⚖️ Valle Salvaje Capítulo 290 – El juicio llega a su fin, y Isabel debe enfrentar la sentencia que decidirá su destino.
💔 Entre la culpa, la verdad y el sacrificio, toma una decisión que cambiará el rumbo de todos en el valle.
😱 En este avance exclusivo, la justicia y el corazón se enfrentan en el momento más doloroso de su vida.
👑 Personajes principales: Isabel, José Luis, Victoria, Mercedes, Rafael, Adriana, Úrsula y Bernardo.
🔥 Un episodio intenso, lleno de tensión, arrepentimiento y decisiones que no tienen vuelta atrás.
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#ValleSalvaje #Isabel #SentenciaFinal #AvanceValleSalvaje #TVNRevisar #Telenovela #Drama #Avance290 #DecisiónDeIsabel #JuicioFinal
💔 Entre la culpa, la verdad y el sacrificio, toma una decisión que cambiará el rumbo de todos en el valle.
😱 En este avance exclusivo, la justicia y el corazón se enfrentan en el momento más doloroso de su vida.
👑 Personajes principales: Isabel, José Luis, Victoria, Mercedes, Rafael, Adriana, Úrsula y Bernardo.
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00:00El valle amaneció en calma, pero esa paz era distinta. Una paz construida sobre los restos
00:13de la mentira. La casa grande, alguna vez símbolo de poder, ahora respiraba un silencio
00:20de duelo. Los aldeanos hablaban en voz baja, repitiendo el nombre de Isabel como si fuera
00:27una plegaria. Luisa, libre y aún débil, se refugió en la casa pequeña bajo el cuidado de Adriana.
00:36Entre ellas, el dolor se transformó en promesa. Nunca más permitirían que la injusticia hablara
00:43más alto que la verdad. Rafael velaba a su lado, decidido a reconstruir lo que el poder había
00:50destruido. Mercedes se convirtió en la voz de los casillas, no por orgullo, sino por expiación. Abrió
00:59las puertas de la finca a los campesinos y devolvió a las tierras su propósito original, servir a todos,
01:06no dominar a nadie. Di José Luis nada se supo. Algunos aseguraron haberlo visto caminar hacia el
01:14río al amanecer, otros que se perdió entre las montañas. Su nombre se volvió un susurro, un eco
01:21de advertencia para los que creían que la sangre noble justificaba el pecado. En la tumba de Isabel,
01:28las flores nunca faltaron. A veces era Adriana quien las llevaba, otras Luisa, y en ocasiones un niño
01:37llamado Pedrito, que dejaba un dibujo en papel y murmuraba, gracias por cuidar de nosotros desde
01:43el cielo. El valle había cambiado. La verdad, por fin, respiraba. Pero su aire era denso, porque toda
01:53verdad nacida del sufrimiento tiene el peso de la eternidad. La noche cayó sobre el valle con una
02:00calma engañosa. En la capilla de la hermandad, las velas ardían frente al altar, proyectando sombras
02:07vacilantes sobre las paredes de piedra. Mercedes permanecía de pie, empapada por la lluvia. Mientras
02:15el capitán y los monjes del tribunal la observaban en silencio, tenía en la mano la carta de Isabel,
02:22arrugada y húmeda. Doña Mercedes Casillas dijo el prior. ¿Ha solicitado audiencia urgente? ¿Con qué
02:31motivo? Ella levantó la vista, su voz serena pero firme. Para confesar en nombre de mi hermano,
02:40el duque José Luis, el prior frunció el ceño. ¿Confesar qué? Mercedes respiró hondo. El robo de la
02:50talla no fue obra de Luisa. Fue orden de mi hermano. Los murmullos se extendieron entre los presentes.
02:59El capitán golpeó el suelo con su bastón. ¿Tiene pruebas de lo que dice? Mercedes extendió la
03:07carta. Aquí está. ¿La dejó Isabel antes de morir? El prior tomó el papel y lo leyó en silencio.
