Hace unos años, un grupo de investigadores del Departamento de Medicina del Centro Médico Cedars-Sinaí de Los Ángeles, analizó la correspondencia de Mozart, así como numerosas descripciones contemporáneas de su conducta en el British Medical Journal. Dichos análisis destacan que muchas de las cartas escatológicas coinciden con períodos de gran emoción en la vida de Mozart, tales como el nacimiento de su primer hijo o su conflicto con el arzobispo de Salzburgo. Existen estudios que evidencian que Mozart padecía el llamado ‘síndrome de Tourette’ o incontinencia de las emociones, causante de tics nerviosos y de súbitos estallidos de obscenidades. Esta conducta queda claramente reflejada, por ejemplo, en el famoso filme “Amadeus”, que nos recuerda la espléndida descripción de uno de los más eminentes biógrafos mozartianos, el Dr. Paumgartner, cuando escribe: “No poseemos del gran viajero que fue Mozart ni un solo retrato salido de las manos de un pintor importante ... Los honrados artistas para quienes posó se esforzaron en reproducir su figura física, pero, dada la constante movilidad del modelo -tamborileaba sin descanso sobre las cosas que estaban al alcance de su mano -’como si tocase el piano’- no debieron encontrar, sin duda, demasiadas facilidades por parte del maestro”. Muchas de las cartas de Mozart e incluso de las letras para sus composiciones vocales revelan una sorprendente vulgaridad que hubo de ser censurada por su viuda, Constanza, como fue el caso de un canon cuya letra hubo de sustituir cuando envió el manuscrito a los editores. En una carta a su padre, el joven Wolfgang describe cómo divertía al director de la famosa orquesta de Mannheim recitándole versos obscenos. Durante mucho tiempo, los eruditos se han quedado atónitos ante la paradoja de la música sublime de la que Mozart era capaz y, al propio tiempo, de su tendencia obsesiva hacia lo escatológico.
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