Skip to playerSkip to main content
  • 2 weeks ago
‘Valle Salvaje’ CapíTulo 252: “¡Yo Maté A Pilara!”
Transcript
00:00Avance Valle Salvaje. Yo mate a Pilara. Capítulo 252. Jueves 11 de septiembre.
00:19Mercedes acusa a Victoria y logra la confesión más inesperada en Valle Salvaje. La nueva
00:24duquesa reconoce haber asesinado a su hermana Pilara mientras Adriana y Rafael siguen luchando
00:29por su amor. El aire en Valle Salvaje se había vuelto denso, casi irrespirable. Se pegaba
00:37a la piel como el sudor frío del miedo y se colaba por las rendijas de las ventanas y
00:41de las almas, llevando consigo el hedor de la traición y el perfume amargo del luto.
00:48El día anterior, el capítulo 251, no había sido un simple episodio en la vida de sus habitantes,
00:54había sido un cataclismo, una fractura en la ya frágil corteza de su realidad.
01:02Y ahora, en la mañana del jueves 11 de septiembre, las réplicas de aquel terremoto emocional amenazaban
01:08con derribar los cimientos que aún quedaban en pie.
01:10En la casa grande, el silencio era un miembro más de la familia, uno imponente y cruel.
01:21Se sentaba a la mesa con Adriana y Rafael, les acompañaba en sus paseos mudos por los
01:26pasillos y se acostaba entre ellos en la cama. Un abismo helado que la pérdida de su bebé había
01:31acabado. El dolor de Adriana no era solo un eco en su corazón. Era una presencia física,
01:38una garra que se le aferraba a las entrañas y le robaba el aliento. Rafael, a su lado,
01:46era una estatua de impotencia. Cada vez que miraba a la mujer que amaba, veía el reflejo de su propia
01:51alma rota. Quería ser su refugio, su fortaleza, pero él mismo era un campo de ruinas. La pena
02:00compartida, en lugar de unirles en un abrazo de consuelo, les había aislado en dos islas de
02:05sufrimiento inexpresable. Mientras tanto, en la mansión de los duques, la sospecha era el veneno
02:13que se servía en las copas de cristal. Victoria y José Luis, la nueva pareja ducal, sentían el
02:21aliento de Mercedes, la duquesa viuda, en la nuca. No era una simple paranoia. Era la certeza,
02:29afilada como un cuchillo, de que la mujer a la que habían despojado de su título y su hogar no
02:35descansaría hasta verles caer. Las acusaciones de Mercedes el día anterior, que Victoria había
02:43intentado asesinarla, que ambos eran responsables de la muerte de Pilara, resonaban en las paredes
02:49como el preludio de una guerra total. Eran palabras que, una vez pronunciadas, no podían ser retiradas.
02:58Eran la declaración de un odio que sólo podía culminar en la aniquilación o la rendición.
03:04Y en esa atmósfera cargada, el nuevo día comenzaba a desgranar sus horas, cada una preñada de una
03:10tensión insoportable, cada minuto acercando a los habitantes de Valle Salvaje a una revelación
03:15que lo cambiaría todo para siempre. Una confesión que aguardaba, agazapada en la
03:22oscuridad, lista para saltar y desgarrar la última apariencia de normalidad.
03:28Capítulo 1. La sombra del recuerdo. El sol de la mañana se filtraba con timidez por los
03:34ventanales del salón principal de la Casa Grande. Sus rayos dibujaban largas franjas de luz sobre las
03:42baldosas desgastadas, iluminando motas de polvo que danzaban en el aire como fantasmas de un tiempo
03:47más feliz. Adriana estaba sentada en un viejo sillón de orejas, con una taza de té intacta
03:54enfriándose en sus manos. Su mirada estaba perdida en un punto indefinido del jardín, pero no veía las
04:02rosas tardías ni el vuelo de los pájaros. Veía la cuna vacía que nunca llegó a ocupar. Veía los patucos
04:10que había tejido con una ilusión que ahora le parecía una burla cruel del destino.
04:16Rafael entró en el salón sin hacer ruido, como si temiera que el sonido de sus pasos pudiera romper
04:21el frágil equilibrio de su esposa. La observó durante un instante, y el corazón se le encogió
04:28en un nudo doloroso. Adriana parecía una figura de porcelana, hermosa y a punto de quebrarse.
04:34Se acercó y se arrodilló a su lado, posando una mano sobre las de ella, que estaban frías como el
04:42mármol. Adriana, amor mío, no has probado el té. Ella parpadeó, como despertando de un largo sueño.
04:54Sus ojos, antes dos pozos de luz, ahora estaban velados por una tristeza infinita.
