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  • hace 9 horas
El nuevo colegio subterráneo de Balabyne se ha convertido en un símbolo más de las difíciles circunstancias que vive la población ucraniana. Para construirlo, los niños tuvieron que renunciar al campo de fútbol, que fue excavado hasta siete metros de profundidad para alojar las aulas y los pasillos, ahora protegidos con redes antidrones que cubren cada acceso. El antiguo edificio escolar apenas se utiliza para actividades puntuales y solo cuando no suena la alarma aérea que obliga a interrumpirlo todo.
Balabyne, situada a poco más de cinco kilómetros de la ciudad de Zaporiyia, se encuentra demasiado cerca del frente y dentro del creciente radio de acción de los drones rusos. Desde la localidad se oyen con claridad las explosiones que marcan el avance lento pero constante de las tropas. Ante esta realidad, las autoridades decidieron apostar por centros educativos bajo tierra, concebidos también como refugios para la población. El complejo, de 1.500 metros cuadrados, acoge a 645 menores y a más de cincuenta docentes, distribuidos en un entramado de aulas, salas especializadas, espacios de juego y una pequeña cafetería.
El colegio también recibe a los niños de Malokaterinivka, una aldea prácticamente abandonada tras los bombardeos y la evacuación forzosa decretada en noviembre debido al incremento de la violencia en la región.

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