En los primeros días del Islam, el Profeta Muhammad ﷺ sintió una profunda tristeza cuando sus tres hijos varones fallecieron en la infancia. En una sociedad donde se daba gran importancia a los hijos y a la herencia tribal, algunos miembros de los Quraysh —que eran idólatras y estaban atados a antiguas tradiciones— se burlaban del Profeta ﷺ. Decían que pronto sería olvidado, que no tendría ningún heredero que llevara su nombre o mensaje hacia adelante. Sus burlas estaban llenas de arrogancia e incredulidad, ligadas a su orgullo por el estatus y la línea familiar.
Pero la historia mostró un resultado completamente diferente. Hoy, el nombre de Muhammad ﷺ no solo se recuerda, sino que es el nombre más común del mundo. Se pronuncia como Muhammad, Mohamed, Mehmet o Mamadou en diferentes culturas e idiomas, pero siempre se refiere al gran Mensajero de Allah. En contraste, aquellos que se burlaban de él, como Al-As ibn Wa’il, casi han quedado olvidados en la historia, mencionados solo en el contexto de su oposición.
Cada vez que alguien acepta el Islam, comienza su camino con el testimonio de fe: la declaración de creencia. Esta afirmación comienza reconociendo la unicidad de Allah y que Muhammad ﷺ es Su último Mensajero. No son solo palabras rituales, sino el núcleo de la fe de un musulmán, reconociendo la verdad y el honor de la misión del Profeta ﷺ.
Este honor no está limitado al corazón, sino que resuena en todo el mundo, en cada momento. Con los distintos husos horarios alrededor del planeta, no hay ni un solo instante en el que no se escuche el llamado a la oración. En la azan (llamado a la oración), el muecín proclama: "Ashhadu anna Muhammadan Rasulullah" — "Testifico que Muhammad es el Mensajero de Allah". Este anuncio resuena desde Japón hasta Indonesia, de Pakistán a Egipto, de Nigeria al Reino Unido, y de Canadá a Australia. Se escucha en casas, mezquitas, mercados y desiertos. Se proclama cinco veces al día en cada ciudad donde viven musulmanes.
Durante las oraciones diarias, en el tashahhud, cada musulmán —sin importar su nacionalidad o idioma— envía bendiciones sobre el Profeta ﷺ y su familia. El tashahhud es una práctica solemne y universal que se repite millones de veces cada día en todo el mundo.
Lo más asombroso es que este amor incluso alcanza a quienes no rezan regularmente o no practican completamente el Islam. Muchos musulmanes que no son completamente religiosos aún sienten un profundo amor por el Profeta Muhammad ﷺ. Su nombre se da con orgullo a hijos, instituciones, tiendas y organizaciones benéficas. Sus enseñanzas y carácter son citados en la literatura, la poesía y la educación.
El Corán es un testimonio divino de este honor. En la sura Al-Inshirah (94), verso 4, Allah dice: "Wa rafa‘na laka dhikrak" "Y elevamos tu mención."