04:59No tengo hambre, Rafael. Ni sed, no tengo nada. No digas eso. Susurró él, y su voz se quebró.
05:11Nos tenemos el uno al otro. Adriana giró lentamente la cabeza y le miró. En sus ojos había un amor
05:17profundo, pero también un agotamiento que le asustó. ¿Y de qué nos sirve? ¿De qué sirve este amor si está
05:25rodeado de odio? ¿De amenazas? ¿De muerte? Cada vez que respiramos, parece que inhalamos el veneno
05:31de este valle. Perdimos a nuestro hijo, Rafael. Y yo, yo siento que nos estamos perdiendo a nosotros
05:39mismos. Él apretó su mano, buscando las palabras que pudieran sanar, que pudieran construir un puente
05:47sobre el abismo que se abría entre ellos. Pero las palabras se le antojaban inútiles, vacías. Fue
05:55ella quien rompió el silencio de nuevo, con una voz apenas audible, cargada de una resignación que le
06:01geló la sangre a Rafael. He estado pensando, en la oferta de tu padre, Rafael Setenso. El mero nombre
06:09de José Luis era como una espina clavada en su costado. No, no vamos a hablar de eso, quizás,
06:17quizás es la única salida. Continuó ella, ignorando su negativa. Aceptar su trato, las tierras, darle lo
06:27que quiere para que nos deje en paz, para que podamos irnos de aquí, empezar de nuevo en otro
06:31lugar donde nadie nos conozca, donde no haya ducados, ni herencias, ni sangre derramada.
06:40Rafael se puso en pie de un salto, la impotencia transformándose en una rabia sorda.
06:47No, es que no lo entiendes, Adriana. Mi padre no conoce la paz. Su paz es el control absoluto.
06:53Su trato no es una rama de olivo, es una cadena. Si cedemos ahora, nos tendrá a su merced para
07:01siempre. Te utilizará a ti para controlarme a mí, utilizará las tierras para ahogarnos lentamente.
07:10Es una trampa. ¿Y qué es esto, Rafael? Replicó ella, y por primera vez su voz se alzó,
07:17vibrante de dolor y desesperación.
07:18¿Qué es esta vida que llevamos? Esto no es libertad, es una condena. Vivimos mirando
07:26por encima del hombro, esperando el próximo golpe.
07:31Úrsula me odia, tu padre nos manipula, Victoria, Dios, Victoria nos desprecia, y Mercedes ahora
07:38nos acusa de asesinato. ¿Hasta cuándo vamos a poder resistir? ¿Hasta que uno de los dos
07:44acabe muerto? Sus palabras le golpearon con la fuerza de una bofetada. Porque en el fondo
07:51de su corazón, él sabía que tenía razón. El amor que sentían, que debería ser su
07:56mayor fortaleza, se había convertido en su mayor vulnerabilidad.
08:02Era el punto débil que todos sus enemigos conocían y no dudaban en atacar.
08:06Mi padre no es de fiar, dijo con más calma, intentando razonar.
08:13No podemos creer en su palabra. No confío en él, admitió Adriana, bajando la mirada
08:19de nuevo hacia sus manos. Confío en nosotros. Confío en que, si conseguimos un respiro, un
08:27solo momento de calma, podremos encontrar la manera de ser más fuertes que él.
08:31Pero no podemos luchar en todos los frentes a la vez, Rafael. Esta guerra nos está desangrando
08:38por dentro. Él volvió a arrodillarse, tomando su rostro entre sus manos, obligándola a mirarle.
08:49Escúchame, encontraremos una salida, te lo juro, pero no será arrodillándonos ante él.
08:54No le daré la satisfacción de vernos vencidos. Lucharemos, por nosotros, por la memoria de
09:01nuestro hijo. Adriana cerró los ojos y una lágrima solitaria se deslizó por su mejilla.
09:09Era una lágrima de amor, pero también de un miedo atroz. Porque sabía que la lucha que
09:15Rafael prometía solo traería más dolor. Y no sabía cuántas más heridas podría soportar
09:20su corazón antes de hacerse añicos para siempre. Capítulo 2. El veneno de la duda.
09:28En la mansión ducal, el desayuno se sirvió en un silencio tenso. Victoria, vestida con
09:36un impecable traje de mañana, movía su cuchara en la taza de café con una calma estudiada.
09:41José Luis, frente a ella, apenas había probado bocado. La imagen de Mercedes, el día anterior,
09:50acusándoles con la voz rota por la rabia, no se le iba de la cabeza.
09:56Sabía que la duquesa viuda no era una mujer que ladrara sin morder. Si había hecho aquellas
10:01acusaciones en público, era porque tenía un plan. Un golpe, como él mismo había sospechado.
