Estoy en esa fase de la vida en la que lo único que envidio de los demás es el talento.
Ni el dinero, ni los coches y ni siquiera las mujeres ajenas me generan la mínima pelusa.
Si estuviera pachucho y más decrépito podría anhelar la salud o la lozanía de otros, pero gracias a Dios sigo como un roble.
Así que he llegado a un punto en el que sólo altera mi ánimo y no para mal, comprobar la fineza con alguien escribe, piensa, diserta o crea.
Y el otro día me sorprendió gratamente toparme con una columna de Pelaez, en la que el siempre brillante periodista castellano subrayaba que le parecen ‘obscenos’ los 23 días que Pedro Sánchez va a estar tirado panza al sol en el Palacio de La Mareta.
Pelaez, que escribe en ‘ABC’ -diario donde conviven genios como él y paniaguados capaces de plantase en las escalinatas del Congreso para exigir que expulsen a Bertrand Ndongo de la Cámara- subraya que cuando eres presidente del Gobierno solo existen las obligaciones, porque estás al servicio del pueblo, que te ha puesto ahí para que trabajes.
No tiene por tanto sentido que nosotros, los sufridos contribuyentes españoles, que laboramos 230 días del año sólo para pagar impuestos, le paguemos las vacaciones al marido de Begoña.
Y unas vacaciones de cojón de mico, porque no es que incluyan el jamón cinco jotas que se zampan el amo del PSOE y sus amiguetes, sino porque al hecho de que el palacete canario salga por un pico al erario público, hay que sumar submarinistas de la Guardia Civil, medio centenar de agentes dedicados a labores de guardaespaldas, viajes en Falcón, criadas, cocineras y todo lo que cuelga.
Eso de que albergan en sus corazones ‘vocación de servicio’ es una pavada. Damos por descontado que es puro posturero, pero la Política con mayñúsculas no es una empresa, ni los que nos gobiernan con sueldos orondos son ejecutivos de postín.
Que se paguen ellos el veraneo, como debían haberse pagado antes las putas, la coca, las ‘sobrinas' cachondas y hasta las pastillas de Viagra.