Cada paso que das, aunque parezca pequeño, es un testimonio de tu valentía. La vida no premia la perfección, premia la constancia. Tu progreso es más importante que tu perfección, porque el camino hacia tus metas está lleno de tropiezos que te fortalecen, no de logros inmaculados que te limitan. En un mundo donde muchos buscan lucir impecables, los verdaderos ganadores son los que se permiten aprender, caerse y levantarse una y otra vez. El crecimiento no se mide por la ausencia de errores, sino por la capacidad de avanzar incluso cuando las circunstancias parecen en tu contra.
Cuando te enfocas en progresar, descubres que el proceso tiene más valor que el resultado. Cada intento, cada ajuste, cada mejora silenciosa te acerca más a tu mejor versión. Tu progreso es más importante que tu perfección, porque la perfección es una ilusión que paraliza, mientras que el progreso es una verdad que libera. Aceptar que estás en camino te da poder; te permite disfrutar de la evolución sin castigarte por no haber llegado aún.
El progreso es movimiento, y el movimiento es vida. Nada crece sin cambio, nada florece sin disciplina. Tu progreso es más importante que tu perfección, porque los pasos imperfectos son los que crean el sendero del éxito. No necesitas hacerlo todo bien, solo necesitas seguir adelante. La mejora continua te convierte en alguien imparable, porque quien se enfoca en avanzar, aunque sea un milímetro al día, termina superando a quien espera el momento perfecto para comenzar.
La perfección busca aprobación; el progreso busca crecimiento. Cuando entiendes esa diferencia, dejas de compararte y empiezas a concentrarte en tu evolución. Tu progreso es más importante que tu perfección, porque nadie que haya alcanzado grandeza lo hizo sin fallar. Cada caída fue una lección, cada error un maestro. No temas tropezar; teme no intentarlo.
Sé la primera persona en añadir un comentario