10:08Tenemos que actuar. Dijo José Luis, rompiendo la quietud.
10:15Mercedes no se va a quedar de brazos cruzados. Nos ha puesto en el punto de mira de todo el valle.
10:22Victoria levantó la vista de su taza, sus ojos fríos como el hielo. Mercedes es una vieja desesperada.
10:31Lanza acusaciones sin fundamento para desestabilizarnos. No debemos darle el
10:35placer de ver que lo ha conseguido. No subestime su desesperación, Victoria. Una persona sin nada
10:43que perder es la más peligrosa de todas. Y sus palabras sobre Pilara. Victoria dejó la
10:50cuchara sobre el plato con un golpe seco. ¿Acaso dudas de mí, José Luis? ¿Crees que yo tuve algo
10:57que ver con eso? Su tono era desafiante. Pero José Luis, que empezaba a conocer los matices de su
11:04esposa, detectó una nota casi imperceptible de... ¿Alarma? No dudo de ti. Dudo de lo que Mercedes
11:12es capaz de inventar. Necesitamos saber cuál es su próximo movimiento. Necesitamos anticiparnos.
11:19Antes de que Victoria pudiera responder, un sirviente anunció una visita. Era Mercedes. Los
11:27dos se miraron, sorprendidos. La guerra había llegado a su puerta. Mercedes entró en el salón con la
11:35cabeza alta, vestida de un luto riguroso que acentuaba la palidez de su rostro y la dureza de
11:40su expresión. No parecía una víctima, sino una ejecutora. No he venido a tomar el té. Dijo,
11:48su voz cortante. He venido a hablar con José Luis. A solas. Victoria arqueó una ceja. Lo que
11:57tengas que decirle a mi marido, puedes decírmelo a mí. No, insistió Mercedes, clavando sus ojos en
12:05José Luis. Esto es algo que debe escuchar de mis labios. Sin la influencia de su esposa, José Luis
12:13sintió un escalofrío. Había algo en la determinación de Mercedes que le inquietaba profundamente.
12:18Miró a Victoria, que le devolvió una mirada de advertencia, pero la curiosidad, y una incipiente
12:25semilla de duda, fueron más fuertes. Está bien, Victoria, déjanos solos. Victoria le
12:34fulminó con la mirada, pero obedeció. Salió del salón con un portazo que retumbó en toda la casa,
12:41una clara señal de su furia. Una vez a solas, Mercedes se sentó frente a José Luis. Se tomó
12:49su tiempo, observándole, calibrando su estado de ánimo.
12:53Sé que no me crees. Empezó, sé que piensas que soy una mujer despechada y enloquecida
13:01por el dolor. Y quizás tengas razón en parte, pero la locura a veces nos permite ver la verdad
13:08con una claridad aterradora. ¿A qué verdad te refieres, Mercedes? Ella se inclinó hacia
13:16adelante, su voz bajando a un susurro conspirador. A la verdad sobre la mujer con la que duermes
13:23cada noche. A la verdad sobre Victoria. José Luis apretó los puños. Ten cuidado con lo
13:31que dices. Oh, lo tengo. Sonrió Mercedes sin alegría. He tenido mucho cuidado desde aquella
13:39noche, la noche en que intentó matarme. La declaración cayó en el silencio del salón
13:45con el peso de una losa. José Luis la miró, incrédulo. Eso es. Eso es una locura. Victoria
13:53no haría algo así. No, Mercedes se subió lentamente el cuello de su vestido, dejando
14:00al descubierto una serie de marcas violáceas en su piel, apenas visibles pero inconfundibles.
14:08¿Y esto te parece una locura? José Luis contuvo el aliento. Eran las marcas de unos dedos.
14:16Unos dedos que habían apretado con una fuerza asesina. Se levantó y se acercó, sin atreverse
14:21a tocar, solo mirando con un horror creciente.
14:26Cuéntamelo, dijo, su voz ronca, y Mercedes se lo contó. No como un resumen, sino como una
14:33pesadilla revivida. Le describió la oscuridad de su habitación, el silencio de la casa, la
14:40sensación de una presencia junto a su cama. El momento en que despertó y vio el rostro
14:47de Victoria, desfigurado por el odio, a centímetros del suyo. Describió el peso de su cuerpo sobre
14:55ella, la presión de sus manos en su garganta, la lucha desesperada por el aire.
15:02No gritaba, susurró Mercedes, y el recuerdo hizo que sus ojos se llenaran de un terror genuino.
15:10No decía nada, solo apretaba, y en sus ojos, en sus ojos no había ira, José Luis.