03:18Cuando terminó, sus ojos estaban llenos de asombro. Entonces, ¿la muchacha fue víctima de una
03:25conspiración? Sí, dijo Mercedes con la voz quebrada. ¿La obligaron a confesar bajo tortura? El capitán
03:34cerró los ojos con pesar. Que Dios nos perdone. Mercedes dio un paso adelante. ¿Exijo su liberación
03:43inmediata? Así será, respondió el prior con solemnidad. Y el nombre Casillas quedará manchado
03:52ante los ojos del valle. Mercedes bajó la cabeza. Lo sé. Pero al menos, la verdad ya no estará
04:00encadenada. A la mañana siguiente, el carruaje de la hermandad se detuvo frente al convento.
04:07Rafael descendió del asiento y se apresuró hacia el portón. Luisa fue conducida afuera, débil pero
04:14libre, con las manos temblorosas y la mirada vacía. Cuando vio a Rafael, rompió a llorar.
04:23¿Es real? Preguntó entre sollozos. ¿De verdad puedo irme? Él la sostuvo con cuidado. Sí, ya no volverás
04:33aquí nunca más. Luisa miró al cielo, respirando hondo el aire fresco por primera vez en semanas.
04:43Entonces, Isabel cumplió su promesa. Rafael ayudó a subir al carruaje. Sí, pero a un precio muy alto.
04:53En la casa grande, José Luis observaba el amanecer desde su despacho. Había pasado la noche sin dormir,
05:01rodeado de papeles y recuerdos. La carta de Isabel reposaba abierta sobre el escritorio,
05:08junto a una botella vacía de vino. El fuego se consumía lentamente, iluminando el retrato familiar
05:16colgado sobre la pared. Hermano dijo una voz a su espalda. Era Mercedes. Él no se giró. Ya sé lo
05:26que hiciste. Tenía que hacerlo, respondió ella. No podía dejar que una inocente siguiera pagando
05:33por tu pecado. ¿Y ahora qué queda? Preguntó él, sin levantar la mirada. Mi nombre arruinado,
05:42mi casa convertida en ruinas morales. Mercedes se acercó. Queda la verdad. Y eso, José Luis,
05:51vale más que todos los títulos del mundo. El duque respiró hondo. Luisa está libre. Entonces,
06:00sí respondió ella con suavidad. Pero su libertad no borra tu culpa. Él la sintió lentamente. No
06:09pretendo borrarla. Solo entender hasta dónde llega. Mercedes se detuvo a su lado. ¿Y lo entiendes
06:18ahora? José Luis levantó la mirada, con lágrimas contenidas. Sí. Llega hasta donde el poder se confunde
06:27con el miedo. Y se lo hundió. Fui esclavo de ambos. Ella le tocó el hombro con ternura. Dios aún puede
06:35perdonarte. No lo hará, dijo él, mirando el fuego. Porque no me arrepiento de haber mentido. Me arrepiento
06:45de haber creído que la mentira me salvaría. Mercedes se apartó, resignada. Entonces ahora
06:53por tu alma, José Luis. Cuando ella salió, el duque se quedó solo. Tomó una pluma, escribió unas pocas
07:03líneas en un papel y lo dejó junto a la carta de Isabel. Luego abrió la ventana, dejando entrar el aire
07:10frío del amanecer. El valle merecía la verdad, murmuró. Y ahora la tiene. Se persignó lentamente,
07:20mientras las campanas de la iglesia repicaban a lo lejos. Nadie supo qué hizo después, pero cuando
07:27Mercedes volvió a buscarlo, la habitación estaba vacía. Solo el fuego agonizante y una brisa helada
07:34daban testimonio de su presencia. Esa misma tarde, en el cementerio, Isabel fue enterrada junto a los
07:42antiguos sirvientes de la casa grande. Rafael, Adriana, Luisa y Mercedes rezaron en silencio.
07:52Sobre la tumba, alguien dejó una pequeña flor blanca y una nota que decía,
07:56a veces la muerte es la única forma de decir la verdad. El viento sopló con fuerza, llevando el
08:05perfume de los cerezos hacia el valle. Y mientras el sol se ocultaba, Adriana susurró, que Dios tenga
08:13piedad de todos nosotros. El aire en las mazmorras de la Santa Hermandad era espeso, cargado de humedad y
08:21desesperanza. Las paredes, ennegrecidas por el moho, olían a sangre seca y a oraciones que nunca
08:29fueron escuchadas. Rafael sostenía una antorcha que apenas iluminaba el camino. Mientras Adriana,
08:36envuelta en un manto oscuro, caminaba con el corazón desbocado, a cada paso el eco de las cadenas y los
08:44sollozos le recordaban que aquel lugar no estaba hecho para los vivos. Por aquí susurró el guardia,
08:50abriendo una puerta de hierro oxidado, el chirrido del metal retumbó en el pasillo. Al entrar,
08:58Adriana contuvo un grito. Luisa estaba sentada en un rincón, encogida sobre sí misma. Su rostro
09:07estaba cubierto de moretones, y su ropa, sucia y desgarrada, mostraba la brutalidad con la que
09:15había sido tratada. —¡Dios mío! —murmuró Adriana, corriendo hacia ella. —¿Qué te han hecho?
