Robodoc, naturalmente, es médico y Nursebot, enfermera. Ambos son muy pero muy especiales. El primero atiende en el hospital norteamericano Johns Hopkins (http://www.jhu.edu), en Baltimore, y aunque mide 1,20 metros, el tema no pasa por su estatura. El "doctor" es un robot con pantalla de computadora en su cabeza, ojos de videocámara y un parlante en lugar de boca. A pesar de su corta vida hospitalaria, ya ha atendido a una veintena de pacientes que pidieron consultas con el médico clínico.
Podría decirse que Nursebot, una enfermera robot a la que bautizaron Florence y que con cariño llaman Flor, también forma parte de está nueva troupe de trabajadores de la salud. Mide algo más de un metro y su cuerpo cilíndrico tiene un monitor incrustado en la pechera metálica. Pero eso no es todo, su cara es parecida a la del androide de la película Cortocircuito: ojos redondos y una bocaza. Su misión: servir como apoyo y compañía a personas internadas en hospitales y, especialmente, a ancianos que viven solos en sus casas. Robodoc ya se ganó el afecto de sus pacientes que se ríen cada vez que lo ven y en su mayoría confiesan que les parece más interesante y divertido interactuar con él que con los médicos de carne y hueso. "A la gente le encanta. Me sorprendió mucho ver cuánto disfrutan nuestros pacientes de las videointeracciones remotas a través del robot", señala el doctor Louis Kavoussi, profesor de urología de Johns Hopkins y pionero de la cirugía robótica.