Este comentario lo concebí antes de que el ministro de comunicación, Ernesto Villegas y el Alcalde de libertador, Jorge Rodríguez, hicieran público el pasado miércoles 26 el audio con la conversación entre María Corina Machado y el historiador Germán carrera damas. El hecho le confiere mayor importancia a lo que tenía previsto decir. Porque lo revelador de esa conversación es que el funcionamiento de la oposición, es la negación de una oposición democrática, colocada a derecho. La diputada machado podrá decir lo que quiera para defenderse, pero lo que dice la sumerge en más contradicciones, y confirma que sí participa y conoce de planes golpistas. Que tiene serias discrepancias en el organismo llamado MUD, y que su coordinador, Aveledo –según ella–, recomendó en el departamento de estado salidas de fuerza ante la actual situación del país. Sobre el caso específico volveré en próximos programas y continúo este comentario con lo que para mí es fundamental: que desgraciadamente Venezuela carece de una oposición confiable.
Cada día es más evidente que Venezuela necesita una oposición de verdad. Que no sea complaciente con el gobierno, pero que responda al interes nacional. Conectada a los problemas de los venezolanos y que además sea racional. Capaz de dialogar, de asumir los temas del país sin importarle coincidir o no con el gobierno.
Para eso es fundamental una oposición sin complejos, que en vez de cultivar el odio practique la tolerancia. Que en vez de tomar atajos se desplace por la ancha vía de la legalidad. Que apuntale las instituciones y que con su participación las fortalezca en vez de socavarlas.
No es éste un planteamiento fundado en una concepción idealista de la política. A lo largo de la historia hay muchos casos en los que, en medio de graves crisis, los gobiernos y oposiciones coincidieron sin perder su perfil. Es perfectamente compatible el rol que cumple una oposición autentica, inequívoca en su propósito de reemplazar al gobierno de turno, con el respeto a la legalidad y la disposición a trabajar con el adversario agudos problemas.
Hasta ahora, en la etapa que arranca en 1999, cuando se inicia el proceso revolucionario, la oposición no ha entendido su papel. Ha actuado en dirección opuesta a los cambios sociales, políticos e institucionales, comenzando por el pecado original de oponerse a la aprobación de la constitución bolivariana. Durante más de catorce años la oposición no ha hecho otra cosa que incurrir en graves errores, incluyendo un golpe contra el gobierno legítimo de la nación y una paralización criminal de la industria petrolera, algo que nunca ocurrió, ni siquiera en tiempos de grandes tensiones.
Esa actitud, contraria a lo que es una auténtica oposición, se repite cuando el sector transita la vía del sufragio que le ha dado dividendos. Lejos de democratizarse, actualiza sus reflejos antidemocráticos. Lejos de reconocer que esta estrategia es más rentable que la aventura, sigue optando por el salto al vacío
Cada día es más evidente que Venezuela necesita una oposición de verdad. Que no sea complaciente con el gobierno, pero que responda al interes nacional. Conectada a los problemas de los venezolanos y que además sea racional. Capaz de dialogar, de asumir los temas del país sin importarle coincidir o no con el gobierno.
Para eso es fundamental una oposición sin complejos, que en vez de cultivar el odio practique la tolerancia. Que en vez de tomar atajos se desplace por la ancha vía de la legalidad. Que apuntale las instituciones y que con su participación las fortalezca en vez de socavarlas.
No es éste un planteamiento fundado en una concepción idealista de la política. A lo largo de la historia hay muchos casos en los que, en medio de graves crisis, los gobiernos y oposiciones coincidieron sin perder su perfil. Es perfectamente compatible el rol que cumple una oposición autentica, inequívoca en su propósito de reemplazar al gobierno de turno, con el respeto a la legalidad y la disposición a trabajar con el adversario agudos problemas.
Hasta ahora, en la etapa que arranca en 1999, cuando se inicia el proceso revolucionario, la oposición no ha entendido su papel. Ha actuado en dirección opuesta a los cambios sociales, políticos e institucionales, comenzando por el pecado original de oponerse a la aprobación de la constitución bolivariana. Durante más de catorce años la oposición no ha hecho otra cosa que incurrir en graves errores, incluyendo un golpe contra el gobierno legítimo de la nación y una paralización criminal de la industria petrolera, algo que nunca ocurrió, ni siquiera en tiempos de grandes tensiones.
Esa actitud, contraria a lo que es una auténtica oposición, se repite cuando el sector transita la vía del sufragio que le ha dado dividendos. Lejos de democratizarse, actualiza sus reflejos antidemocráticos. Lejos de reconocer que esta estrategia es más rentable que la aventura, sigue optando por el salto al vacío
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