09:23Luisa levantó la mirada, lentamente. Sus ojos, apagados, se llenaron de lágrimas al reconocerla.
09:31—Pensé que nunca vendrías —dijo con voz apenas audible. Adriana la abrazó con ternura,
09:38tratando de no lastimarla. —No podía dejarte aquí. Rafael permaneció en la puerta,
09:46con el rostro endurecido por la rabia contenida. El guardia se acercó. Cinco minutos dijo con
09:53indiferencia. Adriana asintió. Cuando el hombre se retiró, se arrodilló frente a Luisa. —Jimmy,
10:02¿qué pasó? ¿Por qué confesaste algo que no hiciste? Luisa bajó la mirada. —No me dejaron
10:10opción. Amenazaron con hacerle daño a Pepa y a ti. —¡Malditos! —exclamó Adriana,
10:18llevándose una mano a la boca para contener el llanto. —Esa no es justicia. Es barbarie.
10:24Luisa sonrió debilmente. —No llores, por favor. No quiero que me recuerdes así. —Te
10:34sacaré de aquí, te lo juro —dijo Adriana, tomando sus manos. —No descansaré hasta que
10:42todo esto termine. Luisa negó lentamente. —No puedes luchar contra ellos. José Luis tiene
10:50poder y ese poder compra conciencias. Adriana la miró fijamente. —Entonces lo enfrentaremos.
10:59—No, susurró Luisa. —No quiero que sufras por mí. —Ya sufro —respondió Adriana con la voz
11:07quebrada. —Desde el día en que te encerraron, todo este valle se volvió un cementerio. Rafael se
11:15acercó y colocó una mano en el hombro de Adriana. —Tenemos que irnos. Si el guardia nos descubre aquí
11:23más tiempo, todo estará perdido. Pero Adriana no se movió. —Luisa, necesito saberlo. ¿Fue él quien
11:32te obligó a confesar, el duque? Luisa cerró los ojos y las lágrimas se deslizaron por su rostro.
11:40—¿No me preguntes eso? —Si lo digo, me matan. —Ya, te están matando lentamente —dijo Adriana.
11:50—No mereces esto. Luisa la miró con dulzura, la misma que siempre la había caracterizado. Dile a
12:00Alejo que no lo odio, que entendí por qué no pudo salvarme, que lo amo y que si reza por mí no pida
12:09justicia, sino paz. Adriana sintió un nudo en la garganta. —Se lo diré. El sonido de paso se
12:18acercó. Rafael se giró, tenso. El guardia apareció de nuevo. Se acabó el tiempo. Adriana abrazó a Luisa
12:29por última vez, con fuerza, como si quisiera grabar su calor en la memoria. Te sacaré de aquí. Te lo
12:37prometo. Luisa asintió, sonriendo entre lágrimas. —No tardes. Cuando Adriana salió de la celda,
12:47se apoyó contra la pared del pasillo. Sin aire, Rafael la sostuvo por los hombros. —No digas nada
12:55aquí. Te escuchan. Ella lo miró con los ojos encendidos de ira. La obligaron. Rafael le rompieron
13:06el cuerpo y el alma para que dijera lo que ellos querían. Rafael la sintió, con la voz contenida.
13:14Entonces sabremos quién lo ordenó. Y cuando lo sepamos, caerá con todo su nombre y su poder.
