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  • hace 17 años
La culturización que impuso la expansión europea expandió la monogamia a todas las colonias, y de ahí al mundo occidental hasta las actualidad. La tradición del matrimonio y la idea de relaciones monógamas están ampliamente enraizadas en la sociedad occidental, especialmente en las esferas de la tradición judeo-cristiana que lo considera la única manera natural y moral de sexualidad, pero también en la esfera política y social por sus leyes y normas. Se considera engaño cualquier otra relación sexual o romántica fuera del vínculo de la pareja, aún cuando sea un mero coqueteo.

La sociedad occidental establece como forma aceptable y deseable de relación humana la monogamia, bajo un paradigma basado en el amor romántico que en la actualidad domina el pensamiento planetario. En una forma inconsciente, las personas buscan afanosamente establecerse dentro de algún vínculo de pareja, pues admiten que la relación es factible sólo entre dos personas. Hoy en día se incluye en dichas personas, a todas las preferencias sexuales. Su alto sentido de posesividad otorga seguridad pero también sometimiento, y encuentra su contraparte, en la inseguridad y el celo.

Sin embargo, esta tendencia monógama parece alejada de la naturaleza biológica y de las manifestaciones antropológicas que hemos señalado las cuales por el contrario muestran una tendencia, en gran medida, distinta a la monogamia.

A pesar de la expansión de la cultura occidental, en la tradición musulmana y en ciertos grupos étnicos adeptos a la poliginia o poliandria, se han logrado mantener su cultura de relación hasta nuestros días y hasta cierto punto. En unos casos, incrementando la poligamia por despoblación ante problemas de guerra y desastres naturales, y en otros reduciendo sus integrantes a la pareja, por factores globales de economía y sobrepoblación.

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