Cubro el cuerpo con jirones y mi presencia se advierte después de la media noche por percances que produzco en casas donde se apiñan los asquerosos humanos.
Impido a gallinas y palomas que depositen sus huevos en los nidos preparados, mientras destrozo furioso jarras, platos y persianas, que hacen ladrar los perros y asustar los viejos gatos.
Abro grifos, doy portazos, destruyo las cañerías, apago y enciendo velas con el fin de despertar los infantes con mis ruidos, sin ninguna explicación.
Contra tantos desafueros solo queda huir de casa sin dar nueva dirección, ya que puedo introducirme sin problema en los trasteos para angustia y desespero de los que van en mudanza.
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