caes conmigo. Pero te aseguro que tu caída será
22:33mucho más dolorosa que la mía. Si abres la boca, si le dices una sola palabra a alguien, haré que
22:40desees no haber nacido. Haré que te acusen no solo de asesinato, sino de robo. Diré que te vi metiendo
22:48las joyas de la señora en tu delantal. Nadie creerá tu palabra contra la mía. Acabarás tus
22:55días pudriéndote en la peor celda de la prisión, si es que no te cuelgan antes. ¿Lo has entendido?
23:02Ana, paralizada por el miedo, solo pudo asentir los sollozos ahogados en su garganta.
23:10Ahora, lárgate de mi vista. Ordenó Úrsula, volviendo a su escritorio como si nada hubiera pasado.
23:18Y recuerda, Ana, una palabra, solo una, y estarás muerta. Ana salió corriendo del despacho,
23:25tropezando en su huida, con el eco de la amenaza resonando en sus oídos.
23:30Pero Úrsula se quedó allí, inmóvil, mirando la puerta cerrada. La calma había vuelto a su rostro,
23:37pero sus pensamientos eran un torbellino helado. La muchacha era un problema, un cabo suelto,
23:44su pánico la convertía en un peligro inminente. Intentar controlarla con amenazas solo funcionaría
23:51a corto plazo. A la larga, se rompería y hablaría. Y Úrsula no podía permitirlo. Ana se había
24:00convertido en un problema que necesitaba una solución. Una solución permanente. En ese momento,
24:07la aterrorizada doncella no solo se había convertido en un peligro para Úrsula, se había
24:13convertido, sin saberlo, en su próxima víctima. Lejos de allí, en la quietud sagrada de la capilla
24:21de la finca, Victoria se encontró con otra amenaza potencial para el frágil equilibrio de su mundo.
24:26Matilde, la joven de la casa pequeña, estaba arrodillada en uno de los bancos,
24:33rezando con un fervor que a Victoria le pareció casi indecente. La presencia de aquella muchacha
24:41en la casa grande siempre la había incomodado. Era un recordatorio constante de los lazos de sangre
24:47que unían a las dos familias, lazos que ella preferiría cortar para siempre. Con el nerviosismo
24:55por las sospechas de Rafael todavía a flor de piel, Victoria se acercó a ella.
25:02Sus pasos resonaron en el silencio de la capilla. Matilde, dijo, su tono cortante.
25:09La joven se sobresaltó y se giró, poniéndose en pie de un salto. Señora Victoria. Yo solo.
25:19Sé perfectamente lo que hacías. Lo que no entiendo es por qué lo haces aquí. La interrumpió Victoria,
25:25su mirada recorriéndola con desdén. Me parece recordar que hay unas normas muy claras en esta
25:32finca. Los habitantes de la casa pequeña tienen su propia capilla. No tienen permitido el acceso a
25:39la casa grande, a menos que se les llame expresamente. O es que tu memoria te falla. Matilde se encogió,
25:48sintiéndose pequeña e insignificante bajo la mirada glacial de la mujer.
25:54Lo siento, señora. Solo quería rezar por el alma de don Julio. Él siempre fue muy bueno con nosotros.
26:02La bondad de mi difunto cuñado a veces rayaba en la imprudencia. Replicó Victoria con acidez.
26:08Pero las normas son las normas. Y están para cumplirse. No quiero volver a verte por aquí.
26:18¿Entendido? Sí, señora. Perfectamente. Matilde hizo una pequeña reverencia y prácticamente huyó de la
26:25capilla, con el corazón encoguido. Pero para Victoria, el encuentro no había sido solo una
26:33reafirmación de su autoridad. Había sido un recordatorio. Matilde, su hermano, Martín. El
26:41secreto que los unía. Si Rafael seguía escarbando, si empezaba a hacer preguntas sobre todos los secretos
26:48de la familia, no solo descubriría lo de Julio. Podría descubrir lo otro. El secreto más antiguo,
26:57el más peligroso de todos. El que demostraba que la sangre de los de la casa pequeña corría
27:02también por las venas de los de la casa grande. Matilde, por su parte, temblaba mientras se alejaba.