15:15Había, placer, el placer de verme morir. Le contó cómo había logrado clavarle las uñas en el brazo,
15:24cómo el dolor momentáneo había hecho que Victoria aflojara la presión lo suficiente para que ella
15:29pudiera gritar. ¿Y cómo había desaparecido en las sombras tan rápido como había aparecido? ¿Por
15:36qué no lo denunciaste? ¿Por qué no se lo dijiste a nadie? Preguntó José Luis, sintiendo cómo el suelo
15:43se abría bajo sus pies. ¿Y quién me habría creído? Replicó Mercedes con amargura, la duquesa viuda,
15:51trastornada, que acusa a la nueva y joven duquesa. Me habrían encerrado en un sanatorio. No,
15:59sabía que tenía que esperar. Sabía que una mujer capaz de hacer algo así no se detendría.
16:06Sabía que su verdadera naturaleza saldría a la luz. Se levantó y se acercó a él, su voz apenas un
16:12siseo. La misma noche que me atacó, me di cuenta si fue capaz de intentar estrangularme por un título
16:20y una casa. ¿Qué no habría sido capaz de hacerle a su propia hermana, Pilara, que lo tenía todo? Que
16:28tenía el ducado, el respeto, el amor de la gente. Todo lo que Victoria siempre ansió y nunca tuvo. Las
16:37palabras de Mercedes eran veneno puro, destilado con la precisión de un químico experto.
16:45Se estaban infiltrando en la mente de José Luis, corroyendo la imagen que tenía de su esposa,
16:50sembrando una duda monstruosa. Miró de nuevo las marcas en el cuello de Mercedes, y luego miró hacia
16:58la puerta por donde había salido Victoria. Y por primera vez, sintió miedo. Un miedo profundo y
17:05visceral hacia la mujer con la que compartía su vida. Capítulo 3. El arte de la persuasión.
17:14Victoria esperaba en su boudoir, paseando de un lado a otro como una leona enjaulada.
17:21Sabía perfectamente lo que Mercedes le estaba contando a su marido. La vieja bruja estaba
17:26escenificando su pequeño drama, mostrándole sus supuestas heridas, plantando la semilla de la
17:31sospecha. Y lo peor era que José Luis era un terreno fértil para esa semilla. Últimamente,
17:39le notaba distante, inquisitivo. Necesitaba un aliado, un contrapeso, y el único peón lo
17:46suficientemente importante y, a la vez, vulnerable, era Rafael. No perdió el tiempo, salió de la mansión
17:55y se dirigió a la casa grande. No para ver a Adriana, a quien despreciaba con cada fibra de
18:00su ser, sino para hablar con su hijastro. Lo encontró en los establos, cepillando a su caballo
18:08con una fuerza contenida que delataba su estado de agitación. Rafael, necesitamos hablar. Él ni
18:16siquiera se giró. No tengo nada que hablar contigo, Victoria. Esto no es sobre mí, es sobre Adriana,
18:24y sobre la oportunidad de que por fin podáis vivir en paz. Eso captó su atención. Se volvió
18:32lentamente, sus ojos llenos de una desconfianza que era casi un insulto. ¿Tú hablando de paz? Es la
18:40primera vez que te oigo usar esa palabra. Victoria esbozó una sonrisa conciliadora, una máscara
18:47cuidadosamente elaborada para ocultar su desdén. Sé que no tienes el mejor de los conceptos sobre mí,
18:54y quizás me lo he ganado. Pero tu padre y yo estamos cansados de esta guerra. Solo trae dolor y
19:01sufrimiento para todos. Mi padre no se cansa de la guerra. Se alimenta de ella, replicó él, tajante.
19:08Te equivocas, insistió Victoria, acercándose. Tu padre te quiere, a su manera, y le duele ver el
19:17sufrimiento de Adriana. Por eso os hizo esa oferta sobre las tierras. No es una trampa,
19:24Rafael. Es un intento genuino de firmar una tregua. Una oportunidad para que toméis las riendas
19:31de vuestro futuro, sin deudas, sin ataduras. Para que podáis iros de valles salvajes si eso es lo
19:39que deseáis. Rafael la estudió en silencio. Cada palabra que salía de su boca sonaba falsa,
19:48ensayada. ¿Y qué ganas tú con todo esto, Victoria? Nunca haces nada si no hay un beneficio para ti.
