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Afrodita y Lina: el amor prohibido de la diosa del amor
Cuenta la leyenda —una que los poetas nunca se atrevieron a escribir en los templos— que cierto día, Afrodita, cansada del brillo del Olimpo y de los banquetes eternos, descendió a la tierra en forma de mujer. Buscaba silencio, quería recordar cómo era el amor sin ofrendas ni oraciones.
Caminó durante horas por una playa solitaria, donde el mar cantaba en tonos suaves. Allí vio a una joven que recogía conchas junto a la orilla. Su cabello era oscuro como la arena húmeda, y sus ojos reflejaban la misma calma que el horizonte. Su nombre era Lina.
Afrodita se acercó fingiendo ser una viajera perdida. Lina le ofreció agua y un trozo de pan, sin sospechar que estaba frente a la diosa del amor. A medida que los días pasaban, Afrodita volvía cada amanecer. Caminaban juntas, hablaban de la vida, del mar, de los sueños… y poco a poco, la diosa empezó a sentir algo que jamás había sentido por los mortales: amor verdadero, sin templos, sin plegarias.
Una tarde, mientras el sol caía, Lina tomó la mano de Afrodita y le dijo: —Tus ojos guardan algo que no pertenece a este mundo. ¿Quién eres en realidad?
Afrodita sonrió con tristeza. Las olas se alzaron, el viento se detuvo, y la luz dorada del crepúsculo reveló su forma divina. Lina cayó de rodillas, pero la diosa la levantó suavemente. —No temas, —susurró—, solo soy una mujer que ha aprendido a amar de nuevo gracias a ti.
Se amaron esa noche junto al rumor del mar. Pero los dioses son celosos, y Zeus observaba desde el Olimpo. No soportaba ver a una diosa romper las leyes del cielo por una mortal.
Envió un rayo al mar como advertencia, y su voz retumbó entre las nubes: —Afrodita, recuerda tu lugar. Ningún dios puede atarse al destino de los mortales.
Afrodita lloró, pero no desafió a Zeus. Antes del amanecer, besó por última vez a Lina. Le prometió que el mar siempre la recordaría. —Cada ola que toque tus pies llevará mi nombre —le dijo—. Y cada atardecer, cuando el cielo se tiña de oro, sabrás que te estoy mirando.
Afrodita ascendió entre la espuma, y el mar se volvió de un tono rosado como el de las conchas que Lina solía recoger.
Desde entonces, los pescadores cuentan que algunas noches, cuando el viento calla y el mar duerme, una figura resplandece entre las olas: una mujer de luz que acaricia la arena y pronuncia el nombre de Lina.
Y dicen que el eco de ese nombre es la voz del amor que los dioses nunca pudieron encadenar.
CORAZONES ROTOS COMPONENTES: Vocalista principal = Erica Sanz. Guitarra1 y Vocal = Yaira Irati. Guitarra2 y Vocal = Sombría M.Tesa. Bajo y Vocal = Sonata Lagos. Batería y Vocal = Isabelle Corne. Teclados y Vocal= Cristina Montero.
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