13:22Mientras los dos se alejaban, Luisa volvió a arrodillarse en la oscuridad. Su voz temblorosa
13:29se elevó apenas como un suspiro. —Madre de Dios, no me dejes morir aquí. La vela que iluminaba la
13:39celda parpadeó, y el silencio volvió a llenar las mazmorras. El carruaje avanzaba lentamente por el
13:46camino empedrado. Mientras la lluvia comenzaba a caer con la suavidad de un llanto, Adriana no
13:53apartaba la mirada del horizonte, con las manos apretadas sobre el regazo. A su lado, Rafael
14:00guardaba silencio, respetando la tormenta que hervía dentro de ella. —No me quedaré de brazos
14:07cruzados —dijo finalmente Adriana, rompiendo el silencio. —No después de lo que vi. Rafael asintió.
14:16—Lo sé, pero debemos ser inteligentes. Si atacamos de frente a Roséa Luis, ¿nos destruirá? Ella lo miró con
14:26los ojos encendidos. —¿Y qué propones, esperar mientras Luisa muere en esa celda? —Propondré
14:34algo mejor, buscar pruebas —dijo Rafael con firmeza. La palabra de una inocente no basta contra un hombre
14:41como el de los casillas. Adriana lo observó unos segundos, conteniendo su frustración. —Entonces
14:49necesitaremos algo más que pruebas. ¿Necesitaremos aliados? Rafael apretó la mandíbula. Y enemigos
14:58también. El carruaje se detuvo frente al palacio. Las luces del vestíbulo brillaban como si nada
15:07hubiera pasado, como si dentro de esas paredes no se escondieran siglos de culpa. Adriana bajó primero,
15:15sin esperar que Rafael la ayudara, y caminó directamente hacia el despacho del duque. José
15:21Luis estaba allí, sentado frente al fuego, con una copa de vino en la mano. Cuando la vio entrar,
15:28alzó una ceja con calma estudiada. —Vaya, si es la señorita Adriana, supongo que no viene a ofrecerme
15:37bendiciones. —No respondió ella. —Vengo a hablar de Luisa. El duque sonrió con un aire de falsa
15:47cortesía. —Ah, sí. —¿La muchacha de la hermandad? ¿Qué ocurre con ella? —Ha confesado un crimen que no
15:57cometió, dijo Adriana, avanzando hacia él. —Y usted lo sabe. José Luis dejó la copa sobre la mesa con
16:06suavidad. —Lo que sea o no sé, no le conciene. —¿El tribunal tiene sus métodos? —Métodos de
16:14tortura, replicó Adriana. —La vi con mis propios ojos. —Duque, no me hable de justicia, cuando lo que
16:23hay es crueldad. El duque se levantó despacio, midiendo sus palabras. —La justicia a veces requiere
16:31sacrificios. —Sacrificios, intervino Rafael, que acababa de entrar. —¿De quién, exactamente? De una
16:40muchacha indefensa, o del alma de su propio hijo? José Luis se giró lentamente. —Cuidado con tus
16:48palabras, Rafael. —No temo decir la verdad, respondió él. —Porque sé que detrás de esa confesión hay algo
16:57podrido y huele a poder. El duque lo miró fijamente. —¿Insinúas que yo? Rafael dio un paso al frente.
17:08—No insinuó. —Lo afirmo. —Odrio no intentó como lo. Rafael no así. Pero él no se detuvo.
17:19—¿Sabe qué vi hoy, señor? Vi a una mujer destrozada por culpa de un apellido. Vi cómo la
17:26justicia se arrodilla ante el dinero. Y mientras tanto, usted, aquí, bebiendo vino, como si el dolor
17:34ajeno fuera un entretenimiento. José Luis lo fulminó con la mirada. ¿Terminaron? Adriana lo
17:43enfrentó con serenidad. —No. No hasta que Luisa sea libre. El duque respiró hondo. —Esa decisión no
17:53me corresponde. —Claro que sí —exclamó Adriana. —Usted firmó su orden de reclusión y ahora tiene el
18:03poder de liberarla. —¿Y si no lo hago? —preguntó él con voz gélida. —Rafael avanzó un paso más.
18:11—¿Entonces sabremos lo que realmente vale su palabra? El silencio se hizo espeso. José Luis volvió a
18:20sentarse, aparentando indiferencia, aunque el temblor de su mano delataba su tensión. —Salgan de aquí —dijo
18:29finalmente. —No discutiré con quienes no entienden de deber. Adriana lo observó un instante más. Si la
18:38justicia no llega por su mano, llegará por la verdad. Y cuando eso ocurra, duque, será demasiado
18:46tarde para pedir perdón. José Luis la miró con una mezcla de desprecio y temor. —El perdón no existe
18:55en este valle. —Entonces arderemos todos —respondió ella. Salieron sin esperar respuesta.
