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  • 20/2/2009
Asco es la denominación de la emoción de fuerte desagrado y disgusto hacia sustancias y objetos, como determinados alimentos, excrementos, materiales orgánicos pútridos o sus olores. El asco puede ser suscitado también por personas o comportamientos. A diferencia de otras formas menores de rechazo, el asco se expresa mediante mediante violentas reacciones corporales como náuseas, vómitos, sudores, descenso de la presión sanguínea e incluso el desmayo. La ciencia trata el asco como una emoción elemental en lugar de como instinto, pues no es innato, sino que se desarrolla mediante la socialización. El asco se origina en el cerebro, en las amígdalas cerebrales, que pertenecen al sistema límbito, donde se procesan también otras emociones. La activación de estas áreas por el asco ha sido demostrada experimentalmente. La capacidad de sentir asco es innata, pero la sensación de asco se adquiere en el transcurso de los primeros años de vida mediante la socialización. Se ha comprobado que los niños pequeños no sienten asco hacia sustancias, objetos u olores; se pueden meter por ejemplo excrementos, insectos o lombrices en la boca. Ocasionalmente, los neonatos reaccionan con gestos faciales a los líquidos de sabor amargo, aunque la mayoría de los científicos no interpretan esta reacción como asco, sino como aversión gustativa innata, así como la preferencia por el sabor dulce es también innata. A diferencia de los adultos, que reaccionan con asco frente a olores como los de excrementos o el sudor, los niños no manifiestan esta reacción hasta los tres años.

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Aprendizaje

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