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  • 18/2/2009
JOHN E. JONES acaba de dictar sentencia. Y Dios ha perdido el juicio. No, no se trata de que tantas criaturas creadas, según dicen, en seis días de trabajo y uno de descanso, consideren que Dios debe estar loco para construir el mundo y permitirlo tal y como es actualmente. Ni siquiera significa que el juez Jones le haya condenado por ello. El juicio es el que Charles Robert Darwin acaba de ganarle al mismísimo Dios, 123 años después de su muerte -la de Darwin-; al de 146 años de dar forma a su teoría de la evolución en "El origen de las especies por medio de la selección natural" y 170 años después de iniciar su viaje científico por el Océano Pacífico en el Beagle. El pasado martes, John E. Jones III, a la sazón juez federal de Harrisburg (Estados Unidos) prohibió que se mencione la hipótesis del "diseño inteligente" para explicar el comienzo de la vida en las clases de biología de las escuelas públicas de Pensilvania.

Dicho así no parece para tanto, pero la expresión "diseño inteligente" es la que han empleado ciertos sectores conservadores de Estados Unidos para dar nombre a la creencia de que el mundo no es resultado de la evolución, como sostenía Darwin, sino que es demasiado complejo para ser fruto de la casualidad y se debe a la actuación de una «inteligencia superior», o sea, Dios. El señor juez, sin embargo, acaba de prohibir al Dover Area School District incluir esa teoría en la asignatura de biología.

Antes, un grupo de científicos que incluye a varios Nobel ya había advertido a los 50 gobernadores de la Unión sobre la inconstitucionalidad de la teoría del "diseño inteligente", defendida preferentemente por cristianos evangelistas que consideran a Darwin una amenaza para sus creencias religiosas.

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