19:54Gano tranquilidad. Dijo ella, con una sinceridad fingida que era una obra de arte. Gano que mi
20:04marido deje de atormentarse por la brecha que hay entre vosotros. Gano la posibilidad de vivir en este
20:09valle sin sentir que estamos en un campo de batalla. ¿Es eso tan difícil de creer? Sí, lo es. Victoria
20:18suspiró, interpretando el papel de la madrastra incomprendida. Escucha, Rafael. Adriana está
20:26destrozada. Lo veo en sus ojos cada vez que me cruzo con ella. Esta lucha la está consumiendo. Aceptar
20:34el trato de tu padre no es una derrota, es un acto de amor hacia ella. Es darle el respiro que necesita
20:42desesperadamente. Ella lo sabe. Sé que en el fondo de su corazón, sabe que es la única salida.
20:49Pero no se atreverá a decírtelo si cree que te está traicionando. Estaba jugando su mejor carta.
20:57La devoción de Rafael por Adriana. Convéncela tú. Continuó, su voz suave y persuasiva.
21:04Hazle ver que no es una rendición. Es una estrategia para sobrevivir. Para que vuestro
21:11amor pueda florecer lejos de toda esta podredumbre. Hazlo por ella, Rafael. Si de verdad la quieres,
21:18ayúdala a elegir la paz. Se quedó mirándole, esperando que sus palabras calaran.
21:26Sabía que no le había convencido de su bondad, pero quizás sí le había hecho dudar sobre su propio
21:31curso de acción. Quizás, solo quizás, había logrado que viera la obstinación no como una
21:39fortaleza, sino como una forma de crueldad hacia la mujer que amaba. Rafael no respondió. Se volvió
21:47de nuevo hacia su caballo y reanudó el cepillado con movimientos lentos y mecánicos. Victoria entendió
21:54que la conversación había terminado. Se dio la vuelta y se marchó, satisfecha. No necesitaba su
22:01amistad, ni su confianza. Solo necesitaba haber plantado una idea en su cabeza. La idea de que,
22:08para salvar a Adriana, quizás tuviera que traicionar sus propios principios y aceptar el pacto con el
22:13diablo. Con su padre. Capítulo 4. Memorias mortales y amenazas veladas. La tensión en Valle Salvaje no se
22:24limitaba a las grandes casas. Se filtraba por las calles del pueblo, se respiraba en la taberna y en
22:31venenaba viejas amistades. Martín y Francisco, amigos desde la infancia, apenas se dirigían la
22:38palabra. La causa de su distanciamiento tenía nombre de mujer, Pepa. Ambos se sentían atraídos
22:46por ella, y la rivalidad latente había comenzado a erosionar los cimientos de su hermandad. Se encontraron
22:54a la puerta de la herrería, y el aire se cortó. Francisco, saludó Martín, con una formalidad que
23:01no era propia de ellos. Martín, respondió el otro, secándose el sudor de la frente con el dorso de la
23:09mano. Se hizo un silencio incómodo, lleno de todo lo que no se atrevían a decir. Esto es estúpido,
23:18dijo finalmente Martín. No podemos dejar que esto acabe con nuestra amistad. Nuestra amistad
23:26ya está acabada, replicó Francisco con una dureza sorprendente. En el momento en que los dos decidimos
23:34que queríamos lo mismo, se acabó. Uno de los dos saldrá perdiendo. Y yo no pienso ser ese. Las
23:42palabras de Francisco resonaron con un eco de finalidad. Ambos lo sabían. El camino que habían
23:49emprendido para ganarse el corazón de Pepa era un camino solitario. Acercarse a ella significaba,
23:57inevitablemente, alejarse el uno del otro. Se miraron una última vez, no como amigos, sino como
24:04rivales, y cada uno siguió su camino, dejando atrás años de camaradería convertidos en cenizas.
24:12Mientras tanto, otra tormenta se gestaba en la casa grande. Úrsula, la madre de Rafael,
24:18había llegado con el pretexto de ver a su hijo, pero su verdadero objetivo era Adriana.
24:25La culpaba. En su mente retorcida, Adriana era la bruja que le había robado el cariño y la
24:30lealtad de su único hijo. La encontró sola, en el jardín, intentando encontrar un atisbo de paz
24:38entre las flores. Así que aquí estás, dijo Úrsula, su voz un goteo de veneno. Disfrutando de la casa,
24:48del nombre, de mi hijo. Adriana se volvió, sobresaltada. La presencia de Úrsula siempre era
24:55un presagio de problemas. Úrsula, por favor, no estoy de humor para... ¿Para qué? ¿Para escuchar
25:02la verdad? La interrumpió, acercándose a ella con pasos lentos y amenazantes. Desde que llegaste a
25:10este valle, solo has traído desgracia. Has puesto a mi hijo en mi contra. Le has llenado la cabeza de
25:17pájaros y le has enfrentado a su propio padre. Le has debilitado. Yo no he hecho nada de eso. Se
25:25defendió Adriana, su voz temblando. Yo solo le quiero. Tú no sabes lo que es el amor. Escupió Úrsula,
25:34su rostro contraído por el odio. Lo tuyo es posesión, ambición, pero te lo advierto, niña. Rafael es mi
25:43hijo. Sangre de mi sangre. Y haré lo que sea necesario para protegerle de ti. Aléjate de él.