19:02Cuando la puerta se cerró, el duque se quedó solo, mirando el fuego. Su reflejo en las llamas parecía el
19:11de un hombre que ya no sabía distinguir entre el infierno y su propia casa. La noche había caído
19:17sobre la casa grande, pero el fuego en la chimenea del cuarto de Isabel ardía con una intensidad
19:24inquietante. Las sombras bailaban sobre las paredes y ella, sentada frente al escritorio,
19:31sostenía un crucifijo entre las manos. Había pasado horas rezando o intentando hacerlo, sin encontrar
19:40consuelo. La culpa pesaba más que cualquier oración. El sonido de pasos la hizo levantar la cabeza. Amadeo
19:50apareció en la puerta, con el rostro preocupado. —Isabel, ¿por qué sigues despierta? Ella sonrió con
19:58una melancolía que desarmaba porque los pecados no duermen. Amadeo, él se acercó lentamente. Todos
20:08tenemos mejores. —¿Pero tú? —No. Amadeo lo interrumpió. Lo mío no fue un error. Fue una elección. Él la
20:19observó, intentando comprender. —¿Qué elección? Isabel tomó aire, como si confesara por última
20:28vez. —Elegí el odio sobre la fe. —¿La venganza sobre el perdón? Amadeo frunció el ceño. —¿De qué
20:37hablas? Ella se levantó y caminó hacia la ventana. La luna apenas se filtraba entre las nubes. Hace
20:45muchos años, cuando llegué al valle, ¿no era la mujer que ves ahora? Tenía un hermano, Tomás. Era
20:53bueno, noble, un hombre de palabra. Pero Evaristo Salcedo lo destruyó. Lo traicionó, lo dejó morir
21:03como un perro. Y oyura de vengarlo. Amadeo la escuchaba, paralizado. ¿Qué tiene eso que ver con
21:11los casillas? Isabel se volvió hacia él, sus ojos oscuros como el pozo del alma. —Toro.
21:20—Victoria me encontró en ese momento de ira. Me prometió justicia. Me prometió una nueva vida.
21:28Y a cambio, le di lo único que tenía. Mi lealtad. —¿Lealtad a Victoria? —repitió
21:35él, horrorizado. —Isabel, esa mujer es el demonio. —Lo sé, dijo ella con amargura. Pero
21:44cuando una mujer pierde a todos los que ama, hasta el demonio parece un salvador. Amadeo apretó los
21:52puños. —¿Qué hiciste, Isabel? —¿Ella bajó la mirada? —Oberetsi.
21:58—Participé en el plan contra Pedrito. Lo drogué con el vino la noche del accidente.
22:07—Victoria quería hacerlo pasar por un acto de rebelión para culpar a los criados y limpiar su
22:14nombre. Amadeo retrocedió, como si las palabras fueran golpes. —¡Dios santo!
22:20—Isabel se cubrió el rostro con las manos. —No pude detenerme. Cuando me di cuenta de lo que
22:29hacía, ya era tarde. —¿Y por qué me lo dices ahora? —preguntó él con voz temblorosa.
22:37Ella lo miró con lágrimas en los ojos. —¿Por qué no quiero morir con ese peso?
22:42—Amadeo la tomó por los hombros, desesperado. —¿No llegas de eso? —¿No morirás?
22:50—¿Iso habéis honrado, David? —Ya lo estoy haciendo, Amadeo.
22:56Un poco cada día, desde que ayudé a Victoria, él la abrazó. —Si te arrepientes, Dios puede
23:03perdonarte. —Dios ya me dio su castigo —dijo ella, soltándose. —Me condenó a seguir viva
23:11para ver el dolor que provoque. —Amadeo intentó responder, pero ella lo interrumpió de nuevo.
23:19—No llegas nada. —Escúchame bien. Si algo me pasa, hay cartas en el cajón del escritorio. Una
23:27es para Mercedes, otra para Rafael, y la última, para Pedrito. Él negó con la cabeza. —No digas
23:37tonterías. —Prométeme que las entregarás —insistió, con una mirada que no admitía réplica.
