A principios de los 2000, en esa remota época de bonanza inmobiliaria, se edificaban hasta 600.000 viviendas al año. Pero se construyó y se vivió por encima de nuestras posibilidades y todo lo que se infló acabó estallando. A partir del 2008, la crisis del ladrillo comienza a acumular un enorme déficit. De hecho, hoy solo se construyen 90.000 viviendas anuales para un cálculo de 300.000 nuevos hogares. Es decir, una casa para cada tres familias. Tanta escasez condena, sobre todo, a los jóvenes. Los precios de compra y alquiler siguen desorbitados, sin parar de subir. Mucha de la poca vivienda que hay, se ha destinado al alquiler turístico. Según el INE, existen casi 400.000 pisos de este tipo. Además, solo hay un 2,5% de vivienda protegida, frente a más del 9% de la media europea. -Redacción-