27:10El desprecio en la voz de Victoria había sido palpable. Y si lo sabía, y si de alguna manera
27:16había descubierto que Martín, el mozo de cuadras al que trataban como a un perro, era en realidad su
27:22hermano. El hijo bastardo de su padre, la idea la aterrorizaba. La revelación no solo los cubriría
27:30de vergüenza a ellos, sino que podría poner en peligro la vida de Martín. La señora Victoria era
27:37capaz de cualquier cosa para proteger el buen nombre y la herencia de su familia. Matilde apretó el
27:44rosario que llevaba en la mano y rezó con más fuerza que nunca, pero esta vez no por el alma de Julio,
27:49sino por la seguridad de su hermano. En otra ala de la mansión, el dolor tomaba formas diferentes,
27:58más afiladas y crueles. Bárbara no encontraba consuelo para la pérdida de Leonardo, o más bien,
28:06para la humillación que sentía. Y había decidido canalizar toda su rabia y su frustración hacia la
28:13persona que consideraba culpable, Irene. La encontró en el salón, sentada junto a la ventana, con la
28:22mirada perdida en el jardín. La pena por la muerte de Julio la había dejado vacía, un cascarón hueco.
28:30Bárbara se plantó delante de ella, con los brazos en jarras y una expresión de furia contenida.
28:35¿Contenta? Espetó, sin preámbulos. Irene levantó la vista, sus ojos nublados por la confusión.
28:47¿Qué, Bárbara? No estoy de humor para... Oh, no, claro que no. Tú nunca estás de humor para nada
28:54que no sea tu propia miseria. La atacó Bárbara, su voz subiendo de volumen.
28:58Te lo advertí, Irene. Te dije que te alejaras de Leonardo. Pero no me hiciste caso.
29:08Tenías que jugar a ser su amiga, su confidente. Y mira lo que has conseguido. Por tu culpa,
29:14lo he perdido. Se ha ido. Bárbara, por el amor de Dios, ¿cómo puedes decir eso? Respondió Irene,
29:22su voz temblorosa de incredulidad y dolor. Leonardo tomó su propia decisión. Y además,
29:30¿no te das cuenta de lo que ha pasado? Julio está muerto. Mi primo, tu amigo. ¿Es que no tienes ni
29:36una pizca de compasión? Siempre Julio. Todo gira siempre en torno a Julio y a tu dolor. Replicó Bárbara,
29:44cruel. Pues mi dolor también importa. Y tú eres la culpable. Lo sedujiste con tus aires de mosquita
29:51muerta y me lo arrebataste. Justo en ese momento, Leonardo, que había escuchado los gritos desde el
29:59pasillo, entró en la habitación. Su rostro reflejaba cansancio y tristeza. Bárbara, basta ya. Dijo,
30:08con una autoridad tranquila pero firme. Leonardo, exclamó Bárbara, su ira transformándose
30:17momentáneamente en una esperanza desesperada. Has vuelto. He vuelto a recoger mis cosas. Aclaró él,
30:26y las palabras cayeron como piedras sobre el corazón de Bárbara. Y he vuelto porque no puedo
30:33creer que estés haciendo esto. No ves cómo está Irene. Acaba de perder a su primo. Todos hemos
30:39perdido a un amigo. Y tú la estás atacando de esta manera. Ella tiene la culpa. Insistió Bárbara,
30:46señalando a Irene con un dedo acusador. Nadie tiene la culpa. Dijo Leonardo, acercándose a ella
30:54y bajándole la mano con suavidad. Las cosas entre nosotros no funcionaban, y lo sabes. No uses a Irene
31:02como excusa. Lo último que necesitamos en un momento tan doloroso como este es alejarnos,
31:09atacarnos los unos a los otros. Deberíamos estar apoyándonos. Somos amigos. O al menos,
31:17lo éramos. Las palabras de Leonardo, llenas de una sensatez dolorosa, parecieron calmar a Bárbara
31:23por un momento. Pero la herida de su orgullo era demasiado profunda. Miró a Irene, que lloraba
31:31en silencio, y luego a Leonardo, cuyo rostro solo mostraba pena, no amor. Sin decir una palabra más,
31:41se dio la vuelta y salió del salón, dejando tras de sí un silencio cargado de reproches y afectos rotos.