25:50Convéncele para que vuelva a casa, con su familia, donde debe estar. O te juro por lo más sagrado que
25:58haré de tu vida un infierno peor del que ya estás viviendo. La amenaza quedó flotando en el aire,
26:04cruda y aterradora. Úrsula la miró con un desprecio infinito antes de darse la vuelta y
26:09marcharse, dejando a Adriana temblando, no de miedo, sino de una profunda y desoladora tristeza.
26:17No había refugio para ella. Estaba rodeada. En otra parte del pueblo, un recuerdo peligroso
26:23luchaba por salir a la superficie. Francisco, el capataz, estaba supervisando la descarga de
26:31unas provisiones en la tienda de Isabel. Ana, la joven sirvienta de la casa grande,
26:37estaba allí comprando algunas cosas. Al verla servir un poco de agua de un cántaro,
26:43algo en el gesto, en la luz, en el tintineo del vaso, provocó un cortocircuito en su memoria.
26:51De repente, ya no estaba en la tienda. Estaba en el jardín de la casa grande, hacía meses.
26:58Era la tarde en que murió Julio, el antiguo patriarca. El sol caía a plomo, el aire era pesado.
27:04Y él lo vio. Lo recordaba ahora con una claridad que le geló la sangre. Recordaba a Ana, mucho más
27:12joven y asustada, llevando una bandeja con la merienda hacia donde estaba sentado don Julio.
27:19Y recordaba la figura de Úrsula, observando desde la sombra del porche,
27:24haciéndole un gesto imperceptible a la chica para que se diera prisa.
27:27Fue Ana quien sirvió la merienda la tarde en que murió Julio. Y lo hizo por orden de Úrsula.
27:36Francisco sintió un sudor frío recorrerle la espalda. Durante meses, la muerte de Julio se
27:42había atribuido a un ataque al corazón, a su avanzada edad. Pero siempre hubo susurros, dudas.
27:49¿Y si no fue natural? ¿Y si Úrsula, ansiosa por el control que ejercería a través de su dócil esposo
27:55José Luis, había acelerado el final del patriarca? El recuerdo era una brasa ardiente en su mente.
28:03¿Qué debía hacer? ¿Correr a contárselo a Isabel, la hija de Julio? ¿Podría desatar el infierno?
28:09Úrsula era peligrosa, y Ana era solo una chiquilla aterrorizada. Pero callar, callar le convertiría en
28:17cómplice de un secreto que olía a muerte. Miró a Ana, que le sonrió tímidamente sin saber que él
28:25acababa de desenterrar un fantasma que podría destruirlas a ambas. Capítulo 5. La inocencia
28:33y el dolor. La tarde avanzaba, y con ella, el tormento de Adriana. Las palabras de Rafael por
28:41la mañana, prometiendo lucha, y las amenazas de Úrsula por la tarde, prometiendo destrucción,
28:48habían formado un nudo de angustia en su estómago. De repente, un dolor agudo, como una cuchillada,
28:55la dobló en dos. Se llevó las manos al vientre, ahogando un gemido. No era un dolor físico,
29:04o no solo eso. Era el dolor del alma manifestándose en el cuerpo, el eco de la vida que había perdido,
29:10un recordatorio cruel de su vacío. Se dejó caer en una silla del porche, respirando con dificultad,
29:18con lágrimas de pura extenuación y sufrimiento rodando por sus mejillas. Fue entonces cuando
29:25apareció Pedrito, el pequeño huérfano que vivía en la casa, corriendo tras una pelota. Al ver a Adriana
29:33en ese estado, se detuvo en seco. Su sonrisa infantil se desvaneció, reemplazada por una
29:39expresión de genuina preocupación. Dejó caer la pelota y se acercó a ella con pasitos tímidos.
