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  • 27/6/2013
Las máquinas no se mueven como los seres vivos. Un robot puede imitar la sutileza de una caricia, o superar en precisión el revés de un tenista, pero sus movimientos no parecen tan fluidos. Parecen, porque lo son, «mecánicos». La capacidad de aprender de cada gesto, y perfeccionarlo poco a poco, marcan la diferencia. Los seres humanos son capaces de realizar movimientos complejos y de alta precisión —como escribir a mano— con poco esfuerzo. El cerebelo es el encargado de que así sea, ya que aprende, corrige y optimiza cada gesto basado en la experiencia previa. Un grupo de investigadores de la Universidad de Granada ha desarrollado su equivalente informático. Con él pretenden conferir a un brazo robótico la capacidad de adaptar y mejorar sus movimientos como lo hacen los seres vivos. «Intentamos copiar la arquitectura de control del cerebelo», explica Richard Carrillo, encargado de programar la red neuronal artificial que la emula.

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Aprendizaje

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