23:45Amadeo la observó en silencio, comprendiendo que no podía detenerla. —Lo prometo. Pero,
23:53por favor, Isabel, no hagas nada de lo que te arrepientas. Ella le acarició la mejilla.
23:59—Ya me ajepiento yo todo, Amadeo. En ese momento, un trueno sacudió la casa. Las velas temblaron y una
24:08lágrima cayó sobre el crucifijo que aún sostenía. Amadeo se volvió hacia la puerta. —Voy a buscar a
24:16Rafael. —No te muevas. Pero cuando salió, Isabel volvió a mirar el fuego. En sus ojos había una calma que
24:26solo los que deciden su destino pueden tener. Tomó un pedazo de papel limpio y escribió con trazo
24:33firme. —No puedo más. Luego cerró los ojos y se quedó escuchando el crepitar del fuego, como si ese
24:42sonido pudiera purificar su alma antes del amanecer. El amanecer llegó gris, húmedo, con una neblina que
24:49parecía flotar sobre la casa grande como un sudario. En el comedor, Isabel se movía despacio,
24:56preparando el desayuno como de costumbre, aunque sus gestos eran distintos. Más suaves,
25:02más silenciosos, como si saboreara cada movimiento por última vez. La casa aún dormía, pero en el fondo
25:10de su corazón ella ya se había despedido de todo. Pedrito fue el primero en bajar, frotándose los
25:17ojos, descalzo, con el cabello despeinado. —Buenos días —tía Isabel dijo con una sonrisa soñolienta.
25:26Ella se volvió y lo abrazó de inmediato, con tanta fuerza que el niño se sorprendió. —Buenos días,
25:33mi vida. Le acarició el rostro, tratando de retener su calor. —¿Has crecido tanto? —¿Por qué
25:42lloras? —preguntó él, con inocencia. Isabel se separó un poco, secándose las lágrimas. Porque
25:51cuando uno quiere mucho, a veces el corazón se le sale por los ojos. Pedrito sonrió, sin entender
25:58del todo. —¿Y vas a venir conmigo al río? Rafael dijo que me enseñará a pescar. Ella asintió con
26:06ternura. —Claro, amor. Pero prométeme que cuidarás a Rafael, sí, y a Adriana, y a Bárbara. El niño
26:17frunció el ceño. —¿Por qué lo dices así? —Porque ustedes son la esperanza de este valle —susurró
26:24ella. Y la esperanza siempre necesita cuidado. En ese momento, Bárbara apareció en el umbral,
26:32con el cabello recogido y expresión preocupada. —Tía Isabel, ¿no dormiste nada?
26:40—Isober sonrió, debilmente. —A veces el sueño no llega, pero la paz, sí.
26:46—Bárbara se acercó, confusa. Hablas raro, como si te despidieras. —¿Y si lo hiciera? —dijo
26:56Isabel, mirándola a los ojos. —¿Qué le dirías a alguien que se va para siempre?
27:02Bárbara tragó saliva, incómoda. —Le diría que no se vaya.
27:07—Isabel sonrió. —Entonces no me dirías nada nuevo. Adriana entró poco después,
27:16envuelta en un chalo oscuro. ¿Traía consigo una carta cerrada que Rafael le había entregado esa
27:22mañana? —¿Sabes algo de esto? —preguntó, mostrando el sello. Isabel la miró con serenidad.
27:29—Sí, es mía. —Pero no la abras todavía. —¿Por qué? —preguntó Adriana extrañada.
27:39—Porque aún no es el momento —dijo Isabel. —Cuando lo sea, lo sabrás.
27:45Bárbara y Adriana intercambiaron una mirada inquieta. Isabel volvió a sonreírles,
27:51como una madre que se despide de sus hijas. —¿No me miren así? —No estoy triste.
27:57—Solo cansada. —Adriana se acercó a ella. —¿Cansada de qué? —de luchar contra fantasmas —susurró.
28:07—Contra el pasado, contra el remordimiento. —Bárbara tomó su mano. —Tía, no digas eso.
28:16—No estás sola. —Isabel la miró con cariño. —Ya lo sé, mi niña. Por eso me voy tranquila.
28:26—En ese momento, Rafael entró apresurado, con gesto preocupado. —Isabel, ¿todo bien?
28:34Anoche Amadeo vino a buscarme. Decía que estabas mal. —Ella lo miró con ternura.
28:41—¿Siempre te preocupas demasiado? —Rafael frunció el ceño. —No me gusta cómo hablas.
28:49—Ni a mí —interrumpió Adriana. —Isabel, si estás planeando algo. —Estoy planeando un descanso —dijo
28:59ella suavemente. El silencio cayó como un velo. Bárbara apretó la mano de Adriana y Rafael dio un paso
29:07hacia Isabel. —No hagas nada de lo que no puedas regresar. Isabel lo miró fijamente. —No hay regreso
29:17para quien ya se fue por dentro. —Rafael. —Él intentó sujetarla, pero ella se apartó. —Cuida de todo,
29:26¿sí? —Y dile a Mercedes que no me odie. Rafael abrió la boca para responder, pero ella ya se había
29:34alejado, con paso firme, hacia el pasillo que conducía a la cocina. Bárbara quiso seguirla,
29:41pero Adriana la detuvo. —Déjala, dijo en voz vaya. —Hay algo en su mirada, algo que ya no pertenece a
29:49este mundo. A lo lejos, Isabel entró en la cocina, encendió la hornilla, vertió agua en la tetera y
29:58observó cómo el vapor se elevaba lentamente. Luego sacó un pequeño frasco de cristal de su
30:04bolsillo. Lo sostuvo a contraluz. El líquido incoloro brilló con un reflejo mortal. Eshora
30:12susurró, vertiendo el veneno en su taza. Mientras el agua hervía, una lágrima cayó en el fuego. El aroma
30:21del té llenó lentamente la cocina, mezclándose con el olor a pan recién horneado. Isabel vertió el
30:28líquido en una taza de porcelana blanca, la misma que usaba cada mañana, y la colocó con cuidado
30:35sobre la mesa. Su pulso temblaba apenas, pero su mirada permanecía serena. Sabía que, por primera
30:43vez en años, tenía el control de su destino. La puerta se entreabrió y Pepa apareció, con el cabello
30:51despeinado y las manos aún cubiertas de harina. Isabel, ¿qué haces levantada tan temprano? Pensé que
31:00dormirías un poco más. Ella sonrió con amabilidad. No podía. Había cosas que necesitaban hacerse. Pepa se
31:10acercó, frunciendo el seño. Te ves pálido. ¿Te duele algo? Isabel negó con un gesto. Nada que un poco
31:20de silencio no cure. Pepa se detuvo frente a la mesa, notando los papeles ordenados junto a la taza.
31:28¿Y eso? Cartas respondió a Isabel con voz suave. Palabras que ya no podré decir. Pepa palideció. ¿Qué
31:39quieres decir con eso? Isabel le tomó las manos. No te asustes, hermano. No hay culpa en lo que voy a
31:47hacer. Solo cansancio. Pepa empezó a temblor. No digas eso, por favor. No hagas tonterías. Isabel la
31:58miró con ternura. He cometido muchas tonterías en mi vida, pero esta no es una de ellas. Esta es mi última
32:08decisión. Intentó apartarse, pero Pepa la sujetó con fuerza. No, no puedes irte así. Dios te
32:17castigará. Ya me castigó, Pepa, dijo Isabel con una sonrisa triste. Me castigó, dejándome vivir lo
32:27suficiente para entender el daño que hice. Pepa comenzó a llorar. Por favor, Isabel, si necesitas
32:36perdón, pídeselo a Mercedes. Ella, ella ya tiene demasiadas culpas que cargar, interrumpió Isabel.
32:45No sumes la mía a su cruz. Dejó las cartas sobre la mesa. Cada una tenía un nombre escrito con pulso
32:53firme. Mercedes, Rafael, Adriana, Pedrito. Pepa las miró, comprendiendo que no había forma de detenerla.