29:47¿Estás bien, Adriana? Ella intentó sonreír, pero solo consiguió una mueca de dolor. Sí,
29:55pequeño. Solo, solo estoy un poco cansada. Pero Pedrito era un niño, y los niños a menudo ven
30:03la verdad con más claridad que los adultos. Vio las lágrimas y el dolor en su rostro. Sin decir
30:10nada, le tomó la mano. Su pequeña manita, cálida y suave, fue como un ancla en medio de la tempestad
30:17de Adriana. ¿Te duele la barriga? Afirmó él, no como una pregunta, sino como un hecho. Como
30:25cuando yo como demasiadas moras. Adriana soltó una risita ahogada. Sí, algo así. El niño se sentó
30:35en el suelo a sus pies, mirándola con sus grandes ojos serios. Es porque estás triste. Mi abuela decía
30:42que la tristeza se come a la gente por dentro si la dejas. Tu abuela era muy sabia. Susurró
30:49Adriana, acariciándole el pelo. Se quedaron en silencio un momento, la mujer rota y el
30:56niño inocente, compartiendo una extraña conexión. Rafael también está triste. Dijo Pedrito de
31:04repente. Le he visto mirando al río. No pesca, solo mira, y tiene la misma cara que tú. Adriana
31:12cerró los ojos. La imagen de Rafael, solo y abatido, le partió el corazón aún más.
31:20Lo sé, Pedrito. El niño frunció el ceño, pensando con la lógica aplastante de la infancia.
31:28Cuando la gente se quiere, se casa. Dijo, como si hubiera encontrado la solución a todos los
31:34problemas del mundo. Para estar juntos siempre y para que nadie les pueda hacer daño. ¿Por qué no te
31:41casas con Rafael? La pregunta, tan simple y tan profunda, desarmó a Adriana. En medio de las
31:49estrategias, las tierras, las herencias y las guerras, se le había olvidado lo esencial.
31:57Casarse con Rafael, no como una formalidad, sino como una declaración. Un acto de desafío.
32:03Unir sus vidas ante todos, para bien o para mal, para proteger su amor convirtiéndolo en una fortaleza
32:10inexpugnable. Si te casas con él, continuó el niño, convencido de su razonamiento. Entonces la
32:19señora Úrsula ya no podrá decir que le robaste a su hijo, porque será tu marido. Y el señor José
32:26Luis tendrá que respetarte, porque serás de la familia. Y seréis felices. Y ya no os dolerá la
32:33barriga. Adriana le miró, y por primera vez en muchos días, una sonrisa genuina, aunque teñida
32:39de melancolía, iluminó su rostro. Abrazó al pequeño con fuerza, agradecida por esa chispa de luz en medio
32:48de tanta oscuridad. La sugerencia de Pedrito no era una solución mágica, lo sabía. Pero era un
32:56recordatorio. Un recordatorio de por qué luchaba. Por el amor. Y quizás, solo quizás, el niño tenía
33:05razón. Quizás el siguiente paso no era huir ni rendirse, sino afianzarse. Unir sus destinos de una
33:13manera que nadie pudiera romper. Capítulo 6. Yo maté a Pilara. La noche cayó sobre valle salvaje como
33:21un sudario. En la mansión ducal, la cena fue incluso más tensa que el desayuno. José Luis apenas había
33:30hablado desde su encuentro con Mercedes. Sus palabras, las imágenes de las marcas en su cuello, la historia
33:37del intento de estrangulamiento. Todo había estado dando vueltas en su cabeza durante todo el día, una
33:45y otra vez, como un carrusel macabro. Miraba a Victoria, sentada frente a él, tan bella, tan serena,
33:54tan dueña de sí misma, y se preguntaba qué se escondía detrás de esa fachada perfecta.
34:01Victoria notaba su escrutinio. Sentía su desconfianza como un frío que le recorría la espalda.
34:08Sabía que Mercedes había hecho bien su trabajo, pero decidió no decir nada, no forzar la confrontación.
34:16Esperaría a que él diera el primer paso. Cuando los sirvientes se retiraron, el silencio en el
34:22inmenso comedor se hizo ensordecedor. Solo se oía el tic-tac de un reloj de pie en el rincón,
34:29marcando los segundos hacia un destino inevitable. José Luis dejó la copa de vino sobre la mesa. El
34:37sonido pareció una explosión. He hablado con Rafael. Dijo Victoria, intentando desviar la
34:43conversación hacia un terreno más seguro. Creo que le he hecho entrar en razón sobre las tierras.
34:50Sobre Adriana, José Luis no pareció escucharla. Su mirada estaba fija en ella, una mirada que
34:58Victoria no había visto nunca. No era de amor, ni de pasión.
35:02Era una mirada de un hombre que mira a una extraña, a una posible enemiga. Mercedes ha
35:09venido a verme esta mañana. Dijo él, su voz plana, desprovista de emoción.
35:14El corazón de Victoria dio un vuelco, pero su rostro permaneció impasible. Me lo imagino.
35:25¿Qué sarta de mentiras te ha contado esa arpía? Me ha enseñado unas marcas en su cuello.
