Saltar al reproductorSaltar al contenido principalSaltar al pie de página
  • 26/5/2011
El 11 de marzo de 1907, el New York Times se hizo eco de los experimentos que Duncan MacDougall realizaba con moribundos, pesándolos durante su fallecimiento. En una balanza, dispuesta bajo una plataforma con una cama, cuya probabilidad de error era de tres gramos, colocaba a sus tuberculosos, voluntarios y en fase terminal, y observaba la diferencia de peso que se producía en el momento de la muerte. Y aventuró una hipótesis: el alma podría pesar entre 18 y 21 gramos. MacDougall también midió la pérdida de peso consecutiva a la muerte de 15 perros con su balanza y no constató ninguna diferencia.
Tal vez el peso del alma sean esos 21 gramos. Tal vez esos 21 gramos simplemente sean el peso del último aliento, el aire que exhalan los pulmones en el momento de la muerte. Quién sabe. Pura gravimetría que suena a cómputo de narcotraficante. ¿Qué perdemos al morir? ¿La vida, los recuerdos, la capacidad de amar y ser amado? No: perdemos 21 gramos.

Categoría

📚
Aprendizaje

Recomendada

1:37
Próximamente