33:03¿Y qué dirán cuando las lean? Preguntó entre sollozos. Dirán la verdad, respondió Isabel, que viví
33:12para servir a otros y morí para liberarme. Pepa cayó de rodillas. Por favor, no lo hagas. Isabel ayudó a
33:22levantarse con una dulzura. Cuida de ellos, Pepa. Cuida de Adriana y de Luisa cuando salga. Cuida de los
33:32niños y del valle, si puedes. Pepa la abrazó, llorando sin consuelo. Isabel la sostuvo unos segundos. Luego la
33:43apartó suavemente. Y apuesta. No quiero que me veas beberlo. No, Isabel. Pero Isabel ya había tomado
33:54la taza. La levantó despacio, cerró los ojos y murmuró. Por los que amé y por los que destruí. El líquido
34:03desapareció en tres sorbos. El silencio que siguió fue insoportable. Pepa la miró horrorizada.
34:12Isabel, Dios mío, intentó arrebatarle la taza, pero era tarde. Isabel la miró, respirando con
34:21dificultad. Dile a Rafael que hice lo correcto. Sus piernas se dieron y cayó al suelo. Pepa
34:30gritó, llamando auxilio. Los pasos de los criados resonaron en el pasillo y Rafael entró corriendo,
34:39con el rostro desencajado. ¿Qué pasó? rugió, arrodillándose junto a Isabel. Ella trató de hablar,
34:47pero la voz apenas era un susurro. No llores por mí. Ya tuve mi castigo. Rafael la sostuvo en brazos.
34:58Tráiganme, Editho. Rápido. Isabel lo miró con ternura infinita. No servirá de nada. Ya está hecho.
35:09¿Qué hiciste, Dios mío? preguntó él, desesperado. Lo que debía, respondió ella,
35:16con un hilo de voz. Liberar al valle de mí misma. Sus ojos comenzaron a nublarse. Rafael la apretó
35:25contra su pecho. Isabel, por favor, no me dejes así. A lo sonrió de bien manta. Rafael, dile a Adriana,
35:35que cuide de los niños. Que no cometan mis errores. Un último suspiro escapó de sus labios,
35:44y su cuerpo se relajó en los brazos de Rafael. Pepa sollozaba, cubriéndose el rostro. Rafael cerró los
35:53ojos de Isabel con manos temblorosas. Descansa, susurro. Que Dios te reciba,
36:00aunque llegues con las manos manchadas de verdad. La vela sobre la mesa titiló por última vez antes
36:07de apagarse. Y en el silencio que siguió, el valle pareció detener su respiración, como si también
36:15comprendiera que una de sus voces más oscuras acababa de desaparecer. Las campanas del mediodía
36:23resonaban con un tono grave cuando la noticia corrió por toda la casa grande. Isabel había muerto.
36:30Los criados se arrodillaban en los pasillos, algunos rezaban, otros lloraban en silencio. En
36:39la cocina, el olor a té aún flotaba en el aire, mezclado con el perfume marchito de las flores que
36:45Isabel había dejado sobre la mesa. Adriana llegó corriendo, pálida, con la carta que llevaba su nombre
36:53entre las manos. Rafael la esperó junto al cuerpo, cubierto con un paño blanco. Llegué tarde,
37:01susurró ella, temblando. Lo supe en cuanto vi a Pepa llorando. Rafael se levantó lentamente,
37:10con el rostro desencajado. Te dejó esto, dijo, entregándole una segunda carta, cerrada con cera.
37:17Adriana sostuvo ambas con manos temblorosas. ¿Qué decía antes de? ¿Sólo que había encontrado la paz?
37:27Respondió él con voz ronca. Pero la paz no puede nacer de la muerte. Ella lo miró con lágrimas en
37:35los ojos. ¿Qué vamos a hacer ahora? Rafael apartó la vista, enterrarla y después leer lo que escribió.
37:44El silencio pesó unos segundos. Entonces, Adriana abrió la carta. La caligrafía de Isabel era firme,
37:54sin titubeos, como si cada palabra hubiera sido meditada. Querida Adriana, si le esto ya estaré lo yo,
38:04no busques razones ni culpables. El mayor castigo de un alma es entender demasiado tarde el daño que hizo,
38:13yo participé en mentiras, en crímenes, que mancharon a este valle. Lo hice por odio, por miedo y por amor.
38:24Pero al final comprendí que no existe redención sin verdad.
38:28Cuidare du sted dix de donde esté. Y si alguna vez dudas, escucha el viento. Allí estará mi voz pidiendo perdón.
38:37Señor.
38:38Señor.
38:39Señor.
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