En la idílica Bahía de las Islas, en Nueva Zelanda, una hembra de delfín nariz de botella ha captado la atención de todos con un comportamiento que rompe el corazón. Desde el 29 de enero, esta madre nada sin descanso, empujando con su morro el cuerpo sin vida de su cría, probablemente nacida muerta. “Se niega a soltarla”, explican desde el Departamento de Conservación de la Naturaleza, que describe este acto como una muestra de duelo maternal. La delfín, que vocaliza sonidos para llamar a su pequeña y la carga en su espalda, refleja un vínculo tan profundo como el de cualquier mamífero, incluido el ser humano. Un verano de respeto y precaución Con la llegada del verano austral, la bahía se llena de turistas y deportes acuáticos, pero las autoridades piden respeto absoluto. La madre, rezagada de su grupo por recuperar el cuerpo de su cría, está en una situación de “extrema vulnerabilidad”. La doctora Catherine Peters ha instado a evitar cualquier contacto con los delfines de la zona para no perturbarla. El Departamento patrulla regularmente para proteger a estos cetáceos, especialmente ahora, cuando las hembras, tras dar a luz, son más sensibles a las molestias humanas. Un gesto de empatía colectiva es lo que se necesita para dejarla enfrentar su pérdida en paz. La ciencia confirma: los delfines también lloran Este caso no es aislado. Estudios recientes, como el liderado por el biólogo italiano Giovanni Bearzi, han demostrado que los delfines y otras especies de cetáceos exhiben conductas de duelo. Entre 1970 y 2016, se documentaron 78 casos que muestran cómo 20 de las 88 especies estudiadas reaccionan ante la muerte con comportamientos que denotan dolor y conexión emocional. En la Bahía de las Islas, esta madre delfín no solo nos recuerda la complejidad emocional de estos animales, sino también la importancia de protegerlos. Su lamento silencioso es un grito que nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza.