La Bahía de Portmán es un ejemplo extremo de abandono ambiental y político. Entre 1957 y 1990, la multinacional francesa Peñarroya vertió más de 60 millones de toneladas de residuos mineros, contaminando las aguas de uno de los cuatro portus magnus de la Hispania romana y sepultando la bahía: la línea de costa retrocedió más de 550 metros y los efectos del desastre se prolongaron 12 kilómetros mar adentro. Greenpeace calificó el hecho como «el mayor atentado ecológico en la historia del Mediterráneo».
Tras décadas de intentos fallidos de regeneración, este año el Gobierno ha decidido abandonar definitivamente la recuperación del área. El 9 de mayo, el Ejecutivo anunció que, tras varios estudios, renunciaba al proyecto inicial de extracción de los elementos tóxicos y optaba por sellar los residuos en la propia bahía. La decisión provocó la indignación de colectivos vecinales y ecologistas, y reavivó el enfrentamiento político entre PP y PSOE. Este choque se escenificó en el Senado el 20 de mayo, cuando el senador popular Francisco Bernabé —exalcalde de La Unión, municipio al que pertenece Portmán— entregó a la vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, una bolsa con arena contaminada de la bahía.
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