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  • hace 6 años
Hola, me llamo Lewis, y esta es la historia de cómo ayudé a la policía a capturar unos ladrones en serie.
Todo comenzó cuando mis padres me quitaron mi Xbox y me castigaron por 3 semanas. No tenía permitido jugar videojuegos ni salir con mis amigos. Me habían dicho que tendría que estudiar más duro, mis calificaciones en la escuela eran muy bajas, excepto las de inglés. Nada podía evitar que jugara mi juego favorito en todo el mundo. Así que, naturalmente, le pedí ayuda mi mejor amigo, Stanley. Como siempre, él no me decepcionó. No solo tenía el juego, sino que además estaba enfermo. Sus padres lo dejaron faltar a clases un par de días.

Ese mismo día fui en bicicleta a la casa de Stanley. No podía esperar a poner mis manos sobre ese juego de alto nivel. De pronto, oí gritos y disparos. Vi a unas cuantas personas huyendo de una casa de empeño frente a mí. Por suerte, había un basurero cerca donde pude esconderme. Desde ahí pude verlos mejor. Parecían los típicos ladrones, con máscaras, pistolas y todo eso. Intentaban guardar dinero en unos bolsos, pero se les cayó una parte. Claramente estaban más que asustados, tengo que decir que los entendía. No podía verlos muy bien desde mi posición, así que tomé mi teléfono e intenté filmarlos. Lo logré justo cuando los ladrones estaban por irse. Era un video de 15 segundos, pero con un poco de suerte ofrecería una imagen decente del auto.

Luego fui directo a la casa de Stanley. No sabía si los ladrones me habían visto o no, pero no iba a arriesgarme. Le conté todo y le mostré el video, era lo suficientemente bueno como para que se viera la matrícula. Nos habíamos olvidado por completo del juego, pasamos horas conversando y no lográbamos decidir si lo mejor era contarle a alguien o no. Al final se nos ocurrió que de seguro había cámaras de seguridad por la zona y que la policía no necesitaría mi ayuda ni mi video.

Pasaron tres semanas. Mi castigo se terminó, pero mi sufrimiento estaba por comenzar. Todo el mundo hablaba del robo, y de ninguna otra cosa. Cada vez que iba oía algo nuevo al respecto me sentía más y más como un completo cretino. La policía no tenía pistas, solicitaba la ayuda de testigos que pudieran colaborar. Resultó que le habían disparado al dueño de la casa de empeño, el Sr. Stevenson, y su mujer había sufrido un ataque al corazón. Los dos continuaban en el hospital. También dijeron que no era el primer robo que habían efectuado, la policía llevaba varios meses persiguiéndolos.

Después de una larga batalla con mi consciencia, decidí que tenía que contarle a la policía acerca del auto. El único problema era pensar cómo hacerlo sin meterme en serios problemas. Como siempre, recurrí a mi fiel consejero, Stanley.

El plan consistía en enviar el video a través de la biblioteca de la escuela. La policía sabría desde dónde les habían enviado el email, pero no sabría de quién se trataba. El problema se resolve

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