La testosterona ha sido tradicionalmente la "culpable" de la agresividad de los hombres, pero un estudio científico dirigido por Ernst Fehr de la Universidad de Zurich (Suiza) cuestiona ahora este extremo y considera más decisivo el entorno social. La investigación, publicada por la revista Nature, indica que la testosterona "induce al comportamiento antisocial en los seres humanos, pero más a causa de nuestros propios prejuicios sobre sus efectos que a causa de un actividad biológica real". De hecho, señala el equipo dirigido por el profesor Ernst Fehr, "el efecto es más bien el contrario: la testosterona incrementa la capacidad de discernir con equidad y con justicia". Está ampliamente documentada la función de las hormonas para modular las relaciones sociales entre los animales y la creencia generalizada hasta ahora es que la testosterona provoca agresividad en ellos, aunque con ciertas dudas en el caso de los hombres.
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