31:46Irene se cubrió el rostro con las manos, y Leonardo se sentó a su lado, sin saber qué decir para
31:54remendar tanto dolor. Y las confrontaciones no cesaban. El veneno que había matado a Julio
32:02parecía haberse esparcido por toda la finca, infectando todas las relaciones. Alejo, el hijo
32:09del capataz José Luis, buscó a su padre en los establos. La breve y aparente reconciliación que habían
32:16tenido unos días atrás se había desvanecido, revelándose como lo que siempre fue, una farsa.
32:23—¿Me mentiste? —dijo Alejo, su voz plana, desprovista de la ira de antaño, cargada de una
32:30decepción mucho más pesada. José Luis, que estaba revisando la pata de un caballo, ni siquiera se
32:38digno a mirarlo. —No sé de qué me hablas, muchacho. Oh, sí que lo sabes —insistió Alejo,
32:47plantándose frente a él. —Me hiciste creer que me apoyarías, que por fin confiabas en mí para
32:53encargarme de las tierras de la casa pequeña. —Que creías en mi proyecto. Fue todo mentira. Yo creo en el
33:02trabajo duro, no en las fantasías de un niño rico que juega a ser granjero. Escupió José Luis,
33:08enderezándose y mirando a su hijo con desprecio. —No soy un niño rico. Y no estoy jugando. Esas
33:16tierras pueden ser productivas. Pueden dar trabajo a mucha gente. —Pero tú no quieres eso, ¿verdad? Lo
33:25que yo quiero es que dejes de soñar despierto y te pongas a trabajar de verdad, bajo mis órdenes,
33:30como debe ser. —Aprender el oficio desde abajo. No. Lo que tú quieres es que fracase. Lo acusó Alejo,
33:39y la verdad de sus palabras resonó entre ellos. —No soportas la idea de que yo pueda conseguir
33:46algo por mí mismo. No soportas que pueda tener éxito sin ti. —Jamás permitirás que prospere con
33:53esas tierras, ¿verdad? Harás todo lo que esté en tu mano para sabotearme. —José Luis no
34:00respondió. Su silencio fue la más elocuente de las confesiones. Una sonrisa amarga se dibujó en
34:05los labios de Alejo. —Lo sabía. Gracias por confirmármelo, padre. Al menos ahora sé a qué
34:12atenerme. Se dio la vuelta y se marchó, dejando a José Luis con una expresión indescifrable en el
34:18rostro. La brecha entre ellos se había convertido en un abismo insalvable. Alejo comprendió en ese
34:26instante que su verdadera lucha no era contra la tierra yerma ni contra las malas cosechas,
34:31sino contra la envidia y el resentimiento de su propio padre. En medio de todas estas tensiones,
34:38de las investigaciones secretas, las culpas carceleras y los odios familiares, Adriana,
34:44la viuda, la mujer en el centro del huracán, encontró un momento para librar una de sus propias
34:50batallas. El dolor no había anulado su sentido del deber, su responsabilidad como cabeza de la
34:57familia Salcedo de la Cruz. Se vistió con sus mejores ropas de luto, una armadura de seda negra,
35:05y solicitó una audiencia con el duque, propietario de las tierras colindantes.
35:11Lo recibió en su suntuoso despacho, un hombre de aspecto disoluto y sonrisa fácil que no lograba
35:17ocultar la debilidad de su carácter. Mi querida Adriana, lamento profundamente tu pérdida. Dijo,
35:25con un tono afectado que a ella le revolvió el estómago. Julio era un gran hombre, un pilar de
35:32nuestra comunidad. Le agradezco sus palabras, duque. Respondió Adriana, su voz firme, sin un
35:39atisbo de la fragilidad que sentía por dentro. Pero no he venido a recibir el pésame, he venido a
35:46hablar de negocios. El duque pareció sorprendido. ¿Negocios? Hija mía, en un momento como este.
35:55Precisamente en un momento como este, lo cortó ella. La vida sigue, y las deudas también. Le
36:03recuerdo que mantiene un pago pendiente con mi familia por el alquiler de las tierras de pasto.