35:32Victoria apretó la mandíbula. Pudo haberse las hecho ella misma. O con un amante. Esa mujer es
35:38capaz de cualquier cosa para hacerme daño. Dijo que intentaste estrangular L.A. mientras
35:44dormía. Continuó José Luis, ignorando su defensa, sus palabras cayendo como piedras.
35:52Una risa seca y amarga escapó de los labios de Victoria. ¿Y tú la crees? ¿Crees a esa mujer
35:58desequilibrada antes que a tu propia esposa? ¿De verdad, José Luis?
36:02Él se levantó y comenzó a caminar por el comedor, sus manos en la espalda, su mente un torbellino de
36:10confusión y miedo. Las palabras de Mercedes por un lado, la negación de Victoria por otro. Pero la
36:18duda, una vez plantada, era una mala hierba imposible de arrancar. Se había enraizado en su
36:25alma y estaba creciendo, ahogando todo lo demás. Se detuvo frente a la chimenea, de espaldas a ella.
36:34El fuego crepitaba, arrojando sombras danzantes que convertían la habitación en un escenario de
36:39fantasmas. Ella, ella cree que si fuiste capaz de hacerle eso a ella. Se interrumpió, como si le
36:47costara formular la pregunta. Como si temiera la respuesta más que a la propia muerte. El recuerdo
36:54de Pilara, la hermana de Victoria, la anterior duquesa, muerta tan repentinamente. Siempre había
37:03habido algo extraño en aquella muerte. Algo que no encajaba. Pero lo había apartado, lo había enterrado
37:09bajo la conveniencia y la ambición. Ahora, ese recuerdo volvía con la fuerza de un espectro vengativo.
37:16Se giró lentamente, y sus ojos se clavaron en los de Victoria. La pregunta flotó entre ellos, cargada
37:24con el peso de años de secretos, celos y resentimiento. Victoria, su voz era un susurro ronco, el sonido
37:33de un hombre al borde del precipicio. Contéstame con la verdad. Por lo que más quieras, dime
37:40la verdad. ¿Tuviste algo que ver con la muerte de Pilara? El tiempo se detuvo. El tic-tac del
37:47reloj enmudeció. El crepitar del fuego se ahogó. Todo el universo de Valle Salvaje pareció contener la
37:55respiración, esperando la respuesta. Victoria le sostuvo la mirada. En ese instante, una miríada
38:03de pensamientos cruzó su mente. Podía mentir, podía negarlo todo, podía llorar, gritar, acusarle de
38:11traición por dudar de ella. Podía interpretar el mayor papel de su vida y, probablemente, él la
38:19creería. O al menos, elegiría creerla, porque la alternativa era demasiado monstruosa para
38:25contemplarla. Pero estaba cansada, cansada de fingir, cansada de ocultar la oscuridad que anidaba en su
38:33interior. Cansada de ser la segunda, la sombra, la usurpadora, miró a José Luis, el hombre que le
38:42había dado un título pero no el respeto que ansiaba, el hombre que ahora se atrevía a dudar
38:47de ella. Y en un arrebato de orgullo, de desafío, de una extraña y liberadora sinceridad, decidió
38:55arrojar la verdad como una bomba. Una leve sonrisa, fría y desprovista de cualquier calidez, se dibujó
39:03en sus labios. No apartó la mirada. Sus ojos brillaron con una luz extraña, una mezcla de triunfo y locura.
39:15El silencio se estiró durante una eternidad. Y entonces, habló. Su voz no fue un susurro culpable,
39:21ni un grito desesperado. Fue una declaración, serena, firme, aterradora. Sí, la palabra, una sola sílaba,
39:33golpeó a José Luis con la fuerza de un ariete. Retrocedió un paso, como si le hubieran golpeado
39:40físicamente. Sus labios se separaron, pero no emitió ningún sonido. Victoria se levantó de su silla,
39:48con la elegancia de una reina subiendo al trono. Se acercó a él, rodeando la mesa, cada paso resonando
39:55en el silencio sepulcral. Se detuvo apenas un palmo de su marido, cuyo rostro era una máscara
40:02de incredulidad y horror. Inclinó la cabeza, como si compartiera un secreto íntimo, y sus siguientes
40:09palabras fueron el golpe de gracia, la confirmación que destrozaría su mundo para siempre.
40:14Fui yo. Lo miró directamente a los ojos, sin un atisbo de arrepentimiento, sin una sombra de culpa.
40:26Solo la fría y dura roca de su verdad, yo maté a Pilara.
40:29¡Gracias!
40:30¡Gracias!
Be the first to comment
Add your comment

Recommended