Juan Carlos Ortiz Báez deja por un momento sus plantaciones de lechuga en Tireo Abajo, Constanza, y camina para conversar con Diario Libre. Antes de cruzar debajo del puente donde todavía corren algunas aguas del río, señala una parte de la finca en la que las marcas de una goma de camión todavía son visibles. “Allí mataron a mi hermano”, dice. Juan, el cuarto de cinco hermanos agricultores, recuerda cómo bajaba a bañarse en las aguas del Tireo junto con Francisco, el menor de la familia, cuando todo a su alrededor estaba rodeado de árboles y las aguas eran cristalinas. Ahora mete sus botas entre arenas resbaladizas que dibujan grietas sobre las débiles aguas, mientras rememora a su hermano, asesinado a los 39 años por oponerse a la extracción de arena del río, a pocos metros de su residencia. Si antes dormían con el sonido del agua, la familia Ortiz y sus vecinos se desvelaban con los ruidos de hasta 10 camiones que llegaban cada día a extraer arena. Francisco intentó detenerlos con sus tractores y denuncias a las autoridades, hasta que las tensiones escalaron.
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