36:07Una cantidad considerable, que ya debería haber sido abonada hace dos meses. El hombre carraspeó,
36:15incómodo. Sí, bueno, con todo este revuelo, la administración se ha retrasado un poco. Te
36:24aseguro que... No quiero seguridades, duque. Quiero el dinero, mi familia lo necesita. La muerte de mi
36:31marido ha dejado las cosas en una situación. Delicada, y no puedo permitirme la generosidad
36:38de condonar deudas, por muy ilustre que sea el deudor. Su mirada era directa, implacable. El duque,
36:47acostumbrado a tratar con hombres a los que podían gatuzar con promesas vacías, se encontró desarmado
36:53ante la determinación de acero de aquella mujer vestida de luto. Vio en sus ojos que no aceptaría un
37:00o por respuesta, que no se dejaría amedrentar por su título ni por sus excusas.
37:06Está bien, Adriana, está bien. Cedió, levantando las manos en señal de rendición.
37:14Daré orden a mi administrador de que prepare el pago de inmediato. Lo tendrás mañana mismo.
37:20Lo espero. Dijo ella, levantándose. Que tenga un buen día, duque. Salió del despacho con la cabeza
37:28alta, dejando al duque desconcertado y vagamente humillado. En el camino de vuelta a la casa
37:35grande, Adriana sintió una extraña mezcla de triunfo y desolación. Había ganado una pequeña
37:43batalla, había demostrado que podía ser fuerte, que podía defender los intereses de su casa.
37:51Pero al volver a la mansión, el recuerdo de por qué tenía que hacerlo la golpeó con la fuerza de una
37:56ola. Estaba sola, y vivía bajo el mismo techo que el asesino de su marido. La noche cayó sobre
38:03valle salvaje, pero no trajo consigo la paz. Trajo sombras que se alargaban como dedos acusadores y
38:11un silencio que gritaba los secretos que todos se esforzaban por ocultar. Rafael no podía dormir.
38:18Daba vueltas en su cama, la mente trabajando sin descanso. La imagen de Julio, su amigo,
38:26su rival, el hombre al que había traicionado y que, a pesar de todo, le había ofrecido la libertad,
38:33no se apartaba de su pensamiento. La promesa que le había hecho a Adriana resonaba en su alma.
38:39Encontraré a quien le hizo esto. Y mientras Rafael juraba venganza, Úrsula, en la soledad de su
38:48habitación, planeaba su próximo movimiento. La histeria de Ana era una variable que no podía
38:55controlar, una chispa que podía prender fuego a todo su mundo. No podía arriesgarse. Abrió un
39:03pequeño cofre de madera que guardaba bajo llave en su armario. Dentro, junto a otros frascos y cajas
39:10pequeñas, había un polvo blanquecino envuelto en un papel de seda. Inodoro, insípido, mortal en las
39:18dosis adecuadas. Miró el paquete con una calma escalofriante. Era una lástima. Ana era una buena
39:26trabajadora, obediente y discreta. Hasta ahora. Pero en el juego de la supervivencia, las piezas
39:33débiles debían ser sacrificadas. Un accidente. Una caída desafortunada por las escaleras. Una
39:42enfermedad súbita y violenta. Había muchas maneras de que una joven doncella desapareciera
39:48sin levantar sospechas. Cerró el cofre y lo guardó. Su decisión estaba tomada. Ana iba a confesar,
39:57sí, pero no a Rafael. Iba a confesar sus pecados directamente a Dios. Y lo haría muy, muy pronto.
40:05El valle, que parecía salvaje por su naturaleza indómita, lo era en realidad por los corazones
40:10oscuros de quienes lo habitaban. Corazones donde la muerte era solo una herramienta más para proteger
40:16sus mentiras. La noche del 3 de septiembre sería larga, y el amanecer traería consigo no la luz,
40:24sino la sombra de una nueva tragedia.
Recomendada
1:47
|
Próximamente
1:33
39:02
36:12
37:53
2:00
48:23
0:18
0:19
0:17
Sé la primera persona en añadir un comentario